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Sergio Eleguezabal reflexiona: ¿usar y tirar?

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La cultura del «uso y lo tiro» es fatal para el planeta. Conocé los cambios que tenemos que hacer.

La cultura del “lo uso y lo tiro” fue fatal para el planeta. Es tiempo de un cambio profundo.

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Si pudiésemos invertir el tiempo necesario para confeccionar un registro que incluya el listado de los objetos que poseemos e inscribir al lado su procedencia, seguramente nos asombraría. Si nos dedicáramos a investigar cómo se hicieron, con qué materiales y cuál será su destino final (es decir si podrán ser reciclados, reutilizados o enterrados durante cientos o miles de años en algún relleno sanitario) contaríamos con elementos valiosos para convertirnos en mejores consumidores. Podríamos elegir, según nos convenga, en función del precio, la durabilidad y sus atributos para ser absorbidos por la naturaleza sin causarle mayores perjuicios.

¿Cuál es el origen de la cama donde nos acostamos cada noche o de la mesa y las sillas del comedor? ¿De dónde vienen las cacerolas que nos sirven para cocinar, la toalla con la que nos secamos el cuerpo o los juguetes con que se encantan los niños?

Indonesia, China, India, Japón, Estados Unidos, Canadá, España e Italia son países que están “representados” en la intimidad del lugar donde habitamos. Y verdaderamente no reviste importancia para la cultura actual de dónde viene lo que nos hace falta.

Me compro una jarra que “sirve” para calentar agua con energía eléctrica. Eso es lo que interesa: para qué me sirve, no de dónde salió ni quiénes intervinieron en su confección. ¡Si hasta un recuerdo de Mar del Plata puede ser made in Taiwan!

La infinidad de bienes y servicios disponibles es uno de los factores que diluye la otrora identidad de lo que consumíamos. En el siglo pasado, sin temor a equivocaciones ni adulteración posible, el mármol era de Carrara, la porcelana de China y el bacalao de Noruega. En todos estos casos la procedencia se valoraba expresamente y era garantía de calidad. La industrialización extrema desdibujó esos valores y acaba de dar paso al consumo de objetos y productos sin referencia, con pocas noticias acerca de su génesis y posibles eficacias.

Transitamos quizá los últimos tramos de la cultura del “lo uso y a la basura” que ha resultado fatal para el planeta. La crisis mundial de estas horas no es financiera exclusivamente. Abarca todos los ámbitos de la intervención humana y las consecuencias acarrearán cambios tan radicales en los hábitos y costumbres como jamás se han vivido. Durante este mismo siglo probablemente agotaremos las reservas de petróleo; no habrá más combustibles fósiles, pero tampoco contaremos con el resto de sus derivados: plásticos, breas, parafinas, aceites o asfalto. La generación actual tiene un doble desafío: cómo reemplazar esos recursos y, por otro lado, qué hacer con los desechos generados.

Cada año se producen 135 mil millones de kilos de plástico en todo el mundo y solo se recicla una pequeña parte. La mayoría de lo que queda ocupa un espacio precioso en los rellenos sanitarios. En algunos casos, como los utilizados para envasar aceite de cocina, durante unos 300 años, el tiempo que necesitan para degradarse. Pero hay una porción de esos residuos que en la última década ha llegado también a los océanos. El Pacífico Norte entre San Francisco y Hawai está invadido por una sopa plástica que ocupa una superficie equivalente a la mitad de toda la Argentina. Los materiales adquieren en el agua formas semejantes a las algas u otros nutrientes del mar por lo que suelen encontrarse dentro de tortugas marinas, albatros o ballenas que los confunden con alimento. El biólogo Claudio Campagna explica que muchos de estos animales acaban por morir debido a inanición, aunque tengan la panza llena.

