Conocé a fondo la magia que rodea al parque más famoso del mundo: los secretos que nadie te dirá de Disney.
Lo que nunca supiste del mágico mundo de Disney
Mientras la colorida figura del ratón Mickey corretea por ahí, la pata Daisy, la sufrida novia de Donald, camina balanceándose por el corredor que se halla delante de mí. Por dondequiera que miro, veo a los conocidos personajes de Disney, de Tribilín a Pluto, pasando por una Alicia en el País de las Maravillas con peluca rubia.
Es media mañana y estoy explorando los supersecretos pasillos, una red de más de 3,5 hectáreas de túneles y zonas de servicio ocultos bajo gran parte del parque temático más famoso del mundo, el Magic Kingdom del Walt Disney World en Orlando, Florida. Solo unos pocos, además de los que trabajan allí, tienen la oportunidad de ver este “centro neurálgico”, cuyo acceso está estrictamente prohibido a los visitantes.
Los empleados, o “miembros del elenco”, usan estos pasillos, de aproximadamente 3,5 metros de altura por 4,5 metros de ancho, pintados de gris, para viajar por o debajo del parque, lejos de la vista de los turistas. Como explica mi guía: “Un miembro del elenco vestido de vaquero que camine por la Tomorrowland echaría a perder la magia”.
Lugar con magia
Esta es una palabra que escucharé durante toda la semana a medida que Disney levante su velo (un poco) y me permita revelar (algunos de) sus secretos largamente guardados. Mientras hablamos, veo a la pata Daisy hacer unos ajustes de último minuto a su vestido amarillo y azul antes de subir por una escalera oculta que conduce a la superficie, al parque. Allí, vuelve a mirarse en un espejo de cuerpo entero engalanado con una consigna que exhorta a los miembros del elenco: “¡Arriba y más allá!” Satisfecha, abre una puerta secreta y sale balanceándose “a escena”, donde un mar de niños sonrientes la recibe en la Main Street USA, el nombre de la calle principal.
Para la pata Daisy es sólo el comienzo de un día más de trabajo. Para mí es la primera visita a un parque temático de Disney. Es fácil ser cínico con respecto al mundo de Disney. Sí, es un mundo artificial, pero de eso se trata; de escapar de la realidad durante un rato.
Además, sinceramente, ¿a quién no le gusta un lugar con jardines bellamente cultivados, una milagrosa ausencia de basura y un personal que hace hasta lo imposible para garantizar que pases un buen momento?
La trastienda de la magia
Hago arreglos para reunirme con Alex Wright, veterano diseñador e ingeniero en imágenes, a las siete de la mañana, dos horas antes de que el parque abra sus puertas. Es entonces cuando hay una pequeña “ceremonia” de bienvenida, con algunos de los personajes de Disney. Wright, un hombre de ojos azules, delgado y de más de 1,80 metro de estatura, ha trabajado en Disney durante casi 20 años y le gusta decir que tiene “40 años, entrados en 12”. Él y cientos de otros ingenieros en imágenes de Disney son los responsables del diseño, el mantenimiento y la planeación de todos los detalles de las atracciones.
Juntos al final de la calle principal, la icónica entrada al Magic Kingdom de Disney, Wright me cuenta que la primera vez que visitó el Disney World fue el día en que cumplió ocho años. “El sitio me atrapó. En ese momento supe que un día trabajaría aquí”, dice con una sonrisa tan amplia como la del ratón Mickey.
Aunque no hay visitantes en el parque, sólo los miembros del elenco que barren la calle y preparan las vidrieras, una alegre melodía del género ragtime sale de altavoces ocultos. “Hasta los miembros del elenco necesitan ponerse en ambiente”, explica Wright. Pronto me entero de que la psicología es un elemento importante del diseño en Disney.
Suspender la realidad
“Nuestro propósito es lograr que los visitantes suspendan la realidad”, me confía Wright, mientras él y yo pasamos por los molinetes para acceder al parque. “Queremos que se lleven la impresión de entrar en un enorme teatro; que se sientan llenos de emoción y expectativas”. Los ingenieros en imágenes diseñaron deliberadamente una entrada al parque con el techo bajo para que los visitantes emerjan de pronto al “Espectáculo”. Sus sentidos son bombardeados inmediatamente por el olor de los pochoclos, el sonido de la música y las vistas de la calle principal. Y en efecto, tan pronto como tengo ante mí la primera vista de esta calle, siento mucha emoción y ganas de ver qué sigue.
