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Conocé como es dedicar la vida al medio ambiente

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Lucas Chiappe en su lucha diaria, con un sueño de ecologista. Descubrilo.

“Cuando llegué al sur mi gran enemigo eran los aserraderos; ahora son las inmobiliarias…”. La frase le pertenece a Lucas Chiappe y es buena para definir a un hombre en lucha. Eso es Lucas desde hace mucho tiempo. Por lo menos treinta y dos años. En ese entonces se asentó en la Comarca Andina del Paralelo 42, en la Patagonia argentina, con su mujer, Jillian.

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El hombre entiende que debe identificar y relacionarse con sus adversarios para hacerles cambiar conductas de producción que no tienen en cuenta el equilibrio medioambiental. Aquellos propietarios de los aserraderos que se resistían a dejar de cortar especies nativas centenarias, hoy combaten los incendios forestales codo a codo con los pobladores del lugar y aceptaron una extracción sustentable que les permitirá la explotación del recurso por muchos años.

“Había que dar voz a quienes no la tienen”, dice este hombre, de 58 años, cuando empieza a hablar del Proyecto Lemu que lo tiene como principal inspirador. Es un programa de protección que vincula y resguarda a los bosques andinos, hermanando parques nacionales tan distantes como los de la Argentina y Chile, con los de Nueva Zelanda y Australia.

Los ecosistemas en uno y otro extremo tienen una similitud sorprendente y es posible establecer planes de manejo para garantizar la continuidad de un pulmón esencial para el planeta.

La Argentina y Chile ya conformaron su primera reserva binacional de biosfera a ambos lados de la cordillera Andino Patagónica.

Se trata de 4,5 millones de hectáreas que incluyen ecosistemas de gran importancia y que quedan bajo la jurisdicción de los estados en los que están ubicadas. Son regiones en las que la tierra es pública aunque, de forma excepcional, se pueden admitir reservas privadas. Y dentro de estos núcleos solo se permiten actividades científicas, educativas y ecoturísticas.

Entre otros beneficios, la creación de esta reserva impide a perpetuidad la aprobación de proyectos de desarrollo que atenten contra estos recursos, y suman un atractivo para los extranjeros interesados en hacer turismo de bajo impacto ambiental.

Lucas Chiappe conoció a Jillian cuando tenía 15 años. Se encontraron en Buenos Aires y a los 20, salieron hacia Oriente a saciar curiosidades. “Tomaremos el tiempo que haga falta”, se juraron aunque llevaban para el viaje y el sustento, una suma total de 450 dólares. El periplo llegó a ser tan ambicioso como las ganas de conocer y aprender que tenían esos chicos en los 70. Recorrieron varios continentes y absorbieron la diversidad cultural que reúne la especie. Se interiorizaron sobre los modos precolombinos en Latinoamérica. Fueron carpinteros, electricistas, colectores de uvas, repositores y cien cosas más. Hasta que Lucas comenzó a trabajar como fotógrafo y periodista.

A la Patagonia llegaron en 1976. Los bosques andinos que enmarcan el Valle de Epuyén, cautivaron a esos compañeros de aventura para siempre. Hace tres décadas que viven ahí. La chacra se llama “El Nagual” y su significado es “lo que va más allá de lo imaginable”. Entre cipreses y coihues vive el guardián. En una pequeña comunidad rural llamada Epuyén, donde se asientan 2.000 personas desparramadas en unas 90.000 hectáreas. El valle está al noroeste de la provincia de Chubut.


El proyecto de cuidar los bosques nació en 1994 en los Estados Unidos, país que conserva menos del 4 por ciento de sus bosques originales.

Se reunieron representantes de unas 500 organizaciones ecologistas, y cuando empezaron a describir el estado de los bosques del mundo, dice Lucas que centenares de personas lloraban sin parar. Entonces apareció con claridad la necesidad de buscar, en el interior de cada uno, la definición capital para quien piensa en términos ciudadanos: ¿seremos indiferentes o activos? Lucas Chiappe ya sabía de qué lado estar y de ahí en más no tuvo dobleces en su lucha ambiental.

Él es periodista, fotógrafo, agricultor y ambientalista. Podría caracterizarse como un gran mediador ante conflictos como los que acarrean las represas o la minería. Logró que el Concejo Deliberante de Epuyén promulgue ordenanzas que prohíben la actividad nuclear o la minería a gran escala, excepto la estrictamente artesanal. En 1981 formó parte de un grupo de pobladores que desarrolló un trabajo de investigación y concientización durante cinco años para impedir que el valle fuese inundado por una represa. Su casa está emplazada en un terreno que hoy hubiese quedado a unos 35 metros bajo el agua. Él dice que es “una casa acordeón”, porque se ha ido estirando hacia los costados en la medida de sus necesidades. Cada puerta y ventana es una pieza única e irreproducible porque están hechas ahí sin la utilización de un metro ni el nivel, a “ojímetro”, como dicen por esos pagos.

Chiappe es padre de tres hijos: Surya, Nahuel y Rocío, y abuelo de cuatro nietos: Dylan, Gabriel, Luana y Alaya Kuma. Es vegetariano y produce los alimentos que consume. Las manos que siembran durante el día se mueven acompasadas y en sigilo durante la noche sobre un teclado que escribe el próximo capítulo de una nueva lucha ambiental. Son manos laboriosas, porfiadas y competentes. Se movilizan con destreza para que el legado se amplifique y reedite el encargo de perdurar.

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