Se la está viendo como una alternativa contra las necesidades económicas.
¿Cómo Francia logró convertirse en un ejemplo de «energía limpia»?
Cuando sus cuatro nietos fueron a visitarla a su departamento en París, Ursula Naccache les prometió algo: “Si se van a la cama rápidamente, encenderé las luces de la Torre Eiffel solo para ustedes”. Al no saber que la torre se enciende cada hora en punto, los niños se abalanzaron hacia la ventana con sus pijamas mientras Ursula, con un ojo puesto en el reloj, señalaba con el control remoto del televisor y pulsaba el botón teatralmente.
“¡Voilà!”, sonrió, y los chicos aplaudieron cuando la torre brilló con 20.000 luces. Esta astuta abuela no es la única maga en Francia. Todo el país sonríe porque se enciende mediante un abundante suministro de electricidad barata. Y porque su energía es “limpia” y los gases de efecto invernadero emitidos por persona en Francia están un tercio por debajo del promedio europeo. “Francia es el ejemplo a seguir,” asegura Nicolas Sarkozy, el presidente del país. “Estamos demostrando cómo se puede reducir la dependencia del petróleo, recortar las emisiones y garantizar que la gente consiga uno de los suministros de electricidad más baratos del mundo.”
¿Cómo? ¡Pasándose a la energía nuclear! Casi el 80 por ciento de la electricidad de Francia se genera mediante las 58 centrales nucleares del país. Con el eslogan “Sin petróleo, sin carbón y sin elección”, Francia se empeñó en la energía nuclear a mediados de los años setenta y ahora exporta un 16 por ciento de su producción a sus vecinos.
Pero la magia francesa ha punteado de algún modo a la mayor parte del resto de Europa. Aunque 143 plantas nucleares en 14 estados de la UE suministran casi un tercio de su electricidad, la energía nuclear está lejos de ser la brillante chispa de la economía europea como lo es en Francia. La energía barata y abundante es el alma del futuro y la demanda aumentará vertiginosamente, sobre todo si la mayoría de los vehículos llegan a ser eléctricos. Pero en la carrera actual hacia la energía “renovable”, los gobiernos vierten vastas sumas en nuevos sistemas que producen energía solamente cuando el sol brilla o el viento sopla. La energía nuclear, aunque limpia, barata, segura y verde, es descartada en la mayoría de los casos.
Eso se debe a que después de 24 años, el desastre de Chernobyl sigue dando escalofríos en todas partes de Europa. Aunque la fusión accidental del núcleo del reactor se debió a una clara negligencia por parte de sus diseñadores y operadores soviéticos, muchos países europeos en ese momento cerraron sus propias plantas o planearon hacerlo. El desastre todavía alimenta la poca voluntad política en la actualidad para aceptar la energía nuclear.
Sin embargo, el apoyo público a la energía nuclear está creciendo rápidamente. Muchas personas, especialmente en Europa del Este, acogerían con entusiasmo una menor dependencia de los caprichosos exportadores de gas. La reciente suspensión de las exportaciones de gas rusas dejó a varios países sin energía y con frío. “Se está gestando un renacimiento nuclear en todo el mundo”, dice John Ritch, jefe de la Asociación Nuclear Mundial.
Además, el gas y el petróleo del Mar del Norte están casi agotados. Los gases de efecto invernadero como el CO2, a los que se les culpa del calentamiento global, deben ser reducidos. En todos los casos, la energía nuclear —no sólo limpia sino disponible— es la solución obvia.
Los nuevos reactores europeos, denominados presurizados, planificados en Finlandia y en el Reino Unido (y ya en construcción en Flamanville, Francia), prometen un ahorro de combustible del 17 por ciento, una reducción de residuos del 30 por ciento y una producción de energía superior al 36 por ciento.
¿Qué sucede con la energía nuclear en el resto de Europa?
Haciendo espectaculares cambios de sentido, Italia, Suecia y Suiza están dando ahora pasos para planificar nuevos reactores. España, Bélgica y Finlandia están ampliando la vida operativa de los reactores. Los países de Europa del Este están sustituyendo los poco fiables reactores construidos por los soviéticos por otros nuevos. En resumen, cuatro reactores están actualmente bajo construcción en la UE, mientras que el inicio de nueve más es inminente.