“Walt Disney quería que la calle principal encarnara una época más sencilla y menos frenética”, me comenta Wright. Disney pidió a sus ingenieros que basaran sus diseños en la ciudad de su niñez, o al menos como él la recordaba. “Quería que el diseño fuera confortable y nostálgico”. Para lograr eso, se usó una técnica a la que se refieren como “realidad acrecentada”.
“Nuestros diseños podrán no ser estrictamente fieles desde el punto de vista histórico, pero están creados para evocar una respuesta emocional”, explica Wright.
Por ejemplo, todos los edificios del “estilo victoriano de la costa este” que se hallan en la Main Street de 260 metros de largo están construidos con pisos que se reducen un 80 por ciento cuanto más altos son. Esta técnica de diseño la tomó Disney de los diseñadores de escenarios teatrales y se llama “perspectiva forzada”. Hace que los edificios parezcan más íntimos, más invitadores. “También hacemos lo opuesto”, dice Wright. Señala el Castillo de Cenicienta en el corazón del Magic Kingdom y explica cómo los ingenieros hicieron cada hilera de piedras (en realidad, un compuesto de fibra de vidrio y resina) sucesivamente menor para dar la ilusión de que el castillo es mucho más alto de lo que en realidad es.
Con el parque vacío, es fácil ver hasta dónde llegaron Walt Disney y sus ingenieros de imágenes para que todo estuviera bien. Pensemos, por ejemplo, en los tachos de basura. Dice Wright: “Walt siempre regalaba golosinas a los visitantes en Disneylandia y observaba cuánto caminaban antes de dejar caer las envolturas. Por eso, nuestros depósitos de basura tienen una distancia de nueve metros entre sí”. Ningún visitante se halla en ningún momento a más de nueve metros de un tacho.
Los aromas de las panaderías y de otros comercios flotan a través de conductos de ventilación y llegan a la calle principal. Unos altavoces discretamente ubicados transportan música de fondo controlada por computadora y cuidadosamente elegida. La música sube y baja de volumen de acuerdo con el ruido que haga la muchedumbre.
Lo que el visitante quiere saber
Cuando los investigadores de Disney se percataron de que más del 90 por ciento de los visitantes caminan, cuando entran, por el lado derecho de la calle principal, situaron la mayor parte de los comercios de alimentos a la derecha, y los de souvenirs a la izquierda. De esa manera, los visitantes pueden ir a un restaurante, una heladería o una pastelería cuando entran, y pueden llevar un souvenir a la salida.
Hasta la basura se maneja de manera diferente aquí. Los desechos se depositan en un sistema de aire comprimido del tamaño de un parque, que los arroja por tuberías ocultas. Se espera que todos los miembros del elenco, incluido el presidente ejecutivo del parque (¡que sí lo hace!), recojan la basura que ven en el suelo. Un equipo de limpiadores con aspiradora sigue todos los desfiles recogiendo papel picado. Los miembros del elenco tienen estrictos reglamentos de apariencia. Las perforaciones y los tatuajes deben ser invisibles.
Entre bastidores, unos carteles con caras sonrientes exhortan a los miembros del elenco a “proyectar una energía y una imagen positivas”.
Si alguien le pregunta a un miembro del elenco: “¿A qué hora es el desfile de las tres?” (la pregunta que más se hace en el parque), a éste ya se le ha enseñado a ver la pregunta como una oportunidad de establecer contacto. Ya han aprendido que lo que realmente quiere saber el visitante es: “¿Cuál es el mejor lugar para ver el desfile” o ¿”Vale la pena esperar el desfile?” Como explica Wright: “Contratamos a la gente más por su actitud que por su capacidad. Una actitud amable no se enseña”.
Los visitantes que invariablemente corren por la calle principal atraídos por el Castillo de Cenicienta siempre se pierden de algunos detalles entrañables.
Entro en el Almacén de Ramos Generales, levanto un antiguo teléfono de manivela empotrado en la pared trasera y escucho una conversación (grabada) entre la residente de arriba y su hija. Es uno de los extras escondidos y no publicitados que a Wright y sus ingenieros de imágenes les encanta diseminar como huevos de Pascua por todo el parque. “No hacemos publicidad a muchas de estas cosas porque queremos dar a la gente ‘permiso para explorar’ el parque”, dice Wright.
Otro presente para los visitantes super observadores son los cientos de “ratones Mickey ocultos que los ingenieros de imágenes han escondido por todo el Disney World. Aunque esto comenzó como un chiste confidencial entre los ingenieros, las siluetas de la cabeza y las orejas de Mickey han ganado popularidad con el público. Están escondidas por todo el parque, y en todo desde mosaicos hasta rejillas de radiadores, pasando por el fresco de un marajá en el Animal Kingdom. “Más huevos de Pascua”, dice Wright.
