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2020: nuevas medidas para tratar la diabetes

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Sorprendentes estudios recientes demuestran cómo puedes controlar e incluso revertir esta frecuente enfermedad.

Cuando Michael Trailovici, editor de  42 años de Stuttgart, Alemania, comenzó a experimentar más hambre y sed de lo normal, no pensó que aquello pudiera ser síntoma de enfermedad y menos aun de un problema grave. Así que no realizó ninguna a consulta médica. Corría el año de 1997. Hoy en día, Michael, a sus 65 años, es uno de los más de 420 millones de personas con diabetes tipo 2 y, además, forma parte del 40 por ciento que al principio no estaba consciente de la situación. La enfermedad es tan prevalente que la Organización Mundial de la Salud (OMS) utiliza la palabra «epidemia» para referirse a ella.

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La falta de tratamiento o un mal control de la diabetes tipo 2 puede producir consecuencias devastadoras. Los pacientes corren riesgo de sufrir lesiones en los vasos sanguíneos, el corazón, el hígado, los riñones y los ojos. También eleva la probabilidad de desarrollar Alzheimer. Puede producir amputaciones e incluso la muerte. 

Pero hay una esperanza. Según los expertos, el hecho de que el número de casos de diabetes tipo 2 haya aumentado tanto y de manera tan rápida se debe, en gran parte, a la dieta moderna; es decir, tanto la enfermedad como su nivel de intensidad están bajo nuestro control. Estudios recientes indican que basta con prestar más atención al estilo de vida y a la dieta para reducir estas cifras y prevenir futuros casos. Algunos pacientes incluso tal vez consigan revertir la enfermedad por la fuerza. 

Te presentamos lo último en investigación científica sobre diabetes tipo 2 y dieta. Existen medidas que puedes adoptar para reducir su propensión a desarrollar la enfermedad o, si ya ha recibido el diagnóstico, para mantener la situación bajo control. 

De qué se trata la diabetes  

Todo empieza con los azúcares. Las células del cuerpo los necesitan, ya que al convertirse en glucosa aportan el combustible necesario para el funcionamiento del organismo. Para que la glucosa pueda atravesar la membrana de la célula, necesita tener una “llave” y la insulina es esa llave. 

Cuando una persona padece diabetes tipo 2, su cuerpo produce suficiente insulina, al menos al principio (a diferencia de lo que sucede con la diabetes tipo 1, en la que el páncreas secreta cantidades insuficientes o incluso nulas de insulina). Sin embargo, desarrolla “resistencia”, lo que le impide utilizar dicha sustancia. Es decir, la llave no funciona y al tener dificultades para reconocer la insulina, las células se niegan a obedecer la indicación de abrir sus compuertas. 

Si la glucosa no consigue llegar a donde hace falta, permanece en el torrente sanguíneo y desde ahí produce reacciones inflamatorias que causan daño de modo lento, pero implacable.

¿De verdad tengo diabetes?

Aunque al principio Michael no le dio importancia a sus ganas exageradas de comer y beber, semanas después comenzó con mareos, y fue entonces que decidió consultar al médico. Su diagnóstico: diabetes tipo 2. Y lo suyo era cosa seria. Presentaba concentraciones de glucosa en sangre que superaban los 300 mg/dL (en condiciones normales, la glucemia en ayunas es de 100 mg/dL). Sin tratamiento, esa cantidad de glucosa en el torrente sanguíneo podría causar estragos en todo el cuerpo con el paso del tiempo. Fue internado rápidamente en el hospital, donde le mandaron insulina, indicado para pacientes en etapas avanzadas. 

El caso de Michael es clásico. Sus síntomas eran tan sutiles que no les prestó atención. Además del hambre y la sed, en etapas incipientes los síntomas incluyen fatiga, pérdida de peso, mayor eliminación de orina y vista borrosa. En ocasiones, los pacientes ni siquiera experimentan molestias.

Dado que los síntomas por lo general no son alarmantes, explica la doctora Rozalina McCoy de la Clínica Mayo, en Estados Unidos, los jóvenes tienden a pasarlos por alto. Pero la situación sigue empeorando lentamente. 

Michael quedó sorprendido al recibir el diagnóstico. Sin embargo, tardó poco en descubrir que su dieta, abundante en alimentos procesados, pan blanco y dulces, no era saludable. No se había dado cuenta de que su estilo de vida lo estaba poniendo en peligro. 

“Por lo general, los más jóvenes tienen peor control de su glucemia y el manejo resulta más difícil”, explica McCoy. “En los jóvenes, para que la resistencia insulínica progrese hasta el punto de causar diabetes tipo 2, el caso debe ser grave”. Y esto incluso con síntomas leves. 

