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Conmoción cerebral: abra paso a la luz

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Conmoción cerebral

Antes, cuando una persona experimentaba conmoción cerebral, solían indicarle reposo en un lugar sin luz. Hoy la recomendación es completamente diferente.

Luego de sufrir una conmoción cerebral en enero de 2023, Nicolle Weeks pasó un año luchando contra síntomas como migrañas, fatiga y mareos. Inicialmente, esta mujer de 43 años no había advertido la gravedad del golpe que había sufrido en la cabeza.

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“Estaba caminando por la vereda y me resbalé al pisar una delgada capa de hielo, caí de espaldas y mi cabeza rebotó contra el suelo”, dice. Quedó acostada boca arriba con los brazos extendidos durante un minuto completamente en shock. Contenta de no haberse lastimado, se sacudió la ropa y siguió su camino de prisa ya que se encontraría con una amiga para almorzar.

La conmoción tras una caída

Mientras su amiga le hablaba, se sentía distante y aturdida, pero luego la sensación pasó. Una semana después de la caída le diagnosticaron conmoción cerebral. La demora en el tratamiento puede haber sido una de las razones de que sus síntomas duraran tanto tiempo.

Antes, los médicos indicaban el tratamiento de la “habitación oscura”, es decir, reposo total en la oscuridad a fin de evitar todo tipo de estimulación mental. Pero, gracias a investigaciones recientes, hoy se sabe que demasiado reposo y aislamiento puede atentar contra la recuperación y que el mejor enfoque es un punto intermedio: reposo activo.

Este retorno lento y progresivo a la actividad ayuda a los pacientes a recuperarse más rápido y reduce el riesgo de experimentar daños a largo plazo. A continuación, todo lo que necesita saber sobre este tema.

¿QUÉ PASA EN UNA CONMOCIÓN CEREBRAL?

El cerebro está protegido por líquido que amortigua impactos y, exteriormente, por el cráneo. Cuando se produce un traumatismo de este tipo, el cerebro rebota dentro del cráneo donde se acelera, se desacelera y rota. Esto genera una cascada de impactos. Las neuronas del cerebro se agitan y entre dichas neuronas, los axones (fibras delgadas que transmiten impulsos eléctricos) se extienden o se quiebran.

El impacto también puede reducir la irrigación de sangre al cerebro y dañar la mitocondria neuronal, componente que genera energía. En el interior el cerebro, pareciera como si hubiera ocurrido un terremoto. Todo aún está de pie, pero se ven rajaduras en las calles y en los cimientos de las construcciones.

Este daño microscópico posee consecuencias, motivo por el cual estos episodios también se conocen como lesiones cerebrales traumáticas. El cerebro destina una gran cantidad de energía a intentar repararse a sí mismo y, junto con la menor circulación de sangre y el daño mitocondrial, esto produce fatiga extrema. Luego pueden sucederse otros síntomas, como dolor de cabeza, problemas de memoria y de equilibrio, insomnio y procesamiento visual.

DÉCADAS ATRÁS, la actitud general ante este tipo de lesiones era “dejar que pasara”. Ese enfoque ha cambiado, gracias en parte a una mayor conciencia sobre los posibles efectos a largo plazo de estos episodios.

La película Concussion cuenta la historia real del doctor Bennet Omalu, un patólogo forense especializado en el estudio de encefalopatías traumáticas crónicas (CTE), un trastorno cerebral causado por sucesivas lesiones en la cabeza.

La CTE causa degeneración celular en el cerebro y síntomas como alteración del juicio y demencia. Esta afección solo puede confirmarse durante una autopsia. Si bien los atletas profesionales son los que suelen tener este tipo de lesiones, por ejemplo, se estima que en los Estados Unidos se registran hasta 3,8 millones de conmociones cerebrales por año durante la práctica de deportes y de actividades recreativas; sin embargo, la mitad de estas no se reportan.

EL FIN DE LA TEORÍA DE LA HABITACIÓN OSCURA

El tratamiento de la habitación oscura consistía en que el paciente hiciera reposo en la oscuridad y sin ningún tipo de luz ni estimulación mental hasta que los síntomas mejoraran. Luego de experimentar una lesión en la cabeza, el cerebro emplea una gran cantidad de energía para recuperarse, por ese motivo la fatiga es un síntoma frecuente en estas situaciones.

Por lo tanto, los expertos concluyeron que hacer lo menos posible, tanto a nivel cognitivo como físico, liberaría energía que el cerebro podría destinar a su propia reparación. Sin embargo, las personas que pasan más tiempo en una habitación oscura son más proclives a experimentar ansiedad, depresión y problemas para dormir. Además, sus cuerpos se debilitan debido al poco uso.

Investigaciones adicionales comenzaron a mostrar que permitir niveles moderados de actividad podía resultar más beneficioso. En un estudio realizado en 2008 y publicado en la revista Journal of Athletic Training se señaló que aquellos atletas que luego de haber sufrido una conmoción cerebral mantenían niveles moderados de actividad, como regresar a la escuela y retomar sus prácticas deportivas, mostraban mejores resultados en evaluaciones de memoria, tiempo de reacción y velocidad visomotora que aquellos que se exigían más y aquellos que hacían muy poco.

REPOSO ACTIVO: LA SOLUCIÓN ESCALONADA

“La ciencia y la investigación han evolucionado durante la última década y se ha demostrado que interrumpir la actividad por completo dificulta la recuperación”, comenta Shelina Babul, especialista en lesiones deportivas.