“Mira las ventanas del segundo piso del comercio”, me dice mientras paseamos por la calle principal. Cada una paga tributos a las “estrellas” que crearon este parque. “Las consideramos los créditos de nuestra película”, agrega. Como corresponde, la primera ventana, la Oficina del Ferrocarril (Railroad Office), lleva inscritas las palabras “Walter Disney, Maquinista. Cuidamos las Vías de los Sueños.” Más adelante, “Inversiones en Bienes Raíces M.T.Lott” honra a las compañías pseudónimas que Disney creó en los años sesenta para adquirir secretamente los 104 kilómetros cuadrados que componen el Parque Mundo de Walt Disney.
El hogar de la Ingeniería
Tras explorar la parte de los escenarios abiertos del parque, finalmente obtuve permiso para ver el “sanctasanctórum” entre bastidores, el rara vez visitado hogar de la Central de Ingeniería. Abriendo una puerta secreta, cuya ubicación he jurado no revelar (bueno, digamos tan sólo que si usted anda en busca de una gorra del ratón Mickey y está cerca del Castillo de Cenicienta…), me agacho debajo de la vidriera de un comercio, abro una puerta sin identificación y desciendo a un pasillo.
Seis metros debajo del parque, camino por los pasillos iluminados con luces fluorescentes y paso por la cafetería de los miembros del elenco, la Mousekateria, un banco, un salón de tenis de mesa y otro de disfraces y pelucas, hasta que me da la bienvenida Don Partin, alto directivo de los servicios de ingeniería del Disney World.
“Pocas personas de afuera entran aquí”, explica Partin mientras me muestra la sala de computadoras, más de nueve metros cuadrados adornados de kilómetros de cables y bancos de equipo de alta tecnología que controlan todo, desde un fantasma que grita en la Mansión Embrujada (Haunted Mansion) hasta el discurso audioanimatrónico grabado del presidente Barack Obama en el Salón de los Presidentes (The Hall of Presidents).
Partin me dice que poco antes de que llegara yo su equipo recibió un mensaje de radio del centro de atención telefónica en el que se les informaba: “El PhilharMagic está en 101 para una interrupción de la función”. “En otras palabras, por alguna razón, el espectáculo se detuvo en nuestro teatro tridimensional”, explica Partin.
“Enviamos a un técnico, quien descubrió que un niño del público saltó de su asiento, activó un sensor de seguridad y la función se detuvo cuando la cortina estaba a punto de cerrarse. A veces sucede esto”.
El departamento de Partin también controla la salida de audio de toda la música de fondo para los diferentes sectores del parque, desde el jazz estilo dixieland para la calle principal, hasta el tema de Davy Crockett para la Tierra de la Frontera (Frontierland). También controla la mayor parte de la música de las atracciones individuales. Cuando le pregunto a Partin cómo hace para no volverse loco después de escuchar “It’s a Small World” por enésima vez, sonríe y me entrega un par de audífonos. “Las únicas ocasiones en que oímos algo aquí es cuando revisamos para verificar que esté bien”.
Enchufo mi cable del audífono a una consola y escucho el sonido de mil murciélagos. En otra oigo el ruido de un terremoto. “Ambos son de la Montaña del Trueno (Thunder Mountain)”, refiere Partin. “Suena bien. Todo aquí está en 102 (en buenas condiciones de funcionamiento)”.
El espectáculo (Imposible no sonreír)
De regreso al parque, estoy con Alex Wright al final de la calle principal. Son unos minutos después de las 9 de la mañana y acaba de empezar el día. Miles de visitantes están ingresando. La música se escucha a todo volumen. Unos actores callejeros llenos de energía cantan y bailan. Se oye el ruido de cascos. Pasa un carruaje tirado por caballos, lleno de visitantes con cámaras de fotos.
“De esto se trata todo —dice Wright con una enorme sonrisa—. “¡Éste es el ESPECTÁCULO!” Es imposible, aun para los más cínicos, no sonreír al ver a chiquitas de ojos muy abiertos vestidas de princesas de cuentos de hadas, a niñitos disfrazados de piratas y a todos, desde los adolescentes hasta los adultos mayores, con sombreros de los ratones Mickey y Minnie Mouse, y amplias sonrisas.
Cuando un actor callejero de Disney ofrece a dos pequeñas niñas unos alfileres de recuerdo, su madre me ve por ahí y me pregunta:
—Disculpe, ¿a qué hora empieza el desfile de las tres?
Sin titubear, le respondo:
—Diríjase usted a la calle principal alrededor de las 2:30 para tener la mejor vista. No se la pierda. Le encantará.