Si Michael deseaba evitar graves complicaciones a largo plazo, señala el médico tratante, debía modificar su estilo de vida por completo.

Dieta y diabetes

Durante décadas, al recomendar cambios de hábitos alimenticios para combatir la diabetes tipo 2, los médicos solían hacer hincapié en la necesidad de reducir el consumo de azúcares e hidratos de carbono. Pero ahora los investigadores han comprobado que no basta con alejarse de alimentos azucarados; la comida ultraprocesada (socorridos platos precocinados para muchos de quienes llevamos una vida ajetreada) también contribuye a la enfermedad, de acuerdo con un estudio francés publicado el año pasado en el European Journal of Public Health.

Para sorpresa de muchos, el más peligroso de todos estos alimentos resultó ser la carne procesada: embutidos y perritos calientes, por ejemplo. Y, tal vez para mayor asombro, de acuerdo con un proyecto español de revisión y análisis de estudios recientes publicado en 2019, la carne en general —el pilar de las dietas bajas en carbohidratos que muchos pacientes con diabetes tipo 2 ya han probado— también parece promocionar e incluso empeorar la enfermedad. 

Pero, ¿qué tiene que ver la carne con la glucemia? La membrana de las células se compone, en parte, de grasa proveniente de los alimentos que comemos. “Por eso, al consumir mucha carne lo que estamos haciendo es ingerir un exceso de grasa que endurecerá las membranas celulares”, explica la doctora Hana Kahleova, especialista en endocrinología del Instituto de Medicina Clínica y Experimental en Praga, República Checa. “En ocasiones, la rigidez alcanza tal punto que los receptores de insulina integrados en la membrana celular no consiguen funcionar adecuadamente”.

En otras palabras, las células se hacen “resistentes a la insulina”. En cambio, afirma Kahleova, los ácidos grasos de aceitunas, frutos secos y semillas dotan de flexibilidad a la membrana celular, lo que mejora el rendimiento de dichos receptores. 

Tras asumir el compromiso de comer más saludable, Michael sustituyó los alimentos nocivos por cereales integrales y verduras y empezó a hacer más ejercicio. Después de unos meses, sus cifras de glucemia habían bajado tanto que cambió la insulina por metformina, medicamento oral para casos más leves de diabetes. 

Estudio tras estudio, los expertos confirman la relación entre la carne y la diabetes tipo 2. Y aunque parezca extraño, esto también aplica para la carne con menos grasa. Según un metanálisis de numerosos estudios anteriores en 2017, existe una importante correlación entre el consumo de cualquier tipo de carne, incluso cortes magros, y la diabetes tipo 2. 

Por otro lado, esta y otras investigaciones han concluido que los cereales integrales ejercen un efecto protector y que cuando se incluyen en una dieta a base de frutas, verduras, lácteos y una mínima cantidad de azúcar, permiten reducir en un 42 por ciento el riesgo de desarrollar diabetes. 

También existen datos experimentales según los cuales las dietas saludables sin carne podrían revertir la diabetes. Durante un estudio de 2006, el doctor Neal Barnard, profesor asociado de medicina en la facultad de Medicina de la Universidad George Washington en Washington, D.C., y su equipo de investigadores dividieron a los participantes con diabetes tipo 2 en dos grupos. El primero llevaría una dieta totalmente de origen vegetal y el segundo seguiría el régimen recomendado por la Asociación Americana de Diabetes (ADA), que incluye productos de origen animal. A los pacientes de la dieta vegetal se les permitiría comer lo que les apeteciera. Sin restricciones. En cambio, quienes siguieran la dieta de la ADA tenían límites de ingesta
calórica. 

Al principio del estudio, los participantes dieron cifras de hemoglobina glicosilada (A1c) de entre 6,5 y 10,5 por ciento, así que el promedio se situó en el 8 por ciento. Tras 22 semanas, en el grupo que siguió la dieta de origen vegetal sin modificar el tratamiento farmacológico, las cifras de A1c se redujeron 1,48 puntos porcentuales, de media, mientras que la disminución correspondiente registrada entre los pacientes asignados a la dieta ADA fue de solo 0,81 puntos porcentuales. Para algunos de los que no comieron carne, la reducción en los valores de hemoglobina glicosilada fue del 5,7 por ciento. En la práctica, esto significa que dichos pacientes lograron revertir su diabetes. 

“Una reducción de tal magnitud supera los resultados típicos de los medicamentos orales”, señala Barnard. 

