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El desorden de mi hijo

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¿Cómo reacciona un padre ante unas zapatillas tiradas en el living de su casa?

Cuando mi hijo de 21 años llega a casa con cara de venir caminando desde Kazajistán, lo primero que hace es dejar su mochila, sacarse las zapatillas y saludar con un sonido gutural, mezcla de gruñido e hipo. Hasta aquí todo es medianamente estándar. Como en la mochila lleva cosas de su interés, el tipo la toma y se la lleva a su cuarto. Hasta aquí todo más que bien.

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El problema es que las zapatillas quedan desparramadas por el living y por más que se usen para caminar, aún no aprendieron a ir solas al cuarto de su dueño. Ahora sí, todo mal.

Obviamente, dejo de mirar el noticiero y comienzo a gritarle para que se lleve las zapatillas. Como él, enchufado al reproductor mp3 no puede escuchar ni las turbinas de un jet, termino levantándome para ir a reclamarle, en vivo, en directo y con cara de pocos amigos que retire sus zapatillas del living. Mientras mi hijo contesta con la muletilla “ya voy” que es una variación del “ahorita” mexicano, que quiere decir “en algún momento del quinquenio, tal vez, vaya”, mi mujer aporta su granito de arena.

—Esa costumbre la aprendió de vos que siempre dejás las cosas tiradas por ahí.
—¡¿Yo?! ¿Qué cosas dejo yo tiradas por ahí?
—Te cuento: el saco, la corbata, el portafolios, los anteojos de sol y cualquier otra cosa que traigas ese día.
—¡Eso es una infamia! ¡Una vil calumnia! —contesto con mi mejor cara de esposo abnegado e incomprendido por la cortedad de miras de, como van las cosas, mi futura ex esposa.
—Yo no dejo las cosas tiradas. El saco lo dejo en la silla de la cocina para llevarlo después…
—Sí, después de que tome olor a milanesa, y la corbata y el portafolios sobre la mesa para que yo ponga los platos en el sofá…

No sé porque mi hijo deja las zapatillas tiradas: le gusta andar descalzo o disfruta al verme nervioso, o son ambas cosas.

Como es evidente que mi mujer no reconoce la diferencia entre dejar algo transitoriamente y dejar algo tirado ad eternum, evito la discusión e intento regresar al noticiero. Pero no puedo. Algo ha cambiado. Más concretamente lo que cambió son mis valores de presión arterial, de bilirrubina, y con seguridad, los del colesterol malo.

Todo por culpa de la manía de mi hijo de dejar las zapatillas tiradas. La pregunta del millón es: a) ¿lo hace porque disfruta andar descalzo?, b) ¿lo hace por que disfruta interrumpir mi descanso y le encanta sacarme de las casillas?, o c) ¿lo hace por ambas cosas?

Recurro entonces a mi libro de cabecera “Como convivir con su hijo sin necesidad de estrangularlo” y leo que al hacer estas cosas los chicos tratan de comunicarse con nosotros, de decirnos algo.

Es probable que el libro tenga razón. La incógnita es por qué si se quiere comunicar conmigo no me lo dice personalmente, o por teléfono, o por mensaje de texto, o por mail, o por pasacalles, o por carta documento…

Pero no, el mensaje me lo envía a través de sus zapatillas tiradas y créame, si hay algo que me resulta casi imposible es entender qué me quiere decir esa zapatilla olorosa, más aún cuando además suele tener la boca tapada por una media.

Dura la vida del padre

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