Y después de un cambio dramático el pasado mes de septiembre, incluso los alemanes parecen ahora estar volviendo a la idea de un futuro nuclear. Para 2022, había que ir haciendo desaparecer por etapas los 17 reactores del país, pero la canciller Angela Merkel permitirá ahora que las centrales más antiguas operen durante un período adicional de ocho años y los reactores más nuevos ganarán otros 14 años. El impuesto extra sobre las ganancias es un motivo de ese cambio, pero otro motivo más apremiante es que la energía renovable del viento y del sol es demasiado poco fiable.
Alemania ha invertido mucho hasta ahora en energía solar y eólica. Según un reciente informe de RWI, un instituto económico de Essen, el país ha pagado un alto precio por ello. El coste de las subvenciones para generar solo un 0,6 por ciento de la electricidad de Alemania mediante células solares a lo largo de los últimos diez años, según el informe, fue de 52.300 millones de euros. Esto habría servido para pagar, como mínimo, seis centrales nucleares. Las subvenciones para la energía eólica fueron en total 20.400 millones de euros, o tres centrales nucleares.
La energía renovable es representada a menudo como un “motor de puestos de trabajo” que creará 400.000 puestos. Quizás, pero hasta ahora cada puesto de trabajo creado en Alemania ha costado no menos de 175.000 euros.
Mientras que la energía nuclear es estable y constante, los molinos de viento generan electricidad solamente un 22 por ciento aproximadamente del tiempo en el mejor de los casos, mientras que las células solares no funcionan en la oscuridad o con mal tiempo. Los sistemas de respaldo que queman combustibles fósiles importados tienen que funcionar constantemente en espera, por lo que todas las ventajas de emisiones reducidas se pierden.
En la Dinamarca libre de energía nuclear, unos 5.050 molinos de viento generan el 19 por ciento de su electricidad, pero ahora lo consideran como un desastre costoso. España tiene una política similar y el Reino Unido inició subvenciones caras para células solares el pasado mes de abril. República Checa está recortando las subvenciones solares, vistas ahora como demasiado generosas.
Manuel Frondel, un autor del informe de RWI, comenta: “La política alemana impone costos elevados sin ningún beneficio de reducción de CO2, empleo, seguridad energética o innovación tecnológica. Sin embargo, la energía nuclear es una alternativa creíble y realmente es ecológica”.
Incluso los activistas verdes están de acuerdo. “Alemania proporciona una útil fábula aleccionadora”, manifiesta Chris Goodall, uno de los miembros de un grupo de ecologistas destacados en el Reino Unido y en los Estados Unidos —incluso cofundador de Greenpeace y su antiguo director para el Reino Unido— que ahora respalda la energía nuclear.
“A pesar de las enormes subvenciones para paneles solares, la energía fotovoltaica todavía no ha sustituido un uno por ciento de la generación de electricidad con combustibles fósiles”. Si la canciller Merkel no hubiese ampliado las vidas de las centrales nucleares de Alemania, el país no habría tenido otra opción que construir nuevas y sucias centrales de carbón.
El científico James Lovelock, creador de la teoría Gaia sobre cómo se protege el planeta a sí mismo como si fuese un organismo vivo, agrega: “La energía nuclear es la única solución ecológica”.
¿Puede ser la energía nuclear realmente ecológica y respetuosa con el planeta?
Su beneficio sobresaliente es que una vez que una central está construida y en funcionamiento, no produce emisiones significativas.
Incluso las emisiones de radiación son demasiado pequeñas de medir. La fuga de radiación de la enorme central de reprocesamiento de combustible nuclear en Cap de La Hague, cerca de Cherburgo, es mayor que la de todo el resto de instalaciones nucleares de Francia, sin embargo, en un año no es mayor que la radiación natural de un plato de mejillones.
La energía nuclear utiliza menos terreno y evita la contaminación visual. Los molinos de viento cubren vastos tramos de paisaje y las presas hidráulicas anegan vallen enteros, pero una central nuclear que produce la misma cantidad de electricidad no es mayor que un estadio deportivo y su playa de estacionamiento.
Otras ventajas la hacen verde también
La energía nuclear es de lejos el recurso de energía más seguro. Aparte del accidente de Chernobyl, ningún miembro del personal ha sido herido alguna vez por un accidente nuclear. La proliferación no es un problema: Todos los países con armas nucleares las obtuvieron antes que la energía nuclear. E independientemente de lo que puedan decir los activistas, una central nunca puede explotar como una bomba. El carbón, el gas e incluso el agua causan muchas veces más accidentes, mientras que la contaminación de los combustibles fósiles mata a miles de personas todos los años. Según datos estadounidenses, es más peligroso trabajar en inmobiliarias o finanzas que en el negocio nuclear.
