Inicio Historias Reales Inspiración ¿El fin de un romance? 2 parte de 2

¿El fin de un romance? 2 parte de 2

264
0

En una noche de verano de 1694, un joven y guapo soldado fue requerido a las habitaciones de su amada, la princesa de Hannover.

¿Amor con Marte y Adonis?

Philipp Christoph, conde de Konigsmarck, tenía 23 años, uno más que Sofía Dorotea, cuando llegó a Hannover. De origen alemán, su familia se había hecho de poder y riqueza sirviendo a los reyes de Suecia.

Publicidad

De acuerdo a su rango, Philipp fue educado como soldado de caballería y hombre de mundo. Para esto, él y su hermano mayor, Kari Johann, fueron enviados en 1680 a Londres para aprender las artes de la danza, la equitación y la esgrima, con vistas a tener una educación más intelectual en Oxford. El estilo de vida de la capital inglesa resultó ser una trampa: Philipp contrajo horrendas deudas de juego, mientras que Kari Johann estuvo implicado en la muerte de un prominente hombre con cuya esposa tenía un romance. Kari Johann pudo escapar al castigo y salir de Inglaterra, pero el escándalo hizo que la posición social de Philipp se hiciera insostenible. Regresó a Alemania en 1682 y al siguiente verano se enroló en el ejército de Leopoldo I, entonces ocupado en arrebatarles Hungría a los turcos.

Cuando su regimiento se desbandó en 1688, Philipp tuvo que buscar otro empleo y viajó a Hannover, solicitando un cargo militar. Llegó durante el carnaval previo a la Cuaresma y en una de tantas fiestas de la corte conoció a la mujer que sellaría su destino: la infelizmente casada Sofía Dorotea. Ambos se conocían desde la niñez, pero ahora la princesa estaba frente a un apuesto soldado en plena juventud. Según una descripción de la época, Philipp «era de constitución admirablemente fuerte, alto, guapo, de cabello rizado y vivos ojos. En pocas palabras, una mezcla bien balanceada de Marte y Adonis (las figuras mitológicas de la guerra y la belleza masculina)».

Sofía Dorotea encontró en el conde de Konigsmarck a un atento amigo y confidente a quien podía contar todas sus preocupaciones, pequeñas y grandes. En su compañía, podía ventilar su furia por las intrigas de la condesa de Platen, objeto de su temor y desprecio.

Pero el problema era que, a poco de llegar a la corte, Philipp inició un romance con la condesa. Ya era demasiado tarde para lamentar su descuidada indiscreción y se dio cuenta de lo difícil que sería terminar su relación sin exponer a Sofía Dorotea y a él mismo a las represalias de la condesa. Para liberarse de este embarazoso enredo, el conde de Konigsmarck se enroló en el servicio activo y dejó la corte.

Al volver a Hannover luego de su primera campaña, Philipp pensó equívocamente que la condesa de Platen había perdido fácilmente todo interés en él y creyó seguro volver a ver a Sofía Dorotea. Tal vez declaró su amor a la princesa en la primavera de 1690. Entre el 1° de julio y la noche de su desaparición, exactamente cuatro años después, Philipp y Sofía intercambiaron unas 300 cartas: tiernos mensajes sobre su amor, su felicidad y la necesidad que sentían de estar el uno con el otro.

¿Destino de una hermana?

La desaparición del conde de Konigsmarck cambió la vida de su hermana menor, María Aurora, y le aseguró un lugar en la Historia, aunque fuera como una nota al margen.

A pesar de las evidencias, María Aurora estaba convencida de que su hermano seguía con vida tras desaparecer entre el 1° y el 2 de julio de 1694. Su firme creencia se basaba en un horóscopo que predecía que su hermano Philipp sobreviviría ileso a un desastre que tendría lugar ese mismo año. María Aurora acudió a Friedrich August, elector de Sajonia, para que le ayudara a encontrar a su hermano, quien fuera contratado por el elector. María Aurora llegó a la corte de Dresden en el otoño de 1694.

María llegó precedida por su reputación de belleza e inteligencia. Entre sus muchos admiradores había dos duques, uno de 60 años y otro de 17. El filósofo francés Voltaire, nacido en el año fatídico para los Konigsmarck, la elogió luego como «la mujer más famosa de dos siglos».

El joven elector de Sajonia no fue una excepción a la regla de que los hombres se enamoraban a primera vista de María. Luego de lo que un biógrafo llamó «una breve resistencia», ella sucumbió al apasionado cortejo y en octubre de 1696 dio a luz al hijo de Friedrich August. Pero no fue sino hasta 1711 que el elector reconoció a su hijo y le permitió llamarse Hermann Maurice, conde de Sajonia. En 1720 Hermann Maurice se enroló en el ejército francés, donde obtuvo el rango militar más alto de ese país.

Artículo anteriorAngkor, una ciudad en la selva camboyana
Artículo siguiente¿Tienen las dos mitades del cerebro la misma habilidad para el lenguaje?