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Deudas ambientales

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Si no nos ocupamos ahora de reparar las deudas con el medio ambiente podríamos lamentarlo en el futuro.

Ubicada en la provincia de Jujuy, la ciudad de Abra Pampa es la más importante de la puna argentina. Con más de diez mil habitantes, esta localidad posee el mayor índice de ciudadanos con plomo en sangre del país. Al norte de la Quebrada de Humahuaca, a unos 70 kilómetros antes de llegar a La Quiaca, en el límite con Bolivia, la ciudad está contaminada por una industria que hasta 1985 tenía como principal actividad la fundición de plomo.

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Cuando cerró, los dueños se esfumaron y nadie se hizo cargo de los daños ocasionados.

El 81 por ciento de los niños que viven ahí tiene plomo en la sangre. Un estudio de la Universidad Nacional de Jujuy concluye que en promedio tienen unos 20 microgramos, aunque hay casos que llegan a los 41,3 de plomo por decilitro. El máximo permitido por la Ley General del Ambiente es de 5 microgramos de plomo por decilitro en sangre. El plomo en la sangre no tiene cura. Afecta el desarrollo y la maduración, y se acumula en los huesos.

La empresa Metal Huasi llegó en los años cincuenta con promesas de trabajo. Pero pronto las mañanas diáfanas de la puna se convirtieron en niebla espesa.

Las cenizas acumuladas por la fundición de plomo generaron toneladas de residuos peligrosos y hoy la escoria yace como base del asfalto o directamente bajo las casas. Aunque el Estado Nacional cuenta desde 2008 con un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo, que asciende a 80 millones de pesos, para sanear las tierras y asistir a las personas, un cuarto de siglo después las secuelas del pasivo ambiental no se han podido erradicar.

El efecto visible de la remediación es una alambrada que circunda la herrumbre de la fábrica y parte de los escombros contaminados, como si la cerca pudiese detener el envenenamiento que produce el polvo o las napas de agua contaminadas.

Abra Pampa es un ejemplo latente y devastador porque ataca a una población vulnerable. La falta de planificación, de controles y de una voluntad para priorizar emprendimientos sustentables resulta criminal cuando no se resuelve a tiempo.

Biodiversidad en peligro

América Latina, con su selva del Amazonas, sus pantanales y sus cumbres andinas, alberga la diversidad biológica más rica del mundo ya que es hogar de numerosos animales y plantas que no se encuentran en otras partes del planeta.

Sin embargo, la mala administración de tierras y recursos, las presiones económicas y la contaminación atentan contra esas riquezas y la población que la habita. Según un monitoreo satelital reciente de la Asociación Guyra del Paraguay, se pierden más de 1.300 hectáreas por día en el Gran Chaco americano comprendido por Argentina, Bolivia, Paraguay y Brasil, cuya superficie equivale a unas 2.500 canchas de fútbol. La tendencia general de deforestación pasó de 748 a 1.355 hectáreas por día, según el registro del último mes. Se trata de zonas boscosas que cambiaron a uso agropecuario por la presión de intereses económicos.

Sólo en Brasil —el país con mayor biodiversidad— desde agosto de 2008 a julio de 2009 fueron devastados 7.464 kilómetros cuadrados de la Amazonia, que equivalen a cinco veces el área de Sao Paulo, la mayor ciudad sudamericana.

Como medida para contrarrestar la tala, Paraguay implementó la ley de “Deforestación Cero” con la que ha logrado reducir de 130.000 a unas 6.000 las hectáreas taladas de bosque al año, y la Argentina hizo lo propio con “Ley de Bosques” que exige el ordenamiento territorial para determinar dónde se pueden producir explotaciones y en qué lugares no será posible tocar un solo árbol.

Ríos contaminados

A la deforestación se suman otros dramas medioambientales por contaminación, generada especialmente por minería y los desechos tóxicos, o por falta de agua. En el río Amazonas hay más de 200.000 toneladas de mercurio procedentes de la actividad minera de Brasil y Venezuela.

En Bolivia, el río Pilcomayo, que también transita por la Argentina y Paraguay, el nivel de plomo detectado rebasa en tres veces el valor de 0,05 miligramo por litro permitidos en la Ley de Medio Ambiente.

Chile, a su vez, aún sufre las consecuencias por la contaminación por plomo y arsénico en Arica, ciudad en el límite con Perú, donde a mediados de los años ochenta se depositaron 20.000 toneladas de desechos tóxicos de la sueca Bolliden Metal.

En la Argentina, la cuenca Matanza- Riachuelo, que marca el límite sur de Buenos Aires y acoge a una población de 5 millones de personas, es el curso de agua más contaminado del país al recibir unos 88.500 metros cúbicos de desechos industriales.

Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Fnuap), la región, y en especial América del Sur, tiene aún grandes reservas de agua dulce. Cada habitante podría consumir 36.998 metros cúbicos por año, promedio solo superado en el mundo por Oceanía, con 53.711 metros cúbicos.

Sin embargo, “aun cuando América Latina cuenta con sistemas de agua dulce de gran magnitud, casi dos tercios de la región se clasifican como zonas áridas o semiáridas”, advierte el informe del Fnuap. Y agrega que los recursos acuíferos son explotados en algunas áreas a un ritmo insostenible para uso industrial, agrícola y doméstico, mientras la contaminación y el saneamiento de aguas siguen siendo problemas de gran magnitud, agravados por la descarga de químicos tóxicos en sus sistemas hídricos.

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