Durante el último censo de contaminación costera realizado por la Fundación Patagonia Natural a lo largo de los casi 4.000 kilómetros de costas de la Argentina, los voluntarios encontraron en las playas objetos tan disímiles como cubiertas de camiones, peines, chasis de viejos automóviles, cocinas y… ¡un ino-doro! Todos esos deshechos resultarán en algún momento arrastrados por las corrientes marinas y terminarán en lugares remotos del océano. Así es como se ha formado la sopa plástica del Pacífico.
Componentes plásticos tienen los juguetes de los niños pero también las innumerables tarjetas (identificación personal, laboral, crédito, seguro automotor, etc.) que utilizamos los adultos. Las computadoras, los autos, las macetas, las tapas de los cuadernos, y hasta los cielos rasos. El 40 por ciento de lo que arrojamos a la basura está constituido por envases de plástico, cartón o metal. ¿Tenemos posibilidad de reducirlos? Sí, a través de las elecciones en el momento de comprar y de nuestras acciones a la hora de deshacernos de los materiales. Entonces, ¿tengo responsabilidades por la basura terrestre, la que aloja el mar y la que enviamos al cosmos? Sí, la tengo.

Preguntas sin respuesta. La Argentina consume bananas de Ecuador y flores de Colombia. ¿Necesita mi cuerpo comer todo el año bananas o podría intercalar con las frutas de estación producidas en las provincias de Río Negro, San Juan o Corrientes? ¿Le hace falta a mi living un adorno floral que ha llegado del otro lado del océano produciendo en el transporte por avión toneladas de emisiones gaseosas que contribuirán al calentamiento global?

En toda la región sudamericana se compran juguetes procedentes de China. Plástico y pilas son un denominador común en su confección. Hace poco se desbarató una organización que distribuía mercadería ilegal en el Uruguay y la Argentina por valor de tres millones de dólares. Contrabando y evasión tributaria fueron los delitos comprobados. ¿Podríamos elegir piezas confeccionadas localmente con materiales más nobles y reciclables para que jueguen nuestros hijos?

Hay casas de alta costura que terminan de confeccionar sus prendas en talleres del Gran Buenos Aires. Las instalaciones tienen serias deficiencias ambientales y los empleadores mantienen al personal en condiciones de deshonra.

¿Sentís que realmente pasa esto? ¿Le das la suficiente importancia a la contaminación? ¿Cómo pensas que podés cambiar este hábito?


¿Será posible que las detectemos en los diarios o en la información que circula en Internet y decidamos no ser cómplices de la ilegalidad y el mal trato a nuestros semejantes?
Las orquídeas son finas y apreciadas. Si tiene la suerte de que le regalen estas flores tenga en cuenta que esa especie de maceta marrón y rugosa que las contiene ha sido confeccionada con el tronco de un helecho llamado chachi que mide unos dos metros de altura y es una planta que también está amenazada de extinción.

¿Seríamos capaces de rechazarla? Quizá no. Mejor así: ¿podríamos agradecer el presente pero a la vez transmitir a quien nos la regaló este dato como información?

La mayoría del oro que utilizamos en nuestras alianzas o en los componentes de la PC ha sido extraído utilizando toneladas de cianuro tóxico, y volando con dinamita un espacio de la geografía que pertenece a la cultura de otros hombres y mujeres que posiblemente no conozcamos nunca pero que tienen derecho a preservar el sitio que eligieron para vivir.

En el siglo pasado, el mármol era de Carrara; la procelana, de China, y el bacalao, de Noruega. ¿Podremos dedicar un minuto de nuestro precioso tiempo a reflexionar sobre esto?

¿Las generaciones futuras valorarán a sus civilizaciones por el crecimiento exhibido de sus ciudades y su complicada infraestructura, por las superficies ganadas a la floresta para sembrar más, por sus récords de producciones en todos los rubros posibles? ¿O privilegiarán a las comunidades que utilicen con mayor racionalidad sus recursos, preserven los espacios vitales y adopten una producción a escala que les permita consumir lo que generan en el ámbito local y regional ahorrándole a los ecosistemas el estrés actual y a la economía de los países cuantiosos gastos en fletes, cámaras frigoríficas, embalaje, impuestos aduaneros, comercialización y diferencias en el tipo de cambio?

Los disturbios generados en el siglo XX nos invitan a reconsiderar seriamente nuestras ideas de progreso y bienestar.

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