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Familia a vela

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La transformación de los desechos náuticos da lugar a nuevas oportunidades de trabajo e inserción social.

Un emprendimiento joven, sustentable y familiar

La página web de Mafia bags (mafiabags.com) tiene una portada sugestiva. Debajo de la palabra MAFIA dice “Bienvenido a la familia”. Quien no la conoce podría confundirse fácilmente y pensar que se los invita a una asociación ilícita. Quizá sea ese el objetivo de esta banda (mitad familia, mitad amigos): la provocación ya que, tampoco —valga la aclaración—, es una banda en los términos delictivos con que suele asociarse la palabra.

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Mafia es un emprendimiento familiar. La cara visible, la marca de lo que hacen, es justamente el apellido que los identifica. En realidad es Mafía, con acento en la i. Pero a Marcos, uno de los hermanos fundadores (la otra es Paz, la hermana mayor), en la escuela los compañeros le llamaban mafia, sin acento, y así nomás quedó. Les resultó simpático y excitante a la vez para nombrar a una organización que produce bienes gracias a los desechos que generan los deportes acuáticos.

Utilizan velas de kitesurf, windsurf o barcos y las transforman en mochilas, billeteras o bolsos coloridos, livianos y resistentes. ¡Uno de los bolsos de la línea pesa lo que dos tenedores! Y todos resultan productos únicos, pues la procedencia de los materiales es tan variada como las velas barriletes que podríamos divisar una tarde de buen tiempo en el horizonte del río. El kitesurf es un deporte de deslizamiento que utiliza una vela a modo de barrilete para traccionar al deportista que, sujetado a un arnés, puede desplazarse con una tabla sobre el agua.

Marcos Mafía, a los 22 años, era campeón de la especialidad, por lo tanto conoce la trama de las velas y el mundo de los kiters y otros practicantes de disciplinas similares. Dos años después —hoy tiene 24—, sostiene que “los desechos generados por los deportes acuáticos generalmente constituyen basura no biodegradable y de grandes dimensiones. La idea nació porque no sabíamos qué hacer con las velas viejas, ocupaban lugar y tampoco queríamos que terminen en el agua entorpeciendo nuestra práctica y la vida de los peces…” Fue un día en que un grupo de chicos se puso a pensar que los desechos que provocaban sus hobbies podrían tener utilidad. Conscientes de que su realidad era la de muchos, intercambiando preocupaciones con su hermana Paz, otros miembros de la familia y amigos, decidieron que algo había que hacer. Lanzaron la convocatoria y de a poco empezaron a recibir velas de todo tipo con colores llamativos y buena textura que ya no cumplían su función primaria de embolsar al viento pero que, por sus dimensiones, podrían aprovecharse para confeccionar otros artículos de uso en la vida cotidiana.

La idea de Marcos y los otros no tenía como finalidad exclusiva limpiar los cuartos o las azoteas de velas en desuso, pero tampoco el lucro los animaba desmedidamente. Los entusiasmó la posibilidad de encontrarse con otros, de potenciar saberes, intercambiar y aprender ampliando la base de posibles beneficiarios con algo que no existía antes. Ese era el desafío. Los Mafía empezaron a tender redes y se vincularon con la Asociación Civil Avanzar (avanzar.org.ar), una organización sin fines de lucro destinada a desarrollar capacidades y mejorar la vida de sectores de menores recursos. Avanzar los relacionó, entre otros, con Javier, Pastor y Teo, hábiles para la confección y terminado de las telas. Las alianzas progresaron de un modo virtuoso y así fue como se incorporó una incubadora de emprendimientos sociales del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que les proporcionó espacio para el trabajo y herramientas para que las actividades se enmarquen en las prácticas de comercio justo que garantiza el cuidado del medio ambiente, la transparencia, el respeto y la equidad entre todos los que conforman la cadena productiva. 

El sitio de los Mafía recibe hoy cientos de consultas y sugerencias relacionadas a la compra o mejoramiento de los productos. La propuesta de utilizar los banners publicitarios del mundial de surf, por ejemplo, se constituyó en un buen aporte y aquellos despojos dejaron de serlo para cumplir otra función. Así, se desarrolla en paralelo una especie de comunidad virtual que adhiere a un modo diferente de hacer las cosas y que considera con sensatez que la basura NO es basura, porque los desechos de hoy pueden transformarse en un producto útil mañana generando trabajo y bienestar a las decenas de personas involucradas. “Canjeá tu vela por un producto” es el llamador que invita a surfers y otros deportistas acuáticos a llevarse un bolso o una mochila por un “atrapa vientos” que se deja de usar. Y rematan con una frase que motiva aún más: “Si no querés ver a tu vela durmiendo con los peces, donala”. Las tomarán manos jóvenes, activas y esperanzadas. Con urgencias de cambiar.

Difusión a pulmón

Un cuarto de la casa paterna les sirve de taller y depósito. Marcos Mafía y su hermana Paz especialmente frecuentan el espacio donde acopian y cortan las telas, las agrupan según los colores, y entusiasman a los que se acercan para saber más. Los fines de semana participan activamente en exposiciones y ferias al aire libre donde les permitan explicar cómo empezaron, por qué lo hacen y las bondades del proyecto en general. Cerca de Plaza de Mayo hay una muestra de productos sustentable a la que asisten los domingos. Montan un tablón sobre dos caballetes, los bolsos arriba, y se ponen a hablar con los turistas que andan por ahí.

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