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Criadero de focas de Groenlandia

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Los cachorros de foca gris dependen de este hermoso paisaje de hielo que rodea las islas de la Magdalena en Canadá.

Al caminar sobre el mar congelado, es fácil olvidar que hay todo un océano debajo. En este mundo de hielo solo existe lo esencial: un cielo increíblemente azul, la luz del sol brillante que se refleja en la nieve recién caída y una brisa que vibra como las cuerdas de un violonchelo, todo inmerso en una blancura absoluta. En ese momento se oye a lo lejos el coro de los llamados de los cachorros, por lo que decido detenerme a escucharlo. Es un momento único que deseo apreciar al máximo antes de sacar las cámaras. Alcanzo a ver un ligero movimiento en una cresta de nieve cercana, una suave y torpe ondeada de una aleta pequeña. Entonces veo un cachorro resguardándose del viento dentro de una pequeña cueva de nieve moldeada con el movimiento y calor del cuerpo de su madre. Su pelaje aún conserva toques color amarillo del líquido amniótico

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Elegí un lugar a una distancia apropiada y me arrodillé sobre la nieve a observar y esperar mientras anotaba la fecha: 8 de marzo de 2019. Puedo oír borboteos en el agua y respiraciones cortas y ruidosas antes de ver que una cara con bigotes y grandes ojos oscuros que observan a su alrededor emerge desde un agujero en el hielo. La hembra decide salir por completo con ayuda de sus garras curvadas, avanzando con ellas sobre el hielo hacia su cría. Al llegar, se dan un beso con la nariz para reconocerse, el cual les permite establecer su parentesco: ¿eres mi cachorro?, ¿eres mi madre? La hembra voltea para evaluar mi presencia; decide que no soy una amenaza, por lo que se acomoda sobre su costado, cierra los ojos y comienza a amamantar a su cría. Te doy la bienvenida al criadero de focas de Groenlandia en el golfo de San Lorenzo, ubicado en las costas las islas de la Magdalena (Îles-de-la-Madeleine), Quebec, una de las dos áreas de parto de focas en el Atlántico Noroccidental. Las focas adultas migran a este lugar desde el Ártico en busca de un lugar adecuado en el hielo para que las hembras gestantes puedan dar a luz. Las focas de Groenlandia dependen del hielo por naturaleza: necesitan de una plataforma estable sobre el mar para que las crías sobrevivan. Dichas crías, que nacen sobre el hielo entre finales de febrero y principios de marzo, se amamantan durante 12 a 15 días antes de comenzar a valerse por sí solas.

Cuando son pequeñas, sus ojos de obsidiana, narices de carbón y un pelaje tan suave como algodón hacen de estas focas una las criaturas más adorables del planeta. Conforme observo el paisaje, veo otros cachorros más grandes y activos en etapa de pelaje blanco. Estas jóvenes crías, que nacieron unos días antes, tienen una ventaja de tiempo en un entorno impredecible debido al cambio climático y su impacto en el hielo. Son los cachorros que nacieron después los que más necesitan de un período sobre hielo estable para sobrevivir en un mundo donde la primavera se adelanta más y más cada año, acompañada de tormentas fuertes que destruyen la capa marina congelada. La vida en el hielo es difícil y con altas probabilidades de mortalidad natural.

Las islas de la Magdalena, o Maggies, como las llaman algunos canadienses, conforman un archipiélago de islotes con aspecto de barcos anclados en el Golfo de San Lorenzo. Había venido aquí en 2011 para una historia sobre el ecosistema marino del golfo. El barco que abordamos en aquella ocasión con el fin de hallar algunas focas era un buque de pesca (y de caza de focas) con casco de acero. Los habitantes de las islas de la Magdalena pescan y cazan focas desde el siglo XVII. Esta controversial tradición continúa hoy en día con sus debidas cuotas estrictas y reglamentaciones (no se permite cazar a los cachorros) a pesar de la gran disminución en el número de focas que son capturadas por la baja en los precios en el mercado y las condiciones poco favorables del hielo. “Ante la situación del mercado respecto a los artículos de caza, el ecoturismo y los viajes de observación son la mejor alternativa para la mayoría de los cazadores y dueños de embarcaciones”, nos explicó nuestro guía, Mario Cyr. 

Al cabo de dos días de búsqueda, el capitán hundió el buque en una superficie de hielo marino que albergaba una manada de más de 10 000 focas. Flotamos a la deriva con el hielo durante varios días. Usar crampones y caminar entre este conjunto de seres que viven en el hielo para luego ponerse un traje y máscara de buceo y sumergirse en su mundo es una experiencia extraordinaria. La vida a la orilla de la banquisa puede ser muy ajetreada; madres de un lado a otro bajo una catedral de hielo azul marino iluminada con haces de luz solar, temerosos cachorros de pelaje blanco mirando al mar mientras consideran la idea de saltar por primera vez y algunas focas veteranas que se deslizan al agua para explorar su nuevo mundo oceánico. La misión no solo fue un éxito fotográfico, sino que además me aportó un momento que cambió mi vida. En el último día, mientras flotaba a una distancia prudente de una madre y su cría, un macho agresivo mordisqueó mis tobillos y me empujó por la espalda, hundiéndome bajo la superficie. La hembra forcejeó con él y nos apartó a su cachorro y a mí lejos del peligro. Aún no terminaba de procesar esto cuando nuestro buque salió de puerto justo antes de que un sistema de baja presión comenzara. La tormenta arrasó en el golfo, azotando todo a su paso. Al llegar a la orilla nos enteramos de que el hielo marino se había desintegrado junto con la manada de focas y las crías se habían perdido. La tormenta había hecho que mi encuentro con la hembra se tornara agridulce y fue entonces comprendí que estábamos ante una nueva realidad: el mundo de hielo es tan frágil como un sueño.

Darme cuenta de ello me motivó a volver cada año, siempre que las condiciones climáticas lo permitieran, para poder documentar la vida de las focas y ayudar a conectar a otras personas con estas criaturas y su reino cada vez más pequeño. Más adelante, en 2019, el barco que alquilamos para nuestra visita anual al criadero canceló el viaje; los barcos de pesca estaban “atorados en el hielo”. No obstante, prometía ser un buen año para observar a las focas, así que decidimos unirnos a un viaje de ecoturismo en helicóptero que lleva a los pasajeros por arriba del hielo durante la temporada de cría y aterriza solo si las condiciones son seguras. Y fue así como termino viendo a un cachorro amamantarse mientras su madre tomaba el cálido sol. Al caminar de regreso a los helicópteros, me encuentro con una niña sentada junto a un cachorro blanco que la mira. Hay una joven que trajo una foca de peluche de cuando era niña y un hombre de unos veintitantos años que tuvo que dormir en su auto y comer alimentos enlatados luego de gastar todo su dinero en el último viaje en helicóptero de la temporada. Su pasión y curiosidad hizo que todos llegaran a este lugar para crecer y aprender del entorno. Después de aquella experiencia buceando con la madre protectora y su cachorro, mis dudas sobre las interacciones entre los humanos y la vida silvestre se esfumaron. Ahora reconozco que a veces las cosas suceden cuando menos lo esperamos. La bióloga puede explicar por qué el macho de foca sintió la necesidad de desafiarme mientras yo nadaba con su posible pareja. Sin embargo, creo que es difícil de explicar por qué la madre me llevó a un lugar seguro con su cría. No necesito ninguna explicación. Sencillamente lo acepto. 

De National Geographic (Diciembre 2019/ Enero 2020), copyright ©2019 National Geographic

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