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La Selva Misionera es el mejor destino para conectarse

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Un destino en el soberbio: rodeada por la maravilla de la selva misionera, la escritora Carola Lagomarsino escribe novelas que celebran el mundo de la tierra colorada.

Yo creo en el destino, y encontrarme con la selva paranaense era parte de mi destino, sin dudas”. Carola Lagomarsino lo expresa sin vacilación ninguna. Al igual que los héroes de sus dos novelas ambientadas en Misiones, ella acepta su destino e intenta florecer dentro de él. En su caso, el destino es una ruta algo enrevesada que la llevó de París a El Soberbio. “Fue a través de un amigo de mi marido que conocimos El Soberbio y los Saltos de Moconá”, relata. “Hacía muy poco tiempo que habían asfaltado la ruta que une a ambos puntos, pero era un lugar remoto todavía, muy poco conocido en 2012”, agrega. Para ella “fue un encuentro con una Argentina casi virgen de visitantes, hectáreas de selva que se expanden ante nuestros ojos como un océano verde y quedamos fascinados por el lugar”.

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Anclada en París

Lejos estaba ya entonces la niña que vio llorar a su padre, allá en la capital de Francia, cuando Argentina ganó el Mundial del 78, sin saber que aquella alegría tomaría formas nuevas para ella. En su hogar francés “había cierta nostalgia. Aunque de puertas para afuera, yo era una perfecta parisina, en casa se hablaba de la Argentina; con dificultades me comunicaba por teléfono con mis abuelos; se recibían cartas”. De la Argentina, turísticamente hablando, sabía de dos de sus más conocidos sitios naturales: el glaciar Perito Moreno y las Cataratas del Iguazú.  “Allí, fui la primera en ir cuando tenía 14 años. Fue un viaje que me quedó grabado en la memoria, fue esa mi primera conexión con la selva”.

Y es esa selva también la que fascina a Francesca, la protagonista de su libro «La Dama de las Misiones», novela histórico-romántica, “una mujer que hereda de un yerbatal sin saber nada de cultivos ni de plantas, y que se convertirá en una gran botanista y hotelera”, cuenta. “Elegí una heroína porque en ese primer libro, la voz de la comunión y de la comunicación con la selva tenía que ser la de una mujer, una mujer que se descubre y se construye al contacto con la naturaleza y sus habitantes”.

En el segundo, «El Hijo del Río», la fortaleza viene en el cuerpo de un gigantón de dos metros y más de cien kilos, se ríe Carola, que es una mujer menuda. ¿Por qué decidió convertirse en escritora en la selva y no en París? “Soy hija de artistas, en mi casa siempre hubo bibliotecas repletas de libros, así como ¡todas las paredes tenían cuadros! Creo que para mí el hecho de crear e inventar universos personales es algo natural, escribo desde siempre, creando mundos paralelos. Pero, cuando llegué a El Soberbio, los personajes de mis novelas me aparecieron de pronto con la urgencia de ser puestos en acción a través de las palabras. Todo coincidió: mi experiencia personal en la selva, la historia de los primeros colonos, el perfume de las esencias y mi pasión por la historia, todo eso fue la mezcla perfecta”.

Dilema arduo

Carola escribe ahora el último de los libros de la trilogía en el lodge que crearon con su pareja. “Hicimos una edificación de pocas habitaciones para perturbar lo menos posible el hábitat natural de las especies autóctonas, la flora y la fauna”, explica. Y agrega que,  “desde que el Ministerio de Turismo de la provincia de Misiones abrió nuevamente la posibilidad de un turismo interno, la verdad que casi no damos abasto, fue un éxito rotundo, creo que fue una gran oportunidad para que los misioneros puedan recorrer su provincia, conectarse con ella, conocerla mejor”. 

El ecoturismo tiene otra virtud, más clara en este año en que inmensos incendios destruyeron humedales y zonas boscosas únicas tanto en el Paraná como en el Pantanal brasileño, boliviano y paraguayo, conserva la riqueza del medioambiente. De todas formas, Carola opina que estamos frente “al eterno dilema entre la economía humana y la gestión de los recursos naturales. Es una relación que no está madura todavía, a nivel mundial”. Se felicita, sin embargo, “que la provincia de Misiones es muy consciente de su potencial natural y hay varias leyes que protege su entorno. Recordemos que el Parque Nacional de Iguazú, que se creó en 1935, fue el segundo en crearse en la Argentina”. 

Aún así, lamentablemente, se dista de lo ideal. “Siguen habiendo cazadores furtivos y leñadores inescrupulosos, pero son acciones ilegales.  Desde mi lodge, se pueden ver las costas de Brasil: allí sí que la erosión humana duele. Casi todas las zonas boscosas están transformadas en campos de soja”, se lamenta.

Por el lado positivo, indica, “creo que el país y el mundo está tomando conciencia de la importancia de preservar los ecosistemas”. Hay cambios de mentalidad. “Recuerdo que cuando era niña todo el mundo se burlaba de la famosa actriz Brigitte Bardot, que fue una pionera en la defensa de animales maltratados; hoy, creo que nadie se burlaría de una entidad que obre en defensa de los animales domésticos o salvajes.

En “La capital de las esencias” (nombre que se le da también a El Soberbio, por sus cultivos de citronella), al menos, sigue la esperanza. Y la escritura. “La ficción me gusta mucho porque me da cierta libertad que no tendría en una novela puramente histórica. Lo que me importa es que el lector disfrute con el libro, sienta empatía con los personajes y además sienta que aprendió cosas que tal vez no sabía de la historia nacional e internacional”.

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