5 formas de celebrar el espíritu de dar.
Entrega especial
Riley Christensen, de diez años, y su madre, Lynn, estaban frente a la computadora, buscando modelos y precios de bicicletas. “Elijamos una para el cumpleaños de papá”, le sugirió Lynn a su hija.
Mientras Christensen recorría la página principal de Bike Rack, una tienda en su pueblo de St. Charles, Illinois, Estados Unidos, le llamó la atención un enlace de video para el Proyecto Movilidad. Hizo click por simple curiosidad. El video explicaba cómo Hal Honeyman, copropietario de la tienda, había creado una organización que fabricaba bicicletas diseñadas especialmente para personas con discapacidades.
Mostraba los rostros felices de aquellos que ahora las montaban: víctimas de accidentes, veteranos de guerra heridos y niños con discapacidades, entre ellos el propio hijo de Hal, quien había nacido con parálisis cerebral.
“Voy a comprar una bicicleta para uno de esos niños», le dijo Riley a su madre.
Dos días después, le mostró a su mamá una carta que había escrito para pedir donaciones: “Creo que es increíble que haya alguien que hace bicicletas para niños que no pueden caminar”, decía la carta. “Vi lo feliz que se puso un chico al recibir una… les escribo para pedirles ayuda”. Lynn quedó impresionada por el esfuerzo de su hija, pero las dudas no tardaron en surgir. Solo una de estas bicicletas especiales podría costar hasta 4.000 dólares. Riley nunca podría recaudar tanto dinero. Sin embargo, envió su carta a 75 parientes y amigos. Tres días después, comenzaron a llegar cheques y dinero en efectivo.
Luego, se corrió la voz sobre la campaña de Riley y, a medida que se acercaba la Navidad, las donaciones seguían llegando. Finalmente, la niña recaudó más de 12.000 dólares, cantidad suficiente como para comprar siete bicicletas.
En la última Nochebuena, Riley se puso un gorro de Papá Noel y les entregó las bicicletas a tres de los chicos afortunados: Ava, un adolescente de 13 años con espina bífida; Jenny, un joven de 15 años con parálisis cerebral, y Rose, una pequeña de 4 años con un trastorno genético poco común. “Esta ha sido la mejor Navidad que jamás he tenido”, comentó Riley. Desde entonces, ella y Ava salen a andar juntas en bicicleta. “Cuando ando en bicicleta, me gusta ir rápido y sentir la brisa —cuenta Riley—. A Ava también. Ella pedalea con los brazos, no con los pies, pero realmente vuela”.
Riley tiene decidido continuar con la campaña cada Navidad. “Quiero que los niños sientan el viento en sus rostros”, comenta.
Papá Noel invisible
Para el Centro de rehabilitación Easter Seals de Evansville, Indiana, Estados Unidos, el mes entre el Día de Acción de Gracias y Navidad trae la expectativa y emoción de un nuevo llamado telefónico de un viejo amigo. El año pasado, llegó en la tarde del 30 de noviembre, mientras Terry Haynie, vicepresidente de desarrollo, estaba concentrado en su trabajo.
“¿Sabe qué época del año es?”, preguntó una pícara y resonante voz masculina. Esto marcó el comienzo de una misteriosa búsqueda del tesoro anual. “Sí, señor”, respondió Haynie. “¡Es la época de Pete!”
Todos los años, este hombre, que se identifica solamente con el nombre de Pete, llama al centro con un mensaje repleto de pistas para los empleados quienes deben emprender una búsqueda por el edificio de dos pisos y el jardín para encontrar la donación de Pete para los chicos con discapacidades que van al centro. En el pasado, este Papá Noel invisible ha escondido dinero en un frasco de galletitas con forma de muñeco de nieve y lo ha adosado a bastones de caramelo que colgaban de un árbol en el estacionamiento. El año último, sus instrucciones guiaron a los empleados hacia el exterior, a la parte posterior del edificio y hacia un contenedor de basura. Dentro de una bolsa de regalo sobre el suelo cerca del contenedor de basura había un pequeño árbol navideño de hojalata adornado con 30 billetes nuevos de 100 dólares.
Al encontrar el tesoro, los empleados siempre aplauden, agitan los brazos y gritan “¡Gracias, Pete!” con la esperanza de que esté mirando.
