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La historia detrás del cubo Rubik

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Quien primero resolvió un Cubo de Rubik luchó durante un mes hasta lograrlo. Se trataba de su mismísimo creador, un modesto profesor de arquitectura húngaro llamado Ernö Rubik. 

Ernö Rubik desarrolló uno de los juegos de ingenio más populares del mundo y aún aprende de él. Cuando inventó el cubo en 1974, no estaba seguro de que pudiera resolverse. Tiempo después, expertos matemáticos calcularon que existen 43.252.003.274.489.856.000 maneras de organizar los cuadrados.

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Cuando Rubik finalmente lo logró, se sintió invadido por una “inmensa sensación de realización y alivio absoluto”. Hoy, mirando atrás, advierte que para las nuevas generaciones de “speed-cubers”, personas que resuelven estos cubos a altísima velocidad, como el chino Yusheng Du, con el récord mundial a 3,47 segundos en 2018, tal vez no sea tan emocionante.

“Pero recuerden”, escribió Rubik en su libro autobiográfico Cubed, “esto nunca se había hecho antes”.

En las casi cinco décadas desde entonces, el Cubo de Rubik se ha convertido en uno de los juegos de ingenio más duraderos, seductores, enloquecedores y absorbentes jamás creados. Se han vendido más de 350 millones de cubos a nivel mundial, y si se incluyen también las copias económicas, esa cifra se eleva bastante más. El cubo cautiva a programadores informáticos, filósofos y artistas por igual. Se han publicado cientos de libros sobre prometedoras estrategias para resolución rápida, análisis de los principios de diseño del cubo y exploración de su significado filosófico.

El científico Douglas Hofstadter escribió en 1981 que el cubo “es una ingeniosa invención mecánica, un pasatiempo, una herramienta de aprendizaje, una fuente de alegorías, una inspiración”.

Pero aunque el Cubo de Rubik conquistó el mundo, el hombre detrás de él, un ser modesto y reacio a la publicidad, continúa siendo un misterio.

RUBIK, hoy de 77 años, es un hombre alegre y animado que juega con sus anteojos y se balancea en el sillón del salón de su casa mientras se pasa las manos por el pelo y deja en alto un mechón gris que le da el aspecto de un pájaro sobresaltado. Habla de manera formal y ofrece respuestas extensas, elaboradas y filosóficas.

“Tengo una relación muy cercana con el cubo”, dijo Rubik durante una entrevista vía Skype desde Budapest. Sentado en la comodidad de un hogar que él mismo diseñó, jugaba distraído con un cubo mientras charlábamos. “El cubo ahora es un ser de mediana edad; conozco muchas cosas sobre él”.

Ernö Rubik nació el 13 de julio de 1944 en el sótano de un hospital de Budapest que se había convertido en refugio antiaéreo. Su padre era ingeniero y diseñaba planeadores.

Cuando era niño, le encantaba dibujar, pintar y esculpir. Estudió arquitectura en la Universidad Técnica de Budapest y luego arte en la Escuela Superior de Artes Aplicadas. Se obsesionó con los patrones geométricos. Como profesor, daba una clase llamada geometría descriptiva que enseñaba a los alumnos a utilizar imágenes bidimensionales para representar formas y problemas en tres dimensiones. Era un campo algo extraño y esotérico que lo preparó para el posterior desarrollo del cubo.

En la primavera de 1974, cuando tenía 29 años, Rubik estaba en su habitación en casa de su madre, jugando. Era un lugar similar al interior del bolsillo de un niño, con crayones, cuerdas, palitos, resortes y recortes de papel por todas partes. También había cubos hechos con papel y madera.

Un día, “no sé exactamente por qué”, escribe en su libro, intentó unir ocho cubos de modo que pudieran mantenerse juntos pero, al mismo tiempo, moverse a través de la estructura y cambiar de lugar. Montó los cubos con madera y luego perforó un orificio en las esquinas para unirlos. Rápidamente el objeto se desarmó.

