Una abuela de Georgia y un joven alemán están unidos para siempre gracias a una donación que le salvó la vida.
Por Matt Kemper, tomado de ATLANTA JOURNAL-CONSTITUTION
La carta manuscrita llegó a la casa de Dale Tingle en Watkinsville, Georgia, Estados Unidos, después de meses de rezar por la supervivencia de una persona a la que nunca había conocido. Le habían dado poca información sobre esa persona: tenía 20 años y estaba muriendo de leucemia. Tras buscar por todo el mundo, Tingle era la única persona conocida que podía salvarle la vida: era compatible con él para donarle células madre. Así que donó algunas y esperó.
Ella, su marido, sus amigos y su familia rezaban para que Dios alimentara y curara a ese desconocido. Y como no sabían su nombre, le pusieron uno: Rocky, como el boxeador que, en las películas, nunca se rendía. Entonces llegó la carta, adornada con purpurina. Estaba escrita en inglés, que no era la lengua materna del autor. No se revelaba la identidad debido a las normas que regulan el contacto entre el donante y el receptor durante los dos primeros años.
“Tengo 20 años. No sé si me conoces…. A estas alturas, te has convertido en una de las personas más importantes de mi vida. Sin ti, ya no estaría vivo… Ya había perdido la esperanza. Y ahora me pregunto: ¿qué le dices a alguien que te ha salvado la vida?”, decía. La carta continuaba: “Es increíble saber que hay alguien al otro lado del mundo con quien tengo una conexión tan profunda, aunque nunca te haya visto antes…. Si te parece bien, iré a verte lo antes posible”.
Un vínculo inesperado
Ese encuentro fue el comienzo de un vínculo duradero entre Kevin Krüger, un alemán de más de metro ochenta procedente de un pequeño pueblo a 7200 kilómetros de distancia, y Tingle, una abuela de metro cincuenta y dos que vive cerca de Athens, en Georgia.
Krüger ha estado en los Estados Unidos tres veces, la última en agosto de 2024. En todo ese tiempo, nunca ha visitado Nueva York, Washington DC, Hollywood, ni el Gran Cañón. Le gusta quedarse cerca de lo que casi considera su hogar. Lo único que quiere hacer en sus visitas de diez días es pasar tiempo con Tingle y su familia. Charlar en el porche. Jugar en el arroyo detrás de la casa con los nietos de Tingle. Escuchar a los grillos en el bosque.
Ahora, con 33 años, libre de cáncer y trabajando como asistente del gobierno estatal en el norte de Alemania, Krüger todavía puede sentir la influencia de su experiencia cercana a la muerte. “Creo que la leucemia tuvo un gran impacto en mi personalidad”, afirma. “Disfruto de los pequeños momentos”. “Agradecido” es una palabra que utiliza mucho.
La lucha más inesperada
Krüger tenía 19 años cuando los médicos le dijeron que las hemorragias nasales y el dolor en los huesos de las piernas que padecía desde hacía poco se debían a la leucemia, un tipo de cáncer del que nunca había oído hablar. El tratamiento fue agresivo, con ciclos sucesivos de quimioterapia. Postrado en una cama de hospital en Hamburgo, su peso bajó de 80 a 40 kilos.
Su madre, que trabajaba y cuidaba de sus dos hermanas pequeñas, lo visitaba todos los días en el hospital. Después, iba a un centro de cuidados paliativos para ver a su marido, el padre de Krüger, que estaba muriendo de cáncer cerebral. Para intentar animar a su madre, Krüger sonreía y contaba chistes a menudo, recuerda una de sus hermanas.
Pero cuando se trataba de su enfermedad, dice, luchaba como un león. Aun así, el cáncer no lo abandonaba. Un médico le dijo que su única opción era un trasplante de células madre. Las células madre se pueden utilizar para combatir diversas enfermedades peligrosas, desde la anemia falciforme hasta los cánceres de sangre.
En el caso del cáncer, los equipos médicos bombardean el cuerpo del paciente con quimioterapia especialmente potente con la esperanza de destruir tanto el cáncer como las células madre restantes del paciente. A continuación, se inyectan células madre donadas para intentar reiniciar el sistema de creación de nuevas células sanguíneas de la persona.
