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Aprenda cómo ganarle al sentimiento de envidia

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La envidia puede dañar relaciones. Accione y evite que este mal sentimiento le haga daño a usted y a quienes le rodean.

Hace unos meses, cuando me enteré de que mi nueva compañera de trabajo había adoptado a un perro abandonado, mi primera reacción fue de entusiasmo. Un año y medio atrás, yo también había adoptado uno, una tierna perrita salchicha con un solo ojo llamada Belle. Pensé que encontraría en mi compañera un ser empático, alguien con quien compartir la difícil tarea de criar a un animal rescatado, pero, en cambio, ella permanentemente hablaba de lo sencillo que resultaba el cuidado de su cachorro. Mientras que a Belle le tomó semanas tan solo aprender a sentarse y hasta el día de hoy le ladra a cada niño y persona mayor que encuentra a su paso, el perro de mi compañera se adaptó de inmediato a su nuevo hogar y desde el inicio aceptó con docilidad mascotas y palmadas de cualquiera.

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Si bien eran sensaciones momentáneas, yo estallaba de envidia y me producía un profundo malestar que el proceso le estuviera resultando tanto más fácil a ella que a mí. A medida que avanzaba el día, mis pensamientos escalaban sin freno: ¿Será que simplemente no tengo lo necesario para cuidar a otro ser vivo? Si tuviera hijos, ¿terminaría dañándolos emocionalmente por mi falta de paciencia?


Experimentar envidia puede sumergirnos en una sensación de carencia e insatisfacción, e impedirnos apreciar nuestras propias circunstancias individuales. Si bien estos sentimientos incómodos de insuficiencia y ambición pueden parecer imposibles de superar, aquí se describen algunas estrategias prácticas para combatirlos.

Cómo reconocer la envidia

Identificar qué es lo que despierta esta sensación es el primer paso, según Charina Cruz, asesora de desarrollo personal y profesional, quien frecuentemente ve clientes que llegan con sentimientos de ira, frustración y tristeza, pero no conocen el por qué de lo que les sucede. “Se sienten confundidos por lo que están experimentando”, comenta Cruz. Y si bien a las personas no les gusta admitir que desean lo que otros tienen, luego de ahondar un poco advierten que la envidia es muchas veces la raíz de estas emociones tan complejas.

Si sospecha que el estrés que experimenta en realidad puede tratarse de envidia, Cruz recomienda practicar un ejercicio llamado las “cinco capas del por qué” para ayudar a comprender el origen del problema. Es muy simple: pregúntese por qué se siente de ese modo y luego cuestione su respuesta con otro “por qué” y así sucesivamente. Una vez atravesadas las cinco capas generalmente se llega al centro de la cuestión: por qué, por ejemplo, el éxito profesional de mi hermano me ha provocado tristeza, o por qué me molesta que mi amigo se haya comprado una casa nueva. Lo que descubrí fue que la envidia que sentía por el tema de mi perro, se originaba, en realidad, en un deseo más profundo de validación, de saber que algún día podría convertirme en una madre idónea.

De acuerdo con la psicoterapeuta Elaine Smookler, advertir la envidia es un primer paso. “Resulta liberador”, sostiene, y agrega que el simple hecho de identificar un sentimiento puede ayudar a reducir el poder de sus efectos. Al igual que Cruz, sugiere explorar la emoción; puede usar un diario donde plasmar esas emociones para intentar descifrar lo que desea.

Aprenda a practicar la empatía

Dado que la envidia nos hace sentir inferiores cerca de alguien que posee lo que nosotros no, puede tener el desafortunado efecto adicional de tensionar relaciones importantes. Por supuesto que lo que esa persona posee no amenaza efectivamente nuestro bienestar, solo nos hemos convencido a nosotros mismos de eso, por lo que una forma de manejar la envidia es incorporar una emoción opuesta: empatía.

Al empatizar con alguien, la atención se traslada desde nuestra propia perspectiva hacia la de la otra persona. Tan solo eso puede ser poderoso, afirma Smookler. “Cuando tenemos una actitud autorreferencial y nos pensamos como la estrella de nuestra propia película, cualquier cosa que parezca que están quitando de nuestras manos puede disparar este malestar”, comenta. Por otro lado, cuando le deseamos el bien a los demás, solo ese acto en sí mismo puede hacer que nos sintamos mejor, como un impulso de seguridad que nos ayuda a recuperar la perspectiva y a ver con claridad que cada uno tiene sus propias habilidades que son únicas.

Replantearse las cosas de este modo puede ser crucial para superar las situaciones de envidia en el entorno laboral.  

Para contrarrestar estas situaciones, los investigadores recomiendan que los empleadores generen ambientes laborales donde se cultive la empatía a partir de la valoración de la colaboración y el trabajo en equipo por encima del éxito individual. Y, que cuando un empleado merezca un reconocimiento, siempre se comunique con claridad de qué modo otras personas también pueden alcanzar logros similares y así puedan alegrarse por sus pares.

Busque la automotivación

Aun cuando sea un sentimiento desagradable, la envidia puede ayudarnos a reconocer nuestro deseo de mejorar o de implementar cambios. Aquel amigo que tiene una hermosa casa de campo puede inspirarnos a gastar menos y ahorrar para algún día tener una propia, por ejemplo.

En un trabajo desarrollado en 2011 por investigadores de la Universidad de Tilburg, Holanda, se indicó que hasta la envidia positiva, es decir, aquella que nos empuja hacia la inspiración en lugar de llevarnos a la autodestrucción, es una fuerza motivadora más efectiva que la admiración. De hecho, resultó ser tres veces más probable que los alumnos que experimentaban este sentimiento hacia otros que obtenían mejores resultados aumentaran sus horas de estudio que aquellos que miraban a sus pares con admiración. La envidia provoca más frustración, lo que a su vez impulsa a las personas a implementar un cambio activo.

Jamie Gruman, de la Asociación Canadiense de Psicología Positiva, sugiere siempre ser realista al compararse con personas a las que aspiramos a parecernos. Establecer objetivos poco razonables, afirma, impide que la envidia se transforme en motivación. 


En lo que respecta a la autoestima vinculada con la crianza de mi perro, Belle continúa gruñendo a los desconocidos por la calle y me cuesta no volver a caer en esa sensación carencia y, en consecuencia, de malestar hacia aquellos que han tenido una transición fluida con perros rescatados del abandono. Pero me esfuerzo por resistir la tentación: recuerdo que debo sentirme feliz por mi compañera de trabajo y que los avances de Belle son exclusivos de ella y diferentes de los de otros perros.

Cuando percibo que ese sentimiento tan familiar vuelve a surgir en mi interior, pienso en una simple recomendación de Gruman: “Sé feliz donde sea que estés”, y luego concentro nuevamente mi atención en la gratitud por lo que sí tengo en lugar de preocuparme por aquello que no.

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