La historia del diseñador argentino que desarrolló los habitáculos para emergencias que se usarán en el futuro.
En la actualidad, hay cincuenta millones de personas en el mundo entero que no tienen dónde vivir a causa de desastres naturales u otros episodios provocados por la intervención humana. En la región, miles de personas se ven forzadas a dejar sus hogares ante las catástrofes modernas. Las inundaciones producidas en la provincia de Santa Fe en 2003 o el deslave de una montaña en Salta en 2009 expulsaron a familias enteras de argentinos que debieron recibir alojamiento de emergencia durante meses. Aquí o en Bhopal (India), la masa de ciudadanos vulnerables por razones climáticas aumenta y conforma una nueva condición, la de “refugiados ambientales”.
Según Naciones Unidas, en el año 2050 habrá 200 millones de personas en esas circunstancias. Los datos y la categorización surgen recién ahora con claridad. Hace 12 años no muchos estaban en condiciones de proyectar con eficacia la situación actual. Nicolás García Mayor tenía por entonces 21 y estaba entre los que podían ver con claridad. La realidad que ya se vislumbraba frente a sus ojos lo angustiaba y sentía que no podía esperar mucho más para hacer algo. Cursaba en una universidad pública y gratuita, quería salir y empezar a devolver parte de lo que le había sido dado: el conocimiento. Y así fue.
Definió el proyecto antes de terminar la carrera de Diseñador Industrial en la Universidad Nacional de La Plata. Los refugios ambientales más modernos con los que contará Naciones Unidas a la brevedad tuvieron su origen en un trabajo práctico que Nicolás presentó ante profesores escépticos.
En ese tiempo de estudios vivía casi en la indigencia. Dormía en una clínica abandonada de La Plata. “Le pedí permiso al dueño y accedió a cambio de que mantenga limpio y ordenado. Acomodé lo que era la sala de radiología y viví ahí por dos años. Era en un segundo piso, no había servicios, por lo tanto por las noches subía a oscuras las escaleras. Hacía tanto frío que usaba otras habitaciones como heladera cuando me sobraba algo de comida… Dos años viví así.” Soñaba entonces con volver a su ciudad natal, Bahía Blanca, para juntarse con los suyos y emprender. Ahora sabe que aquella experiencia le dio vigores y saberes para desarrollar viviendas transportables que puedan ser utilizadas por personas que imprevistamente se quedaron sin nada.
Tenacidad era lo que le sobraba a Nicolás. Con su proyecto en la mano empujó tanto que logró ser recibido por la Cancillería argentina, viajar al Foro de Ayuda Humanitaria en Washington, Estados Unidos, y recientemente a la audiencia más importante a la que aspiraba: la de Naciones Unidas. Frente a 193 representaciones del mundo demostró que sus refugios plegables acercarán una solución dinámica, económica y confortable para las familias afectadas. El invento de Nicolás es una alternativa a los sistemas más conocidos (tiendas de campaña tradicionales o instalaciones rígidas, más seguras pero difíciles de transportar e instalar). El habitáculo tiene capacidad para albergar a diez personas, se puede ubicar en cualquier superficie y, sobre todo, es fácil y rápido de armar.
No se necesitan herramientas para levantarlo, es liviano, plegable y reusable. “No se apoya sobre el suelo, tiene unas patas telescópicas que permiten el armado sobre cualquier superficie. Hay que tener en cuenta que muchas veces son zonas inundadas o muy frías y dormir contra el suelo es un drama. Además está pensado para colgarlo literalmente de la montaña”, agrega Nicolás. Se transporta en módulos, tiene el piso rígido, cuenta con electricidad y lo puede armar una sola persona. El refugio está compuesto por un polímero de gran resistencia, aluminio y tela de poliéster. Trae además un adicional de tres baños que se puede colocar cada tres módulos, así como raciones de comida, agua, frazadas, también lápices y cuadernos. “Desde el inicio pensé en que los refugios debían tener mínimo confort… Uno nunca sabe cuándo le va a tocar. Siempre concebí desde ese lugar la idea de asilar del mejor modo a los semejantes que tienen problemas.”
Por primera vez en la historia los desastres naturales han provocado más refugiados que las guerras. El dato no se le pasa a Nicolás, quien exhibe proyecciones referidas a la logística que permitirá distribuir los habitáculos de emergencia: “En la caja de una camioneta podrían transportarse dos módulos para albergar a 20 personas, en un avión o helicóptero 20 módulos y en un tren 1900. La gente que está bajo la lluvia solo tiene que esperar que le traigan los módulos y abrir el packaging. Con este proyecto podremos salvar miles de vidas”, dice con una confianza que entusiasma. El bahiense bautizó a la técnica “Cmax System” pensando en su hermano, de nombre Carlos Maximiliano. Dice que lo quería alentar para que siga estudiando, para ayudarle a creer. Es que esa ha sido la fórmula para el éxito de su proyecto: creer y persistir. Aun enfrentando las peores dificultades que la vida nos pueda poner.