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Combustible: la solución brasileña

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Gracias a la tecnología y el etanol, no depender más de la nafta es un sueño posible.

AL ENTRAR EN SU AUTO a una estación de servicio en San Pablo, el consultor de marketing Eduardo Tokarski revisa los precios de los combustibles indicados en los expendedores. Su Peugeot 206 funciona con nafta, pero ve que el alcohol se vende casi un 40 por ciento más barato. Se acerca a un expendedor que dice Alcool y pide al empleado que llene el tanque. El alcohol etílico, también llamado etanol, se mezcla con la nafta que queda en el tanque.

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Tokarski paga y enciende el motor. Un vehículo normal arrancaría con dificultad, tal vez hasta se ahogaría cuando la mezcla de nafta y etanol llegara a los cilindros; sin embargo, el Peugeot 206 procesa la mezcla sin ningún problema, y Tokarski se aleja acelerando suavemente.

La tecnología de combustión flexible es un pequeño milagro que permite a un auto funcionar con nafta, etanol o con una mezcla de ambos mediante unos sensores que ajustan la combustión del motor.

Desde 2003, los autos “flexibles”, que no cuestan más que los que funcionan sólo con nafta, han acaparado un increíble 83 por ciento del mercado de autos nuevos en Brasil. Según el agrónomo Edgard Beauclair, experto en cultivo y procesamiento de la caña de azúcar, en la Universidad de San Pablo, los beneficios saltan a la vista: han aumentado las ventas de autos nuevos, y la caña de azúcar es ahora el segundo producto más importante del país. “Según el cálculo más reciente —dice—, Brasil producirá 20.000 millones de litros de alcohol para fines de 2007, lo que generará un flujo de efectivo de 5.000 millones de reales [unos 2.600 millones de dólares]”.

¿CÓMO LOGRÓ BRASIL aventajar al resto del mundo? Para averiguarlo, acompaño al ingeniero agrónomo Mauricio Lyra en un Volkswagen Gol (de combustión flexible, por supuesto). Lyra trabaja para Caete, empresa cultivadora y procesadora de caña de azúcar que posee extensas plantaciones en los estados de Alagoas y Minas Gerais.

Pasamos junto a vastos cañaverales, con decenas de miles de plantas puntiagudas, más altas que un hombre. Lyra detiene el auto y salimos a caminar por un campo, donde los investigadores desarrollan variedades más resistentes. Esperan que luego de unos años estas nuevas plantas crezcan bien en países cuyo clima es demasiado frío para el cultivo de la caña.

Continuamos el recorrido por kilómetros de impenetrables plantíos del color de la salvia. Veo una cosechadora mecánica arrancar y partir los gruesos tallos, de cuatro metros de largo, y lanzar cañas de 30 centímetros a un camión de carga que avanza lentamente a su lado.

Más adelante Lyra me muestra un campo que están cosechando a mano. A través de una tenue nube de humo veo a decenas de trabajadores que cortan con machetes la caña que queda en pie después de que han desbrozado con fuego el plantío. “La mitad de la caña brasileña aún se cosecha a la antigua”, dice Lyra. Al final de la jornada cada trabajador habrá cortado ocho toneladas de caña, que se transportan a un trapiche.

Nos dirigimos al molino. Percibo el olor a azúcar y veo un camión con dos remolques llenos de caña cortada a mano. Ésta se pesa, se enjuaga, se apila y se exprime. El líquido que escurre fluye hacia un laberinto de tuberías, bombas y tinajas del tamaño de un granero, donde se fermenta y luego se destila. Los camiones cisterna re-colectan el alcohol de los tanques de almacenamiento y lo transportan a las estaciones de servicio: más del 90 por ciento de las 34.000 que hay en Brasil tienen expendedores de etanol.

Nada se desperdicia en el procesamiento de la caña. Tras extraer el jugo, el bagazo se seca y se usa como combustible en una planta eléctrica que suministra energía al cañaveral, el trapiche y la destilería. Así de simple.

El etanol reducirá la dependencia del petróleo y ayudará a los países a hacer crecer sus economías.

¿QUÉ IMPIDE A OTROS PAÍSES introducir sistemas similares? Casi nada, excepto la voluntad política, dice William Burnquist, gerente de desarrollo estratégico del Centro Brasileño de Tecnología de la Caña de Azúcar. “Lo único que se necesita para empezar es un expendedor de etanol y dos o tres autos de combustión flexible”, señala. “Teniendo estos autos se puede desarrollar poco a poco la infraestructura. Si un día el consumidor no encuentra etanol, llena el tanque con nafta y al otro día sí lo consigue”.

Pero, ¿cómo se las arregló Brasil para equipar todas sus estaciones de servicio con expendedores de etanol? En 1975, ante la crisis energética mundial, la dictadura militar que gobernaba el país creó un programa nacional de producción de etanol, conocido como Proalcool. Los agricultores recibirían subsidios para cultivar caña de azúcar; los trapiches reservarían parte de la cosecha para fermentarla y convertirla en alcohol; las estaciones de servicio suministrarían el combustible al público, y los fabricantes de autos producirían vehículos que funcionaran con etanol en lugar de nafta. En su apogeo, a mediados de los años 80, el 95 por ciento de los autos que se fabricaban en Brasil funcionaban sólo con alcohol.

