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El pozo de Ryan

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Hace diez años que Ryan, un solidario joven canadiense de 17 años, recauda fondos para proveer de agua pura a los países más pobres.

Cuando tenía seis años, Ryan Hreljac, un chico rubio de ojos azules nacido en Ontario, concibió un sueño. Movido por una historia que su maestra de primer grado contó a la clase en 1998, acerca de los centenares de miles de niños africanos que todos los años mueren por beber agua contaminada, decidió poner manos a la obra… y en un año juntó 1.350 dólares, que se destinaron a la excavación de un pozo en la escuela primaria de Angolo, en el norte de Uganda.

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“Conté los pasos que había de mi aula al bebedero y pensé: ¿Es justo que a mí me quede a 10 pasos mientras que algunos niños en África tienen que caminar unos cinco kilómetros para conseguirla?”, cuenta

Ryan, que el pasado 31 de mayo cumplió 17 años. “Esa historia me llegó al corazón. Pensé en todas las cosas para las que se necesita el agua, y no pude imaginarme cómo había quienes tenían que vivir sin ella”.

Muchas cosas han pasado en los más de 10 años transcurridos desde que Ryan ayudó a llevar agua limpia a un pueblo de África. Ahora mide 1,98 metro, pesa 79 kilos y tiene voz de barítono. Semejante estirón ha ido a la par de un alud de iniciativas para dotar de agua limpia e instalaciones sanitarias a países en vías de desarrollo.

Estos esfuerzos se realizan a través de una organización sin fines de lucro fundada en 2001 por los padres del niño y algunos partidarios: Ryan’s Well (“el Pozo de Ryan”), así llamada por el concepto anotado en un cheque, el primer donativo recibido en 1998 por el niño para financiar su proyecto en Uganda. De entonces a la fecha, la fundación ha recaudado el equivalente aproximado de 1,7 millón de dólares, con los que se han financiado 330 proyectos de abasto y drenaje de agua para casi medio millón de personas en 14 países. Sin embargo, Ryan advierte que falta mucho por hacer, pues se calcula que 1.000 millones de personas no disponen de agua potable.

Para Ryan, la felicidad es dotar de agua potable a quienes no la tienen, y ver cómo se les ilumina el rostro.

En 2007 Ryan’s Well celebró con la Fundación H2O África, instituida por el actor Matt Damon, un convenio de asociación por el cual esta última se compromete a hacer una contribución igual a los fondos que recaude Ryan’s Well hasta un máximo de 350.000 dólares. Las dos instituciones ya habían colaborado en un proyecto para construir pozos de agua e instalaciones sanitarias, así co­mo para impartir clases de higiene, en por lo menos 20 escuelas primarias de la región norte de Uganda.

Ese año, con la cofinanciación de la Oficina Canadiense de Desarrollo Internacional, Ryan’s Well elaboró y puso en práctica el programa educativo Juventud en Acción, sobre el uso racional del agua potable, destinado a las escuelas primarias y secundarias de todo el mundo.

Los esfuerzos de Ryan le han valido reconocimiento internacional. En dos ocasiones se ha presentado en el programa de Oprah Winfrey, y se ha entrevistado con figuras de la envergadura del príncipe Carlos de Gales y el difunto papa Juan Pablo II. En 2003, UNICEF le otorgó un premio de 15.000 dólares, que el chico donó a Ryan’s Well. Ese mismo año fue el destinatario más joven de la Orden de Ontario. Además, ha visitado más de 20 países, cinco de ellos al lado de la gobernadora general de Canadá, Michaëlle Jean, durante su visita de Estado a África en 2006.

Ryan ha motivado a muchos niños y adolescentes de todo el mundo a desarrollar proyectos de saneamiento y agua potable propios. En África, donde su labor comenzó, lo consideran un héroe, y así lo llamó en 2007 la cadena de televisión CNN. El calificativo eslo de menos para él, pero reconoce que lo ayuda a conseguir donativos para beneficiar a más personas. Sus héroes son otros jóvenes que discretamente “ponen su grano de arena para ayudar a los demás”, dice.

En esencia es lo mismo que hizo él: reconoció un problema “y decidió ha­cer algo al respecto”, afirma su madre, Susan, que es asesora del gobierno de Ontario en materia de desarrollo. Agrega que Ryan, el segundo de sus tres hijos, infunde sensatez y modestia a toda la familia, entre ellos su esposo, Mark, investigador de la policía de Ottawa, sus hijos adolescentes Jordan y Keegan, y a Jimmy, un ugandés que estudiaba en la escuela donde se excavó el primer pozo de Ryan y que ahora vive con los Hreljac, en las afueras de Kemptville, Ontario, a unos 50 kilómetros al sur de Ottawa.

A pesar de cuanto ha logrado con su fundación, Ryan, que cursa el penúltimo año del bachillerato, aún no sabe a qué se dedicará. Tras ganar una beca por 40.000 dólares para asistir al programa naval Class Afloat del Colegio West Island, pasó el otoño de 2007 en la Academia Lunenburg, en la provincia canadiense de Nueva Escocia, y luego se embarcó en otra aventura náutica que lo ha llevado a las costas de Sudamérica y África.

Es evidente que a estas alturas, superados ya la timidez y el tartamudeo de un principio para hablar en público sin leer discursos preparados, Ryan tendrá éxito en cualquier profesión que elija, aunque por ahora es como cualquier otro adolescente: “Me encanta dormir, y también practicar deportes como el básquet, el hockey, el fútbol y el atletismo”, dice. Y a veces sale con chicas, agrega sonrojado.

Para él, la felicidad es llevar agua potable a quienes carecen de ella, y ver cómo se les ilumina el rostro con una sonrisa. “Yo no sonrío porque puedo darme una ducha todas las mañanas o beber un vaso de agua pura cuando quiera —explica—. Esto nos da perspectiva para entender lo poco que valoramos algo que para otros es un tesoro precioso”.

CONSIGNA: ¿Conocés a alguien que tenga un proyecto para ayudar a mejorar la calidad de vida de tu ciudad u otras ciudades?

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