Esto no quiere decir que el veganismo permita revertir o, incluso, prevenir la diabetes en todos los casos. Según un estudio de 2016 de investigadores de la Universidad de Harvard con unos 200.000 participantes mayores de 25 años, la razón podría ser que no basta con dejar de comer productos de origen animal. También es necesario llevar una dieta saludable. Las personas con dietas casi por completo vegetarianas y ricas en alimentos saludables corrieron un 34 por ciento menos riesgo de desarrollar diabetes. En cambio, entre los participantes habituados a seguir un régimen vegetariano sin renunciar a productos poco saludables, como bebidas azucaradas, jugos de frutas, cereales refinados, papas y golosinas, el riesgo de sufrir diabetes se incrementó el 16 por ciento. Y es que existe una importante correlación entre diabetes y obesidad. Tener solo un ligero sobrepeso puede elevar el peligro. Pero adelgazar en etapas tempranas en ocasiones permite revertirla, aunque solo pierda el 10 por ciento de su peso: según algunos estudios, la diabetes podría desaparecer hasta durante cinco años. 

¿Y qué hay de las dietas bajas en carbohidratos o cetogénicas, tan populares hoy en día? ¿Son útiles en el control de la enfermedad? Sí, con precaución. En ocasiones, las dietas bajas en carbohidratos aceleran la pérdida de peso, lo que a su vez reduce la hiperglucemia. Si este tipo de régimen se sigue tres meses como máximo, los beneficios podrían justificar el riesgo. No obstante, utilizar tal enfoque para manejar la diabetes a largo plazo es más arriesgado, ya que en estas dietas los productos de origen animal ocupan un lugar destacado.

Diabéticos de más edad

Todos los principios que aplican para los pacientes jóvenes —dieta y estilo de vida— también son válidos para los diabéticos mayores de 65 años, salvo por una importante diferencia. Si tiene diabetes tipo 2, se encuentra en una edad avanzada y padece otras enfermedades crónicas graves, el tratamiento intensivo o agresivo puede producir importantes problemas. 

Cuanto más achaques adicionales tiene un paciente diabético en edad avanzada, mayor es su riesgo de experimentar peligrosas crisis hipoglucémicas (grandes descensos en la glucemia), que podrían elevar la probabilidad de sufrir cardiopatías, caídas, fracturas óseas e incluso de morir. Hasta los ligeros episodios de hipoglucemia atribuibles a un tratamiento agresivo tienen el potencial de mermar la calidad de vida y casi no aportan ningún beneficio. 

Una de las razones por las cuales lo más recomendable es que las personas mayores con otras alteraciones crónicas graves intenten mantener sus cifras de A1c por debajo del 8 por ciento, afirma McCoy. De acuerdo con la experta, el tratamiento debe ser personalizado, de modo que a partir de los 65 años, el valor de A1c deseable para las personas sin enfermedades crónicas adicionales tal vez sea de 7,5. En términos generales, en el caso de las personas mayores de 65 años con otras enfermedades, mantener la hemoglobina glicosilada en 8,0 en lugar de intentar reducirla aún más suele producir mejores resultados.

Que no gane la diabetes

Hoy, Michael Trailovici, de 65 años, está estupendo con sus 78 kilos, sigue tomando metformina y se siente muy bien. Tiene una agradable sensación de logro al saber que asumió el control de la situación y evitó que la enfermedad se descontrolara. 

Si usted es uno de los millones de diagnosticados con la enfermedad, ya habrá escuchado las advertencias. Pero la buena noticia es que una buena parte de la situación está bajo su control. Modificar su dieta y hacer ejercicio le permitirá gozar de un mejor estado de salud en el futuro. Y si le acaban de diagnosticar, cambiar su estilo de vida podría ayudarlo hasta a revertir la enfermedad. 

FACTORES QUE ELEVAN EL RIESGO DE DIABETES

  • Sobrepeso, obesidad o perímetro abdominal de más de 101,6 cm en hombres y de 88,9 cm en mujeres).
  • Dieta rica en azúcares (bebidas azucaradas), alimentos procesados y/o carne, sobre todo procesada.
  • Tratamiento con estatinas
  • Antecedentes familiares
  • Ascendencia africana, asiática, amerindia, latina o de Oceanía
  • Niveles iguales o superiores a 6,5 por ciento de glucosa en sangre. El valor normal es de 5,7 por ciento o menos.

ANÁLISIS de sangre

Existen dos pruebas para cuantificar las concentraciones de glucosa en sangre (glucemia).

GLUCOSA EN AYUNAS  En pacientes sin diabetes, lo ideal es tener valores por debajo de 100 mg/dL. Por encima de 125 mg/dL indican presencia de diabetes.

HEMOGLOBINA GLiCOSILADA Cuantifica la cantidad media de glucosa en el torrente sanguíneo en los últimos tres meses. Valores de 5,7% o menos se consideran normales. Cifras iguales o superiores a 6,5% indican diabetes.

El valor recomendado para la mayoría de los pacientes diabéticos menores de 65 años es del 7% o menos. En los más jóvenes, lo deseable es menos del 6,5%.

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