El fascinante camino a través de una gota de agua.
¿Qué hay en una gota de agua?
Al observar una gota de agua estancada a través de un microscopio de fabricación casera, Anton van Leeuwenhoek descubrió que, en un líquido donde a simple vista no se percibían signos de vida, había criaturas minúsculas que se movían. Van Leeuwenhoek llamó a los seres microscópicos que descubrió aquel día de 1674 «pequeños animales» y estimó su tamaño comparándolos con un pelo que se arrancó de la barba. Lo que había visto aquel día eran organismos unicelulares a los que hoy llamamos protistos.
El microscopio compuesto por dos lentes se había inventado en Europa a comienzos del siglo XVII. Pero el cristal era de mala calidad y producía una imagen borrosa y coloreada por los bordes. Además, tenían que corregirse las distorsiones. Gracias a su oficio de pañero, Van Leeuwenhoek perfeccionó el invento empleando una sola lente similar a la que usaban los mercaderes para examinar de cerca los paños.
Tecnología artesanal
Tras pulir sus propias lentes, Van Leeuwenhoek logró ampliar las imágenes 200 veces, a la vez que conseguía una visión más nítida. Encajando una lente entre dos láminas de cobre con un orificio central y acoplándoles un tornillo largo a modo de portaobjetos, Van Leeuwenhoek fabricó un microscopio bastante preciso, que utilizaba junto a una fuente de luz, ya fuera procedente de una vela o de una ventana.
En 1674 y 1676, Van Leeuwenhoek informó de sus descubrimientos a la institución científica más destacada de su época, la Royal Society de Londres. Sus cartas causaron sensación, aunque muchos científicos no le dieron crédito por ello. Pero a medida que el laborioso naturalista iba dando noticia de sus nuevos descubrimientos a través de casi 200 cartas posteriores, su credibilidad y su fama fueron creciendo sin cesar.
También hizo algunos descubrimientos pioneros en su campo. En 1683, Van Leeuwenhoek observó unos organismos diminutos en el sarro dental: eran las primeras bacterias nunca vistas por el ojo humano.