Henrique Oliveira, quien escribe un blog sobre el etanol, cuenta lo que sucedió después: “Los precios del azúcar aumentaron en 1989. Las empresas que cultivaban la caña dejaron de producir etanol y esto provocó enormes filas en las estaciones de servicio”.

Para 1997 eran pocos los vehículos nuevos que funcionaban con etanol. Más adelante, en 2003, al volver a aumentar los precios del petróleo y con la llegada de los autos de combustión flexible, comenzó otro período de auge del alcohol. Ford, Fiat, Honda, General Motors, Peugeot/Citroën, Renault y Toyota venden modelos de combustión flexible. Tan sólo en enero de 2007 más de 120.000 de estos autos salieron de las líneas de montaje, y se espera que para diciembre las ventas lleguen a 1,3 millón de vehículos. Volkswagen de Brasil, que introdujo el primer modelo flexible en 2003, ya no produce otros tipos de autos.

¿CÓMO SERÍA EL MUNDO si funcionara a base de etanol? Laura Tetti, asesora ambiental de la Asociación Brasileña de Productores Industriales de Caña de Azúcar, dice que gracias a los autos flexibles el etanol hoy día representa cerca del 40 por ciento del total de combustible para vehículos ligeros que se vende en Brasil, y las empresas cañeras ya se preparan para instalar 77 trapiches más, lo que aumentará la producción en 7.000 millones de litros entre 2007 y 2010.

Tetti calcula que por cada aumento de 500 millones de litros en el consumo de etanol, las emisiones de bióxido de carbono se reducirían en 3,5 millones de toneladas por año, de los cerca de 39 millones que se atribuyen actualmente al consumo de nafta. Suponiendo que el auto medio propulsado por gasolina emite 4,3 toneladas de gases al año, esto equivaldría a sacar de la circulación unos 800.000 vehículos de nafta.

Brasil lleva demasiada ventaja para que otros países igualen rápidamente sus logros. Sin embargo, según un estudio reciente de la Universidad de Campinas, cerca de San Pablo, en un lapso de 20 años Brasil sólo podrá producir suficiente alcohol de caña para reemplazar el 10 por ciento del consumo mundial de nafta.

David Sandalow, experto en energía de la Institución Brookings, señala que los Estados Unidos bien podrían sustituir el 10 por ciento de la nafta que produce con etanol de maíz cultivado en su territorio, y con los grandes avances de la tecnología esa cifra podría llegar al 30 por ciento, un objetivo alcanzable incluso para algunos países que importan etanol.

“Además de reducir las emisiones de bióxido de carbono en cantidades extraordinarias, la producción de etanol es una manera eficaz de generar empleos”, dice Tetti. Por ejemplo, el costo medio de la creación de un trabajo en la fabricación de etanol es de 10.000 dólares, mucho menos que los 91.000 que cuesta crear uno en la industria automovilística.

Los países tendrán que adoptar una economía basada en el etanol ya sea mediante sus propios cultivos, importando el combustible o ambas cosas. Esta última posibilidad es la que más entusiasma a los partidarios del etanol. Quieren que éste se establezca como materia prima en todo el mundo, con muchas fuentes de suministro. Por razones de interés propio, incluso los brasileños desean ver que esto suceda. Sin duda seguirán siendo los líderes mundiales por varios años más, pero la mayor oferta estabilizará el mercado y mejorará la posición internacional de Brasil.

“Casi todos los países están ansiosos por beneficiarse del etanol”, dice Sandalow. “Reducirá la dependencia del petróleo y ayudará a los países a hacer crecer su economía. Los beneficios potenciales para las naciones pobres son inmensos”. Muchos países africanos, agrega, tienen el clima adecuado para el cultivo de la caña de azúcar, al igual que la India, Tailandia, Australia, Colombia y varias naciones caribeñas. China ya es el tercer mayor productor de caña de azúcar en el mundo.

HOY DÍA, LOS ESTADOS UNIDOS producen combustible de etanol sólo a partir del maíz; en comparación, la caña de azúcar por lo general no requiere riego ni agota la tierra. Convertida en combustible, la caña rinde ocho veces más energía que el maíz y cuesta un 60 por ciento menos producirla. El proceso de fermentación genera bióxido de carbono, pero la planta libera tanta energía que cada tonelada de etanol de caña que se usa como sustituto de nafta reduce en 2,1 toneladas las emisiones de ese gas.

Además, la caña de azúcar ayuda a absorber el bióxido de carbono de la atmósfera. “Cuanto más rápidamente crece la planta, más gas absorbe”, dice Tetti. “Esto es maravilloso para controlar el efecto de invernadero”.

Algunos críticos creen que dedicar grandes zonas de cultivo a la producción de biocombustibles podría tener consecuencias atroces en el abasto de alimentos; otros advierten que podría provocar la invasión de tierras vírgenes. “Se requerirá un gran esfuerzo para evitar esos problemas —dice Sandalow—, pero, si las cosas se hacen bien, esta tendencia será muy provechosa para el medio natural, para la gente y para muchas economías”.

CUANDO SALIMOS DE LAS INSTALACIONES de Caete, Mauricio Lyra detiene el auto al costado del camino. Los tallos de color esmeralda se extienden hasta el horizonte y se mecen con la brisa bajo un cielo azul. Me agrada pensar en un futuro así, en el que la demanda de energía del mundo pavimentado sea lo que nos impulse a preservar nuestro pasado agrícola.

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