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Los 11 países más y menos verdes del mundo

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El medio ambiente viene siendo vapuleado por los países, pero hay algunas naciones que lo cuidan menos que otras. Sabé cuáles son las más…

EL HECHO DE QUE un lugar tenga condiciones ecológicas sanas no significa que se pueda vivir en él (basta pensar en los glaciares o las selvas tropicales), aunque, si se logra el equilibrio entre lo verde y lo habitable, puede resultar un paraíso. Sobre la base de este ideal, investigamos los países más verdes del mundo y comprobamos que fueran, además, los más propicios para vivir. De paso, averiguamos también en cuáles se vive peor. Respire hondo y espere que el suyo no se cuente entre estos últimos.

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Nuestra lista, basada en informes de dos fuentes autorizadas sobre 141 países, clasificó las naciones más verdes y habitables según factores sociales (ingreso y grado de estudios, por ejemplo) y ambientales (las tablas de las siguientes páginas muestran los países que obtuvieron las mayores y menores calificaciones en varios de estos aspectos). Al mismo tiempo, el estudio nos enseñó cinco importantes lecciones. 

Siempre se puede ser más verde

AÚN LOS PAÍSES más limpios padecen serios problemas ambientales. Finlandia es el mejor calificado, con altas puntuaciones en calidad del aire y del agua, baja incidencia de enfermedades infantiles y protección eficaz de sus ciudadanos contra la contaminación del agua y los desastres naturales; pero es un país que produce más gases de efecto invernadero que el promedio mundial, tiene un gran impacto ecológico (el volumen de tierra y agua utilizado para sostener el grado de consumo nacional) y contribuye mucho a los males ambientales de Escandinavia.

Y esto es porque Finlandia tiene la mayor tasa de consumo de energía industrial de los cinco países escandinavos, en buena medida por su dependencia de la silvicultura y la industria extractiva, que devoran combustible. Otra causa son los inviernos más fríos y la menor precipitación pluvial de años recientes, que ha obligado a reducir la producción hidroeléctrica y aumentar (en un 15 por ciento desde 2005) el uso de combustibles fósiles, fuente importante de gases de efecto invernadero.

Cómo lograrlo

Para ser más verdes, los países deben aprovechar mejor sus ventajas. Finlandia es uno de los mayores exportadores de tecnología para energía eólica, pero menos del uno por ciento de su electricidad proviene de esa fuente, pese a que la velocidad media de sus vientos costeros es de 25 kilómetros por hora, 50 por ciento mayor que en Chicago. 

No debe perderse de vista el mañana

CADA HABITANTE del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), una de las 20 ciudades más pobladas del mundo, genera un promedio de un kilo de basura por día, lo que suma 12.000 toneladas diarias (una medida casi inimaginable; ese peso es el equivalente al de diez mil autos, que estacionados ocuparían diez canchas de fútbol profesional). Ante el aumento de las cifras de consumo, no hay expectativas de disminuir la cantidad de basura, por lo cual la única alternativa es encontrar otra forma de procesarla.

Hay que salvar árboles y bosques

En los países desarrollados la población tiende a agruparse en las ciudades y sus alrededores, lo que hace que en esos lugares se concentre la contaminación. Si las zonas rurales son de propiedad pública y están protegidas del desarrollo, se convierten en “cinturones verdes”, barreras que reducen los efectos dañinos de las áreas urbanas. Así ocurre en Canadá (número 11): mientras que en la mayor parte del mundo desarrollado los bosques silvestres desaparecen a un ritmo alarmante, en ese país siguen floreciendo. Su presencia ayuda a explicar por qué Canadá obtuvo una buena puntuación general en calidad del aire y del agua, a pesar de tener una franja densamente poblada a lo largo de la frontera sur, donde ciudades como Montreal contribuyen a una emisión de bióxido de azufre que resulta casi dos veces mayor que el promedio en países equiparables y que propicia una creciente lluvia ácida.

¿Cómo lograrlo?

Los demás países deben seguir el ejemplo de Canadá y conservar lo que les queda de sus tierras vírgenes para contrarrestar los efectos de la contaminación urbana. 

Que el progreso se extienda a todos

ES INNEGABLE QUE los habitantes de los países ricos tienden a alcanzar un mayor grado de estudios, disfrutar de una mejor calidad de vida, ser más longevos y tener un futuro más prometedor. El inconveniente es que la riqueza material trae como consecuencia mayores daños al ambiente.

Por suerte, es más probable que la población de estos países, debido a su riqueza y nivel de estudios, tome conciencia de los daños y haga algo para repararlos. Tomemos por ejemplo el caso de Noruega (número 3), que ha suscrito más de 40 tratados internacionales de protección ambiental. No es coincidencia que casi todos los jóvenes noruegos terminen el bachillerato.

¿Cómo lograrlo?

A todos los países les conviene encaminar sus políticas gubernamentales hacia el desarrollo de una ciudadanía informada. La meta debe ser un público comprometido e instruido con capacidad para actuar como un antídoto poderoso contra el deterioro del ambiente. 

Revirtamos la tendencia a tiempo

¿HASTA QUÉ GRADO puede el impacto ecológico de China (número 84) afectar al resto del mundo? Suponiendo que la tasa de propiedad de automóviles en ese país fuera igual a la de los Estados Unidos, por sus caminos circularían 1.000 millones de vehículos, lo cual se traduciría en un consumo de 1,97 billones de litros de combustible por año, casi la mitad del consumo mundial actual. Pero aun si se descarta esta hipótesis, basta el tamaño de la población china y el crecimiento explosivo de su economía para crear considerables presiones ambientales. Por ejemplo en Beijing, el grado actual de cierta contaminación del aire especialmente dañina es cuatro veces superior al de Nueva York.

¿Cómo lograrlo?

La defensa del ambiente es un problema mundial que exige la cooperación de la comunidad internacional. Esto significa que los países de Occidente deben acelerar los esfuerzos para compartir con China nuevas tecnologías a fin de desarrollar fuentes de energía alternativas que no contaminen.

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