En aproximadamente el 70 por ciento de los casos, los pacientes no encuentran un donante compatible en su familia. Krüger preguntó cuáles eran sus posibilidades de sobrevivir. Le dijeron que eran del 50 por ciento, suponiendo que encontraran un donante compatible. Sus familiares se hicieron las pruebas. Ninguno era compatible. Se organizaron dos eventos de registro de células madre y médula ósea cerca de su ciudad natal, a los que asistieron un total de unas 3.000 personas. Aún así, no hubo suerte. Al menos no para él; 20 personas que se hicieron las pruebas resultaron ser donantes compatibles para otras personas.
Entonces, su médico le dijo que había aparecido alguien en los Estados Unidos que podría ser compatible con él. Tingle trabajaba como higienista dental y, en ese momento, se estaba preparando para correr la maratón de Boston. Tenía 54 años, una edad muy superior a la que se considera ideal para la donación de células madre.
Menos de un año y medio antes, le habían tomado una muestra de la parte interior de la mejilla en un evento de registro de células madre y médula ósea organizado para ayudar a un niño de tres años de la zona que luchaba contra un tipo raro de leucemia. No era compatible con el niño. Pero justo antes de Navidad de 2010 le comunicaron que parecía ser compatible con otra persona con leucemia que necesitaba urgentemente sus células madre para seguir con vida. ¿Estaría dispuesta a donarlas?
Una donación salvadora
Tingle afirma que nunca se planteó no donar. Al principio, pensó que eso implicaría que los médicos le perforaran el hueso de la cadera para extraer la médula ósea que contiene las células madre. Más tarde supo que se sometería a un procedimiento diferente, mucho menos invasivo. En cualquier caso, estaba dispuesta a hacerlo. “No hay muchas oportunidades en la vida de saber que realmente has salvado la vida de alguien”, afirma Tingle.
Se hizo un análisis de sangre y viajó a la Clínica Mayo en Jacksonville, Florida, para someterse a un examen físico y asegurarse de que estaba lo suficientemente sana. En cada paso del camino, podría haber desistido. La donación de células madre se llevó a cabo en dos sesiones, cada una de varias horas de duración, a lo largo de dos días. Le insertaron una aguja en un brazo y su sangre pasó a través de un tubo hasta una máquina que extrajo las células madre y le devolvió la sangre a través de otro tubo en el otro brazo. El único efecto secundario que recuerda es una migraña de corta duración.
Meses más tarde, Tingle comenzó a recibir cartas de Krüger y su familia en Alemania. Todavía no sabían sus nombres. Así que una carta de la madre de Krüger comenzaba así: “Querida salvadora de mi hijo”. Krüger y Tingle se conocieron en 2019.
Ella recuerda los primeros momentos en que ella y su esposo, Steve Tingle, propietario de un taller de autos, vieron a Krüger en el aeropuerto de Atlanta. “Fue muy emotivo”, dice. Ella lloró y él le dio un fuerte abrazo. “Fue algo increíble”. Al recordar esto en el porche de su casa, le da otro abrazo a Krüger y apoya la cabeza en su hombro.
La alegría de salvar a otros
Tingle está segura de que no fue solo la suerte lo que le permitió salvar a un desconocido. “Por providencia divina, yo estaba allí, habiendo sido formada en el útero de mi madre con lo que se necesitaba genéticamente para ser la elegida”, dice. Se maravilla de las conexiones que la unieron a Krüger. Y dice que espera que otros den el mismo paso que ella y se registren por si sus células madre pueden ayudar a salvar a otra persona.
El año pasado, Tingle pensó que sería bonito llevar a Krüger a ver al niño que había sido la razón por la que se inscribió en el registro de células madre. No conocía al niño ni a su familia, pero una amiga suya sí. Cuando la amiga le informó de que no se había encontrado ningún donante compatible, se quedó desconsolada. Supuso erróneamente que el niño había fallecido.
Pero no era así. Sus padres dijeron que más tarde recibió una donación de células madre extraídas de la sangre del cordón umbilical y la placenta de una madre que había dado a luz. Mollie y Josh Billings dicen que su hijo ya no tiene ningún signo de cáncer. Los Billings están impresionados por los vínculos entre desconocidos.
Cuando su hijo era pequeño, le encantaba jugar en un arroyo junto a la casa de su mejor amigo en Watkinsville. Se enteraron de que es el mismo arroyo en el que Krüger disfruta jugando con los nietos de Tingle. Los Tingle esperan visitar Alemania y conocer a la familia de Krüger. Él está agradecido por tener una vida más larga. Y por haber obtenido un tesoro más allá de las células madre. “Conocer a estas personas es el mayor regalo de mi vida”, afirma Krüger.
Para información sobre donación de médula ósea, visitar argentina.gob.ar/donar-medula