Desde 1990, Pete ha donado al centro casi 65.000 dólares, que fueron destinados a 5.000 adultos y chicos que necesitaron rehabilitación física y médica en un área que abarca 30 condados de Indiana, Illinois y Kentucky. “Pete siempre pide que usemos sus regalos para hacer felices en Navidad a los niños de familias con bajos recursos”, cuenta Haynie. El año pasado, 70 chicos recibieron ropa y juguetes nuevos gracias a Pete. Y cada año, su donación viene con una nota en papel violeta que promete, “¡Sabrán de mí nuevamente!”
Un show brillante
Una mañana de diciembre, Bill Mc-Donald leyó en el diario que un hombre de la ciudad, Joe Day, padecía cáncer de pulmón. Eso significaba que Day no podría montar el fabuloso espectáculo artesanal de luces de Navidad que había hecho de su casa en Versailles, Indiana, Estados Unidos, un sitio de peregrinación navideña anual para más de 95.000 personas.
“No sería Navidad sin las luces de Joe, alguien tiene que ayudar a este hombre”, determinó McDonald.
Day había tomado su propia decisión 33 Navidades atrás cuando una tarde, al volver a su casa desde su trabajo como electricista, encontró a su nieto de cinco años, Nicholas, esperándolo.
“¿Qué quieres hacer hoy?”, preguntó Day.
“Construyamos un reno, abuelo”, dijo Nicholas.
Crearon uno con madera de árboles caídos, luego lo ubicaron en el césped e iluminaron su nariz roja con forma de cereza para las fiestas.
Cada año, Day le agregaba algo a su obra como colocar al reno en una pista sobre el techo de la casa y poner luces en forma de espiral como si fuesen enredaderas eléctricas alrededor de las puertas y ventanas. Con el tiempo, miles de luces, figuras, maniquíes y maquetas llenaron el jardín y se extendieron hasta la casa de su hermana, que vivía al lado.
Luego llegó diciembre de 2009. El cáncer de Day, detectado en marzo, se había propagado hacía el hígado y el bazo. Después de las sesiones de quimioterapia y los tratamientos de radiación, estaba demasiado cansando y abatido como para festejar la Navidad. Hasta que McDonald lo llamó. “Usted no me conoce —dijo—, pero quiero ayudarlo a colocar sus luces”.
A través del boca a boca, McDonald y su esposa, Toni, consiguieron el apoyo de los Knights of Columbus (Caballeros de Colón), los Masones, el Club de Leones, los bomberos locales, amigos y desconocidos, todos para armar el espectáculo de Day. Durante dos días, más de 100 voluntarios se subieron a la casa de Day y trabajaron en el jardín y sus alrededores, tal como lo indicaban los diagramas dibujados por él mismo que señalaban dónde debía ir cada cosa.
La noche del 12 de diciembre, con una gran cantidad de voluntarios animándolo, Day presionó el interruptor y encendió el espectáculo. “Esto es lo que el Señor quiso que hagamos —dice McDonald— para unirnos y que estemos juntos, ayudándonos unos a otros”.
El cáncer de Day está en remisión y espera con ansias la Navidad de 2010. “En sus corazones, la gente ama dar”, dice Day. Él confía en que sus brillantes espectáculos continuarán para iluminar la oscuridad durante muchos años porque Bill McDonald le prometió que se asegurará de que así sea.
Una familia salvada
El teniente Bobby Qualls hacía compras cuando recibió un mensaje de texto: incendio en Beechmont, casa de un piso, chico atrapado adentro. “Estaba eligiendo los regalos para la familia que nuestro cuartel de bomberos adoptó para Navidad”, recuerda Qualls, quien ha sido bombero en Memphis por 24 años. “Sentí una gran desazón mientras subía al auto y me dirigía hacia el lugar del hecho”.
La última vez que Qualls había estado en la calle Beechmont fue para instalar detectores de humo en la casa de los Bateman-Tubbs. Había estado en una misión secreta para ver si necesitaban una ayuda adicional durante las fiestas de fin de año. Allí descubrió que cuatro de los chicos Bateman-Tubbs dormían en colchones sin sábanas ni mantas, y se encontró con que dos de los niños estaban jugando afuera con una temperatura de -1 ºC sin calzado ni abrigos”.
Qualls supo que Leonard Tubbs hacía lo mejor que podía para llegar a fin de mes como colocador de pisos, mientras que Kimberly Bateman se quedaba en la casa cuidando a los niños.