Muchas pruebas y repeticiones más tarde, Rubik llegó al diseño exclusivo que le permitiría construir algo paradójico: un objeto sólido y estático que también fluía. Luego decidió pintar las caras de los cuadrados de color amarillo, azul, rojo, naranja, verde y blanco para que los movimientos adquirieran visibilidad. Rubik dio un giro, luego otro y otro hasta que advirtió que tal vez ya no podría devolver el cubo a su disposición original. Se había perdido en un colorido laberinto y no tenía ni idea de cómo navegar a través de él. Y no había vuelta atrás.

Después de que el cubo se convirtiera en un fenómeno mundial, corrieron un sinfín de rumores sobre el proceso creativo de Rubik y se decía que su creador trabajaba en el cubo día y noche durante semanas. En realidad, iba a trabajar, visitaba a amigos e intentaba resolver el cubo en su tiempo libre, solo por diversión.

Una vez que lo logró, Rubik presentó una solicitud ante la Oficina de Patentes de Hungría por un “juguete de lógica tridimensional”. Y un fabricante de juegos de ajedrez hizo 5.000 copias. En 1977, el “Cubo Mágico Rubik”, o Buvös Kocka, debutó en las jugueterías húngaras. Dos años más tarde, se habían vendido 300.000 cubos en Hungría.

Rubik firmó un contrato con una empresa estadounidense, Ideal Toy, que quería un millón de cubos. La empresa llevó a Rubik a una feria de juguetes en Nueva York en 1980. El tímido profesor de arquitectura no era el vendedor más carismático, pero la empresa necesitaba a alguien que pudiera mostrar que era posible resolverlo.

Las ventas se dispararon: en tres años, Ideal vendió 100 millones de Cubos de Rubik. Las guías y libros para resolver el cubo llenaron las listas de best-seller. “Muchos tienen la sensación de que el cubo es muy simple, con seis caras y seis colores”, dijo el filósofo Steve Patterson. “Pero en poco tiempo se vuelve increíblemente complejo”.

Al principio, Rubik no recibía un sueldo de la empresa de juguetes y durante un tiempo obtuvo muy pocos beneficios. Vivía con su sueldo de profesor de 200 dólares al mes. Pero empezaron a correr rumores de que se había convertido en el hombre más rico de Hungría o que había perdido todo su dinero por un grupo sin escrúpulos. (Nada era cierto).

Rubik comenzó a sentirse atrapado por su propia creación y toda aquella atención lo ponía nervioso. “No soy el tipo de persona que disfruta siendo el centro de las miradas”, comentó. “Ese tipo de éxito es como la fiebre, y la fiebre alta puede ser muy peligrosa”.

Prácticamente a la misma velocidad con la que estalló la popularidad del cubo, comenzó a desmoronarse. Copias falsas y de baja calidad inundaron el mercado y la demanda cayó. Rubik inauguró su propio estudio de diseño en Hungría y comenzó a trabajar en nuevos proyectos, entre ellos, dos juegos llamados Snake y Tangle.

En la década de 1990, una nueva generación de entusiastas redescubrió el cubo. Se alcanzaron nuevos récords de resolución a gran velocidad y se marcaron otros récords menos comunes: personas que resolvían el cubo bajo el agua, mientras caían en paracaídas, con los ojos tapados o hacían malabarismo. La Asociación Mundial de Cubos Mágicos hoy organiza más de 1.000 competiciones al año.

RUBIK no se suma a estos desafíos. Puede resolver el cubo en aproximadamente un minuto, pero no está interesado en la velocidad. “La solución elegante y la calidad es mucho más importante que la rapidez”, dijo. Hoy, se dedica a leer ciencia ficción, jugar al ping pong y a la jardinería. Y todavía reflexiona sobre sus posibles aplicaciones. “Veo potencial para usos que aún no se han desarrollado”, dijo. “Me encuentro en esa búsqueda”.  

extracto Del NEW YORK TIMES (16 DE SEPTIEMBRE DE 2020), COPYRIGHT © 2020 POR NEW YORK TIMES.

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