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Destinos exóticos: de viaje por Estambul

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“La ciudad más fantástica de Europa”, la llaman sus habitantes. Acompañanos a esta visita virtual por Estambul para ver cuánto hay de cierto. 

¿Por qué Estambul no está dentro de los destinos favoritos de Europa?

Me habían dicho que Estambul se llama a sí misma “la ciudad más fantástica de Europa”. En efecto, es una de las más complejas:

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  • El centro de un país que es 99 por ciento islámico, pero que es cada día más famoso por sus martinis de sandía.
  • La urbe más cosmopolita de Turquía tiene más multimillonarios que cualquier otra ciudad, aparte de Nueva York, Moscú y Londres.
  • Es un lugar cuya Mezquita Azul tiene una pantalla LCD que muestra la hora de París y Tokio.
  • El centro comercial del Parque Istinye es una avenida de lujosas tiendas con marquesinas de Armani, Gucci, Vuitton y Dior. Para muchos, es el sitio de encuentro del mundo islámico con el resto del planeta.

A los extranjeros les gusta recordar que Estambul es la única ciudad del orbe con una costa en Asia y otra en Europa. Pero su verdadero corazón, según dice su elocuente hijo nativo Orhan Pamuk, en su libro Estambul: ciudad y recuerdos, yace en la división entre lo viejo (lo local e islámico) y lo nuevo (lo occidental y secular).
En cuanto llegué allí sentí la excitación. Las callejuelas empedradas que rodean la Mezquita de Ortaköy estaban tan concurridas una noche de sábado, cerca de las 12, que apenas podía yo caminar. Unos niños jugaban con libélulas de papel azul neón, como fuegos artificiales caseros, y las muchachas, cuyas minifaldas y pelo rizado y teñido de rubio recordaban a Shakira, pasaban junto a guardias vestidos de negro en el club nocturno Anjelique. Un puesto ofrecía lecturas del tarot y tatuajes, y detrás de él, el puente del Bósforo era bañado por luces rojas, azules y amarillas.
La ciudad ha sido el centro del mundo tres veces: durante siglos ha sabido hablar y comerciar con Rusia, al norte; con Irán y Asia Central, al este, y con Europa, al oeste.
Aunque abundan los anuncios de moda italiana y resueltos comerciantes que extienden sus mesas en las calles a las 9 de la noche para vender juguetes y máquinas de afeitar, la ciudad puede parecerles a los visitantes primerizos que está en camino de convertirse en otra Beirut: moderna, pero eternamente dividida. En los años 20, en Estambul vivían poco más de medio millón de personas, y hoy la habitan hasta 25 veces más. Muchas provienen de Anatolia, y se han afincado en su ciudad más grande quizá no muy seguras de si vale la pena aprovechar las oportunidades económicas que les ofrece, si eso implica también tener contacto con los valores europeos no religiosos.
Cuando estuve allí, los diarios hablaban de una nueva mezquita vanguardista, la cual, según se dice, es la primera diseñada por una mujer. Pero me atrevo a suponer que, para la mayoría de los habitantes del país, el vanguardismo y las mezquitas apuntan en direcciones opuestas. “Esta ciudad es la parte más oriental de Occidente y la más occidental de Oriente”, me dijo un estudiante turco. No añadió que eso puede significar tanto acuerdos como conflictos.
Para rendir homenaje a la Estambul vieja, visité el lugar más sagrado de la zona, la Mezquita de Eyüp Sultan, y vi a varias mujeres llorar junto al sitio donde, se dice, fue sepultado Abu Ayyub al-Ansari, amigo del profeta Mahoma. También fui al Museo de Artes Turcas e Islámicas, y me di cuenta de que ese palacio de 500 años de antigüedad es una obra de arte tan espléndida como todos los objetos que se exhiben en su interior. Luego recorrí los callejones del Bazar de las Especias, situado cerca, hasta llegar al tramo de escaleras casi oculto que conduce a la magnífica (y poco visitada) Mezquita de Rüstem Pasha, uno de los tesoros de la ciudad.
Tomé un taxi al Museo de Arte Moderno de Estambul, cuyos provocadores lienzos revelan que hoy Turquía se niega a ser encasillada en el estereotipo folclórico que los extranjeros tienen de ella. Como había buen tiempo, tomé un barco para navegar por el Bósforo, y cuando pasamos junto a las mansiones ribereñas pude comprobar que la opulencia y el estilo ostentoso no son nada nuevo aquí. Me bajé en el barrio de Yeniköy y regresé en autobús a la ciudad, por la ruta costera de un solo carril que se abre paso entre aldeas que parecen joyas.
Me dirigí al Museo Sakip Sabanci, y allí me encontré con algunos de los habitantes privilegiados de Estambul, que estaban sentados sobre los céspedes del museo, escuchando jazz en vivo. Hace unos años, el restaurante del museo fue citado por una revista como uno de los mejores del mundo.
“En 2007, Turquía logró sobrevivir a la paradoja de la elección de un partido arraigado en la tradición islámica que prometía mantener la república laica instaurada por Kemal Atatürk en 1923”, me dijo Manoutchehr Eskandari- Qajar, un profesor de ciencias políticas de California. Y también sobrevivió a la paradoja de un ejército que estaba decidido a defender el laicismo y abstenerse de asumir por la fuerza el control del nuevo gobierno. Si Turquía pudo mantener ese equilibrio, me había dicho un amigo mío, experto en Oriente Medio, cabía esperar mucho de ella. Pero, culturalmente, todo el país parecía estar caminando en la cuerda floja.
Turquía acaricia el deseo de convertirse formalmente en parte de Europa, pero al mismo tiempo se muestra renuente a dejar atrás su identidad antigua. Durante siglos Estambul ha acogido a griegos, armenios y judíos, y en barrios como el Balat y el Fener, su presencia es lo que les da sabor a las calles. Sin embargo, ninguno de esos grupos parece haber afectado la esencia de lo “turco” ni el sentido de identidad que define a la ciudad. En Estambul vi más chadores y pañoletas que en Siria y en Egipto, y también muchas mujeres con el cabello teñido de rubio tomando cocteles de 20 dólares en los bares y cafés de moda. Hay pocas señales de pobreza, pero, aparte de las zonas privilegiadas, Estambul no parece una ciudad rica. En términos estadísticos, declara ser una de las ciudades más seguras de Europa, pero a mí no me pareció especialmente amigable ni bulliciosa.

