Incluso cuando hace calor, cuando saludas a una persona a veces, tiene sus manos frías.
No importa la estación del año, si hace frío o calor. Lo cierto que es que siente frío en las manos, no se preocupe, no está solo. Muchas personas tienen las manos frías durante todo el año debido a una serie de causas que pueden variar desde la propia genética del individuo —tendencia hereditaria— hasta alguna enfermedad crónica.
Entre las razones benignas más comunes por las que se puede experimentar este malestar se incluyen por ejemplo el pertenecer a la tercera edad (los ancianos son más propensos a tener un metabolismo más lento) o incluso tener una constitución delgada (cuanto menos musulatura y menos grasa, menos protegi-
dos estamos).
Para algunas personas, un simple cambio en su estilo de vida puede ayudar a mejorar esta situación: por ejemplo, evitando la nicotina y la cafeína, culpables de contraer los vasos sanguíneos o haciendo ejercicio regularmente para favorecer la circulación.
Sin embargo, si por lo general tiene siempre las manos frías o adormecidas, es conveniente que consulte a un médico para descartar otras causas más graves. Tener las manos frías es uno de los síntomas de la anemia o el hipotiroidismo. La diabetes, que reduce la circulación sanguínea, también puede desencadenarla y si está delicado del corazón por padecer una enfermedad cardíaca, el organismo priorizará el envío de sangre hacia el corazón antes que a las extremidades.
Para muchas otras personas, las manos frías son síntoma de una afección inofensiva llamada enfermedad de Raynaud. Cuando alguno de nosotros nos exponemos al frío, nuestros cuerpos ponen en marcha un mecanismo de supervivencia activando los músculos y contrayendo los vasos sanguíneos haciéndolos más estrechos para mantener así el flujo sanguíneo y, por tanto, conservar el calor en nuestro cuerpo.
Para las personas que sufren el fenómeno de Raynaud, esta reacción sin embargo resulta demasiado agresiva y en vez de llegar un poco me-
nos de sangre a los dedos, apenas les llega nada.
Llamada así por Maurice Raynaud, el médico francés que la descubrió a mediados de los 80, la enfermedad de Raynaud es más común de lo que se piensa. El doctor John Osborne, director del Departamento de Cardiología de Dallas, Texas, afirma que afecta aproximadamente entre un 4% y un 20% de la población. Una característica notable de la enfermedad es el cambio de color en los dedos. “Lo llaman la bandera francesa”, afirma Osborne. “Primero, los dedos se tornan blancos por la insuficiencia de flujo sanguíneo; después azules por la falta de oxígeno y por último rojos cuando la sangre vuelve a circular hacia ellos”. Los síntomas aparecen cuando nos exponemos al aire frío del invierno, permanecemos en un espacio climatizado en verano o incluso cuando agarramos un objeto congelado.
La enfermedad de Raynaud es más común en mujeres y personas mayores de 30 años. De hecho, si aparecen síntomas a una edad más avanzada, generalmente después de los 40, puede ser un indicativo de otro problema subyacente asociado a una enfermedad menor —como un incidente de congelación anterior, la aparición del síndrome del túnel carpiano o un efecto secundario de medicamentos como los betabloqueantes o algunos otros para la migraña— o, de una afección autoinmune más grave, como el lupus.
Una forma poco común y más grave de la enfermedad de Raynaud afecta a menos de uno cada 1.000 personas. En estos casos, los vasos sanguíneos pueden llegar a bloquearse por completo y causar úlceras en las manos. Si no se tratan, pueden gangrenarse y, aunque no es muy frecuente, requerir la amputación. Por suerte, existen medicamentos para estos casos que ayudan a aumentar el flujo sanguíneo, incluidos el losartán, que generalmente se usa para tratar la hipertensión, y el sildenafil, a menudo recetado para la disfunción eréctil.
Sin embargo, para la mayoría de las personas que conviven con Raynaud, estos medicamentos no serán necesarios. “Les provocarán más molestias que alivio”, afirma Osborne.