Esta y otras especies están en peligro de extinción. Conocé la lucha de unos profesionales por salvarlos.
El hombre tenía las manos bruscas de tanto machete, y otras maniobras indispensables para sobrevivir en la selva. En el rancho, lindante al Parque Nacional Iguazú, había una escopeta, cartuchos y, estaqueado, un cuero espléndido de yaguareté. Explicó que era uno viejo, “cazado en la época en que no estaba prohibido”. Dijo lo que todos, y no le fue bien. Cuando llegaron los guardaparques y la Policía Federal, secuestraron la piel y convocaron a los científicos para determinar su procedencia. Entonces, por primera vez, hubo una certeza: se trataba de un animal que el equipo del “Proyecto Yaguareté” del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), había registrado en fotografías tomadas con sus “cámaras-trampas” en los últimos seis años. El caso se esclareció cuando contrastaron las fotos con la piel del animal cazado (cada yaguareté puede ser identificado porque el patrón de manchas en su piel es distinto y único en cada individuo). Era el mismo que había sido fotografiado en 2006, en el momento en que empezaba a independizarse de su madre.
La población del yaguareté, también llamado jaguar o tigre americano, atraviesa una situación crítica en la región: la selva paranaense alberga sólo 50 ejemplares distribuidos en Misiones y en las áreas protegidas cercanas de Brasil. Al quitar el de la fotografía seguimos restando, es decir, les voy a escribir sobre los últimos 49.
La medialuna que forman las Cataratas del Iguazú, en Misiones, mide unos tres kilómetros. En esta zona, las aguas del Río Iguazú se deslizan 80 metros en caída libre. Las 67.000 hectáreas del parque son patrimonio de la humanidad. En Argentina no hay otro ambiente que guarde tal variedad de especies animales y vegetales. Algunos se mueven en el techo, a 20 metros de altura; recorren los troncos; viven en los cañaverales y esencialmente habitan el suelo de la selva. En planta baja, en los desfiladeros, busca refugio el yaguareté, el felino más corpulento de toda América. Puede medir de la cabeza a la cola casi tres metros y pesar unos 130 kilos. Es una especie emblemática que identifica a la región, y despierta veneración por ser el más poderoso de la selva. Camina enormes distancias, trepa con destreza y es un gran nadador.
Originalmente ocupaba un vasto territorio de la Argentina, aunque ahora sólo hay registros escuálidos en algunas provincias. En el norte de Córdoba se lo vio hasta los años 50, en Corrientes hasta 1970 y en el Delta bonaerense, en la zona del Tigre, hasta comienzos del siglo pasado. Justamente esa localidad, lleva su nombre por los numerosos tigres o yaguaretés que habitaban ahí. Prueba de su fama aguerrida resulta la elección de su figura para simbolizar la fortaleza del equipo nacional de rugby “Los Pumas”, que tiene en el escudo de sus camisetas un yaguareté. Un periodista sudafricano confundió a las fieras durante la gira que el seleccionado hizo en 1965 y el apodo equivocado quedó para siempre.
En la actualidad, este ejemplar (“la verdadera fiera”, según el significado del nombre en guaraní), es una especie en extinción. Sus principales amenazas son la caza furtiva para la venta de los cueros o como trofeo, la destrucción del hábitat, y su lucha, también por el espacio, con los campesinos que le disputan el territorio y la comida. Está acorralado. El yaguareté, corrido por el desmonte, los incendios y la falta de presas que normalmente eran parte de su dieta, se acerca cada vez más a las poblaciones ocasionando un conflicto difícil de resolver: los chacareros se quejan porque el animal devora el ganado (ovejas y terneros), y hasta los perros para sobrevivir.
El biólogo Carlos De Ángelo explica que las “especies paraguas” son aquellas que por el tamaño o la dieta requieren grandes dimensiones territoriales. Al asegurar la supervivencia de un animal de estas características en su ambiente natural se garantiza que puedan seguir viviendo muchos otros que requieren menor espacio, pues quedan protegidos bajo el “paraguas” del primero. Así, al conservar el ambiente del yaguareté, “quedarían a resguardo más de 200 especies de árboles, 100 de mamíferos y el 60 por ciento de las aves de la Argentina”.
La situación crítica del yaguareté encierra lo que toda pérdida de una especie: ruptura del equilibrio natural y degradación del entorno que —en este caso— incluye ríos, bosques y comunidades de pueblos originarios.
Donde vive el yaguareté, la floresta podría conformar la base de los medicamentos del futuro. Son especies estratégicas que necesitamos valorar.
La reconstrucción de los ecosistemas es un desafío apasionante y hay ejemplos conmovedores en la recuperación de poblaciones que estaban por desaparecer: las vicuñas en la puna jujeña. Será posible si nos ocupamos con tenacidad. De otro modo el siglo XXII podría encontrarnos sin el yaguareté en la Argentina. Entonces las fotografías que publicamos hoy se convertirían en las últimas del gran felino americano.