Dejó todo para ayudar a las familias que viven en zonas contaminadas del país, pero fue mucho más allá.En el año 2000 decidió postularse para ir a trabajar con los chicos de Villa Inflamable, a la vera del Riachuelo, donde la mitad de la población infantil posee niveles de plomo en la sangre, tras décadas de contaminación producida por frigoríficos, curtiembres, químicas y petroleras que no trataron sus efluentes ni emanaciones por una combinación de malas prácticas y falta de controles.
—Piba, ¿sabés a dónde te estás yendo? —le preguntó el secretario de Salud de la Municipalidad donde trabajaba como psicóloga social. Nacida y criada en la zona, lo sabía muy bien.
Beatriz Mendoza decidió poner su juventud y sus ganas al servicio de las familias que viven en el polo petroquímico de Dock Sud, en la provincia de Buenos Aires. Primero organizó un lugar para que los chicos puedan jugar y más tarde se ocupó de la salud desde la salita de primeros auxilios. El barrio lleva un nombre que representa el riesgo potencial de las sustancias que se manipulan en el traspatio de las casas donde se asientan estas personas: “Villa Inflamable”. Y se enfermó. Ella y el resto de los asistentes sociales que trabajaban en la salita.
Beatriz siempre tuvo la certeza de que se podía cambiar la realidad.
A Beatriz le diagnosticaron polineuritis, una enfermedad degenerativa causada por el envenenamiento que ocasiona el plomo y la intoxicación por óxido de carbono. A pesar de todo, se quedó. Vive en Wilde, a pocas cuadras de la villa, prácticamente en la naciente del río Matanza-Riachuelo.
Desde la Dirección de Salud y Ambiente de Avellaneda trabaja con los vecinos para explicarles por qué están en peligro y colaborando para que tomen mejores decisiones. Mónica, a cargo de un centro vecinal, la describe como una luchadora y una gran mujer. “Es muy accesible y contenedora, busca soluciones y si no las encuentra se pone mal”.
“Ni los que viven en Japón y soportaron el tsunami se quieren ir del lugar que eligieron para vivir. Además nosotros tenemos una diferencia a favor: podemos cambiar para siempre las condiciones de vida si trabajamos todos juntos”, dice una Beatriz optimista y avisa que “este no es un problema exclusivo de Villa Inflamable”. En la cuenca del agua pestilente viven cinco millones de personas. El 35 por ciento no tiene agua potable y la mitad no posee cloacas. El polo petroquímico, la zona de mayor riesgo, está a pocos kilómetros de Puerto Madero, un barrio exclusivo de la ciudad de Buenos Aires.
La situación ambiental es crítica en los cursos medio y bajo del río donde se intercalan las casas y los basurales a cielo abierto. Un paisaje conformado por vuelcos ininterrumpidos de aguas servidas, escombros, chapas oxidadas, escoria y basura domiciliaria. En el fondo del curso de agua es posible hallar lavarropas, cubiertas y hasta carrocerías de autos. La presencia de metales pesados como mercurio, zinc, plomo y cromo exhibe registros varias veces por encima de los valores permitidos.
¿Cómo hacer para recuperar el ambiente y sanear la condición de vida de tantas personas?
“Trabajando juntos”, insiste Beatriz que, junto con un grupo de vecinos, en julio de 2004 tomaron una decisión trascendente: presentaron una acción judicial contra el Estado Nacional, la Provincia de Buenos Aires, la Ciudad de Buenos Aires y 44 empresas que reclama por daños y perjuicios sufridos como consecuencia de la contaminación de la cuenca Matanza-Riachuelo.
“Empecé a pensar que se podía cambiar y se dieron cosas que nunca sospeché: la conformación de una megacausa, la intervención de la Corte Suprema y el interés de otros países por lo que nos pasa”. Hoy ese juicio es conocido como la “Causa Mendoza”.
Beatriz encabeza la demanda como lo podría haber hecho otro vecino de los 140 que se presentaron pero lo cierto es que Bety, tal como la conocen en el barrio, es un emblema de lucha que los representa. Es una mujer con empuje y energía que sigue con persistencia las alternativas de los planes de saneamiento. La Corte Suprema, en un fallo sin precedentes de 2008, exigió que las autoridades nacionales, provinciales y municipales pusieran en marcha un plan que incluyera la reconversión de las industrias y la relocalización de las familias que viven en la zona de más alto riesgo, unas 10.000 personas.
Un juez federal es quien debe garantizar la ejecución de las obras que pondrá en marcha un organismo integrado por representantes de todas las jurisdicciones, de la sociedad civil y de la Secretaría de Ambiente denominado ACuMaR (Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo). Se han dispuesto créditos blandos para las pequeñas y medianas empresas que necesitan modernizar sus plantas y para la implementación de planes de salud, educación y vivienda destinados a los grupos que indefectiblemente deberán dejar el lugar (los vecinos de Villa Inflamable). Además de las obras hidráulicas y de embellecimiento costero que ya pueden advertirse en varios tramos de la ribera.
Tras décadas de promesas incumplidas, “Mendoza y los otros” (comerciantes, empleados, personal de salud o administración, amas de casa y hombres de a pie) logran los primeros avances concretos para la limpieza definitiva del Riachuelo. Con ellos está nada menos que el más alto tribunal de Justicia que tiene la Nación.