Tips para viajar a Estambul

  • SITIOS QUE NO SE DEBE PERDER: El palacio de Topkapi (topkapisarayi.gov.tr), para ver antigüedades y reliquias islámicas; el Museo de Arte Moderno de Estambul (istanbulmodern.org), y Cagaloglu Hamami (cagalogluhamami.com.tr), para darse un baño turco relajante en un recinto suntuoso.
  • RESTAURANTES: Visite el Haci Abdullah para saborear platos típicos como el cordero con berenjena, o el Ciya, para probar la exquisita comida de Anatolia. El Topaz ofrece un menú fusión, y el Moreish es un establecimiento pequeño con grandes ambiciones.
  • VIDA NOCTURNA: Los jóvenes profesionales suelen acudir al distrito de Ortaköy, donde llenan clubes como el Reina y el Anjelique. Los turcos que siguen la moda bohemia chic van al barrio Tünel, atraídos por los magníficos cocteles del salón Otto y los conciertos de música en vivo del Babylon.
  • GRAN BAZAR: En la tienda Dhoku (dhoku.com) puede comprar tapetes de vanguardia; en Asli Tunca (aslitunca.com), muebles finos y cojines, y en Dervis, (dervis.com), toallas y jabones hechos a mano.
  • HOTELES: Tomtom Suites (tomtomsuites.com) es un hotel boutique con un agradable bar en la terraza; el Hotel Witt Istanbul (wittistanbul.com) fue decorado por Autoban, el estudio favorito de las revistas de diseño turcas, y para conseguir un cuarto cómodo a un precio razonable, una buena opción es el Grand Hotel de Londres (londrahotel.net).
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