La construcción de una central nuclear supone una gran inversión económica, pero una vez lista y en funcionamiento, su producción es la forma más barata de generar energía limpia. El ministro de Economía alemán sitúa el coste promedio de la energía nuclear en 2,65 céntimos la unidad, frente a 3,55 del carbón, 4,3 del agua, 4,9 del gas, 9,0 del viento y 54 céntimos de las células solares.
Asimismo, en términos de costos “externos” —efectos en salud y medio ambiente pagados por la sociedad a la larga— la energía nuclear gana sin esfuerzo. Un informe de la CE afirma que si estos costos fuesen incluidos en los precios reales, la electricidad generada por el carbón se duplicaría y la del gas aumentaría un tercio.
Para tener una idea de las dimensiones de las que estamos hablando: la energía potencial de medio camión cargado con finas barras de combustible nuclear es aproximadamente igual a la de un supercarguero que descarga petróleo en Rotterdam. De tres a cuatro de estos camiones encenderán hasta un tercio de París y sus barrios periféricos —incluida la Torre Eiffel— durante 15 meses aproximadamente. Para hacer el mismo trabajo, una central activada por carbón necesita un vagón de ferrocarril de 20 toneladas cada 12 minutos.
Pero es la parte trasera del negocio lo que preocupa a la mayoría de la gente, porque el combustible usado sacado del reactor es muy radiactivo y sigue siendo peligroso durante muchos miles de años.
La idea genial de Francia ha sido reciclar estos “residuos”, transformándolos en una fuente de energía valiosa para el futuro. Casi el 95 por ciento del combustible usado puede ser reprocesado. Una parte abastece a los reactores existentes y el resto es almacenado para su uso posterior. “Gracias a nuestros stocks de residuos, Francia tiene ahora combustible para miles de años,” dice Philippe Pradel, de la CEA, la agencia de energía nuclear de Francia.
Solo el cuatro por ciento del combustible gastado es un verdadero residuo “de alto nivel” que tiene que ser almacenado durante siglos. Este residuo se mezcla con los ingredientes en bruto de vidrio a temperaturas volcánicas, es depositado en envases de acero y almacenado en ejes verticales.
En comparación con las montañas de cenizas, ácido, polvo y productos químicos tóxicos arrojados por las plantas de energía activadas por carbón, los residuos nucleares de alto nivel de un año por persona son sólo de cinco gramos, más chicos que una moneda de 20 céntimos. Para una familia de cuatro personas durante 50 años, la montaña de residuos es del tamaño de un mouse de computadora.
Los científicos aseguran que la preocupación pública sobre el almacenamiento de residuos nucleares será pronto hipotética, y tenderá a desaparecer gracias a la próxima Generación IV de rápidos reactores que ahora se encuentran en los tableros de dibujo de un consorcio de 12 países. “Nuestra gran esperanza es que funcionen con residuos de otros reactores, fabriquen combustible para el futuro, necesiten 100 veces menos uranio que los reactores actuales y dejen una milésima de residuos como mucho”, dice Jean-Claude Garnier, responsable de innovación tecnológica en la CEA.
Tomemos solo un ejemplo de los espectaculares avances que están logrando los investigadores. El principal productor de radiación en los residuos finales es el tecnecio 99, que sigue siendo peligroso durante 210.000 años. Cuando se pone dentro de un reactor y se transmuta en otro material denominado rutenio, su período de peligro se recorta a 16 segundos. “Esto transforma todo el problema”, comenta el científico Bernard Vray.
El sorprendente concepto de un sistema energético que fabrique su propio combustible y se trague virtualmente todos sus residuos no es una quimera. En 2012, los ingenieros decidirán por cuál de los seis diseños prototipo apuestan. La construcción del prototipo comenzará en 2015 y estará operativo en 2020-2025. “Aportará una nueva dimensión a la energía nuclear”, dice Pradel. “Esta es una solución para siglos”.
Hans Blix, anterior responsable de la Agencia Internacional de Energía Atómica e inspector jefe de armas de la ONU comenta: “El viento y la luz del sol están en todas partes, pero tienen que ser recogidos. Mientras que un kilo de uranio producirá 50.000 kwh de electricidad”.
Y agrega: “Me acuerdo de lo que mi madre me dijo una vez sobre el perfume: “Es una pena que [la energía nuclear] sea necesaria, pero es bueno que la tengamos”.