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Los 10 mejores chistes para envejecer con dignidad

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Los años no le sientan bien a nadie… envejecer para cada paisano es un pueblo ¡a tomarlo con humor con estos chistes sobre la edad!

Una selección de chistes la vejez con dignidad en el libro: «La risa, remedio infalible». ¿Cómo te tomás el hecho de envejecer?

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1. La mitad de los asientos del avión en que viajaba estaban vacíos, por eso, cuando una joven muy atractiva me preguntó si el asiento junto al mío estaba libre, mi ego
masculino se elevó hasta el cielo. Pronto conversábamos animadamente, y me dijo
que ése era su primer vuelo.

—Mamá me aconsejó que me sentara con alguien que me inspirara confianza —confesó un poco nerviosa—, y usted se parece mucho a mi padre.

— ROY RAGSDALE

2. Fui hospitalizada debido a una fuerte sinusitis que me inflamó todo el lado
izquierdo de la cara. Al tercer día, supe que por fin me estaba recuperando, ya
que la enfermera exclamó llena de emoción: —¡Mire, sus arrugas están apareciendo de nuevo!

— FRANCES M. KRUEGER

3. La idea de llegar a los 30 años me llenaba de preocupación, y por eso estaba en extremo sensible a cualquier señal de envejecimiento. Cuando me descubrí un cabello
gris en el flequillo, indignada señalé mi frente.

—¿Ya viste esto? —le pregunté a mi esposo. —¿Qué? —replicó él—. ¿Las arrugas?

— WENDY LILLIE

4. Luego de meses de ejercicio para estar en forma, mi esposo de 42 años y yo descendimos a pie hasta el fondo del Gran Cañón. El regreso nos tomó dos agotadores días, de modo que, para celebrarlo, compramos sendas remeras con la leyenda “Recorrí a pie el Gran Cañón”.

Un mes más tarde mi esposo llevaba puesta su remera cuando un joven se le acercó.

—¿De verdad exploró a pie el Cañón? —le preguntó.

Henchido de orgullo, mi marido respondió:

—¡Claro!

—¡No me diga! —replicó el otro—. ¿Y cuántos años tenía?

— CAROL LATKIEWICZ

5. En mi cumpleaños, una amiga me envió una divertida tarjeta que decía, en tono de
broma, cómo aunque nuestros cuerpos envejezcan, nuestras mentes “nunca pierden
su brillo”. Quise darle las gracias a la remitente, pero no pude. Olvidó
firmar su tarjeta.

— MERIS M. MACK

6. Cuando aún estaba de licencia por maternidad, una compañera de la oficina trajo a su bebé para que lo conociéramos. También trajo con ella a su otro hijo de siete años.

Todos nos arremolinamos para ver al bebé, y entonces el niño preguntó:

—Mamá, ¿me das dinero para comprarme un refresco? —¿Qué dijiste? —replicó la mujer.

En tono respetuoso, el pequeño añadió: —Te ves delgada y hermosa. De inmediato la mujer metió la mano en su bolso y le dio el dinero a su hijo.

— MERCURY NICKSE

7. Cierto día en que salí a andar en bicicleta con Carolyn, mi nieta de ocho años, de pronto me puse algo nostálgico.

—Dentro de 10 años —comenté—, preferirás estar con tus amigos que salir a caminar, nadar o andar en bicicleta conmigo como lo haces hoy.

Ella se encogió de hombros.

—De todas maneras, dentro de 10 años vas a estar demasiado viejo para hacer esas cosas.

— JAMES F. AHEARN

8. En la fiesta para celebrar su cumpleaños 103, le preguntaron a mi abuelo si pensaba poder festejar también su 104 aniversario. —Por supuesto que sí —respondió—. Según las estadísticas, muy poca gente muere entre los 103 y los 104 años.

 — HARRY P. COLEMAN

9. Una señora de edad estaba contemplando cuadros en una exposición de pinturas cuando de pronto, al colocarse frente a uno de ellos, muy indignada exclamó:

—¿Y a esto le llaman arte?

—No, señora —le contestó solemnemente una guía—. A eso le llaman espejo.

— JOSÉ CARLOS LAGO

10. Mi esposo estaba agachado y ataba las cintas de los zapatos de nuestro hijo de tres años. De pronto me llamó la atención ver que el pequeño examinaba cuidadosamente la
cabeza de su papá. Acarició con cariño el sitio donde asomaba una incipiente
calvicie y le dijo en un tono algo preocupado:

—Papito, tienes un hoyo en la cabeza. ¿Te duele?

Luego de una pausa, mi esposo murmuró:

—No físicamente.

— LAURIE GERHARDSTEIN

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