“Cuando Bobby me dijo que los miembros de su equipo querían hacer de Papá Noel y comprarles juguetes a mis hijos, al principio pensé que no necesitábamos su ayuda», recuerda Bateman.
“En realidad, me conmovió. Le dije que lo que los niños necesitaban realmente era ropa de abrigo”.
Eso era exactamente lo que Qualls estaba comprando el 9 de diciembre de 2008: camperas de invierno para Christopher, de siete años; JoJo, de cuatro; Madison, de uno; y Charles de dos meses. Mientras manejaba por la calle Beechmotn, marcó el número de celular de Bateman. Ella respondió ante el primer timbrazo, gritando, “¡La casa está en llamas, JoJo está atrapado adentro!”
Para cuando Qualls llegó a la casa, ya habían sacado a la familia pero el edificio estaba muy deteriorado.
Sus colegas encontraron a JoJo escondido debajo de una pila de ropa en la habitación del fondo.
El niño había dejado de respirar, le aplicaron reanimación pulmonar y luego lo llevaron de urgencia al hospital. Qualls supo que JoJo estaba conectado a un respirador artificial y era posible que no sobreviviese esa noche. Fue inmediatamente al hospital con el teniente Mark Eskew, quien colocó un oso de peluche con un traje de bombero sobre la cama de JoJo.
“Recé sin parar para que mi pequeño hijo abriera los ojos”, recuerda Bateman.
“No había nada más que pudiese hacer. Le estuvieron sacando hollín negro y espeso como el alquitrán de los pulmones y el estómago por varios días.”
Sin embargo, después de algunos días, JoJo recuperó la conciencia y le sacaron los tubos de la garganta. Cuando comenzó a recuperarse, el diario local y los canales de TV se enteraron de la historia y la misión de Qualls y de sus compañeros bomberos comenzó a extenderse. Pronto, el cuartel de bomberos desbordaba con cajas con regalos, comida, artículos de tocador, toallas y ropa. La gente llamaba porque también quería donar muebles y electrodomésticos.
Para el 23 de diciembre, Bateman y Tubbs se habían mudado con sus hijos a una nueva casa que alquilaban. Para Nochebuena, JoJo estaba listo para dejar el hospital y los bomberos esperaban ansiosos poder entregarle a la familia su propio milagro de Navidad.
“Estos muchachos no son solo bomberos —dice Bateman—. Son ángeles guardianes. Si no hubiesen instalado un detector de humo el primer día que vinieron a nuestra casa, nunca nos hubiésemos enterado cuándo comenzó el fuego. Luego hicieron un gran esfuerzo adicional para darnos una Navidad”.
Ángel de Navidad
Cuando Delwyn Collins era un niño que se criaba en el complejo de viviendas subvencionadas de Fort Worth, Texas, Estados Unidos, lo calificaron como discapacitado con una deficiencia de aprendizaje y lo enviaron a una escuela de educación especial. Sus maestros nunca sospecharon que Collins era un genio en cuanto a lo humanitario: hoy en día, este empleado de la cafetería del Hospital General de Tampa, de 52 años, es nada más y nada menos que un ángel para cientos de niños en adopción del condado de Hillsborough, Florida.
Estos chicos, muchos con necesidades especiales y que suelen ser trasladados de casa en casa, llegan profundamente al corazón de Collins. La Navidad de 2010 será el vigésimo primer año que instala un Árbol Generoso de ángeles en adopción decorado con ángeles de papel que llevan los nombres, las edades y el sexo de los niños en adopción y el regalo que a cada niño le gustaría recibir.
Collins es un hombre de recursos limitados, pero cada semana separa una parte de su sueldo para comprar regalos para colocar debajo del árbol. “Sólo quiero mostrarles a estos niños que hay alguien en la sociedad que los ama”. Su ejemplo humilde ha inspirado a médicos, enfermeras y empleados administrativos con los que trabaja a hacer del Árbol Generoso una prioridad. Los empleados y las visitas del hospital toman un ángel del árbol y compran el regalo que el niño ha pedido.
A medida que se acerca la Navidad, las bicicletas, las muñecas, la ropa y los videojuegos comienzan a colmar la cafetería. En los últimos años, el programa comenzó a recibir obsequios de personas de todo el condado. Más de 1.000 niños en adopción de Tampa y sus alrededores recibieron regalos en 2009. “Mi trabajo es ayudar y darle a los demás”, dice Collins.
“A Dios no le importa si somos ricos o pobres”.