El enfoque basado en el reposo activo para la recuperación de una conmoción cere bral promueve un lento aumento del nivel de actividad, comenzando con un día o dos de movimiento diario liviano y gradualmente incorporando actividad hasta retomar por completo los niveles normales sin restricciones.

A pesar de estos hallazgos, muchas personas aún no están al tanto de las mejores prácticas para el tratamiento de estas lesiones, comenta Babul. Por ese motivo creó una Herramienta de Capacitación sobre Conmoción Cerebral de cuatro pasos.

La herramienta de capacitación, que tiene como objetivo educar tanto al público en general como a médicos, cuidadores y entrenadores, incluye planes progresivos destinados a que los pacientes retomen sus vidas cotidianas. Quienes experimentan una lesión de este tipo siempre deben consultar a su médico clínico y luego avanzar juntos en los cuatro pasos de la recuperación. La fase uno se debe cumplir durante un máximo de 24 a 48 horas.

En esta etapa se alienta a los pacientes a dormir, evitar el uso de pantallas, no manejar y continuar realizando actividades habituales en casa, como tareas domésticas y caminatas suaves. En la fase dos, los pacientes pueden retomar la actividad aeróbica suave a moderada, como bicicleta fija, caminata rápida y tareas de jardinería, y pueden reincorporar gradualmente el uso de pantallas.

Una vez que el paciente tolera la actividad aeróbica moderada puede pasar al paso tres, que implica regresar al tra bajo o al estudio y retomar la mayor parte de sus actividades normales, excepto aquellos deportes que puedan llevar a experimentar otra lesión similar por impacto en la cabeza. Si al realizar dichas actividades normales regresaran los síntomas, el paciente debe interrumpirlas e intentar nuevamente al día siguiente.

Finalmente, en la fase cuatro, cuando el paciente ya puede manejarse con normalidad y cuenta con autorización de un profesional de la salud, entonces puede retomar su actividad habitual sin restricción alguna, lo que incluye la práctica de deporte.

El objetivo es mantener al paciente en su ventana de tolerancia, explica Babul. Hacer demasiado muy rápido puede causar sobrecarga en el cerebro, por lo que es importante escuchar al propio cuerpo.

Charles Tator es neurocirujano y director del Canadian Concussion Centre de Toronto. El doctor sugiere limitar el consumo de alcohol y mantenerse lejos del cannabidiol (un producto derivado del cannabis). “Parece impedir que los químicos beneficiosos producidos en el cerebro hagan su trabajo”, dice.

Dormir bien también puede ayudar, lo que puede significar limitar el consumo de cafeína o modificar su higiene del sueño. Quienes han experimentado estas lesiones son más proclives a sufrir apnea del sueño, afirma Tator, y en caso de sospecha de que el paciente presente este problema, es preciso realizar una evaluación profesional.

EFECTOS A LARGO PLAZO DE LAS CONMOCIONES CEREBRALES

“La recuperación de una conmoción cerebral no es tan rápida como solíamos pensar”, afirma Tator. Si bien ahora sabemos que la mayoría de las personas se recuperan en unas cuatro semanas, se estima que un 30 por ciento de los afectados experimentan síntomas por más tiempo. Para algunos, dichos síntomas pueden incluso volverse permanentes.

Cada paciente responde de manera diferente en cantidad y tipo de síntomas y de su potencial de recuperación”, comenta Tator. “Cada persona requiere cuidado individualizado”.

Las personas que experimentan vértigo como síntoma principal, por ejemplo, deben consultar a un fisioterapeuta vestibular, mientras que quienes sufren ansiedad, depresión o estrés postraumático deben recurrir a especialistas en salud mental.

Otros factores que afectan la recuperación son la fuerza del impacto y si el paciente ya ha experimentado antes episodios de conmoción cerebral. Más de un episodio aumenta el riesgo de daño permanente.

Más de un año después de la lesión, Weeks retomó su ocupada vida. Sin embargo, aún tiene algunos síntomas como dolor de cabeza y mareos. Desearía haber reconocido antes las señales de conmoción cerebral y no puede evitar sentir que un enfoque más lento y escalonado habría marcado una diferencia rotunda en su recuperación.

Es por esta razón que la educación y la generación de conciencia son tan importantes, explica Babul. “Quienes siguen los esquemas y lineamientos correctos tienden a recuperarse sin sobresaltos, y quienes no lo hacen y continúan con sus actividades, siguen sobrecargando su cerebro y tienden a presentar síntomas persistentes a largo plazo”, dice la experta. “La clave es reconocer de inmediato la situación y saber qué hacer”.

¿Qué hacer ante una conmoción cerebral?

¿ES UNA CONMOCIÓN CEREBRAL?

Los síntomas físicos de una conmoción cerebral suelen ser dolor de cabeza, mareos, náuseas o vómitos, sensación de presión en la cabeza, visión borrosa, sensibilidad a la luz o al sonido, problemas de equilibrio, somnolencia y malestar general.

Cognitivamente, puede experimentar confusión, dificultad para pensar con claridad, problemas para concentrarse o para recordar cosas y puede sentirse más lento de lo normal.

Emocionalmente, puede sentirse irritable, triste, o ansioso. También es posible que duerma más o menos de lo habitual, o bien que experimente dificultad para conciliar el sueño. Si cree haber sufrido una conmoción, consulte a su médico lo antes posible.

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