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Ahora somos verdes

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¿En qué momento comenzó a importarnos el medio ambiente? ¿Cómo nos concientizamos sobre ser sustentables? Enterate cómo se fueron sentando las bases alrededor de esta preocupación.

Pensar ecolo?gicamente se ha convertido en una especie de obligacio?n ci?vica o incluso moral. ¿Quie?n decidio? que todos debi?amos comenzar a ser verdes?

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Una generacio?n atra?s, nadie reciclaba, el auto era una bendicio?n incuestionable de la vida moderna y ninguna persona habi?a oi?do del calentamiento global; sin embargo, la conciencia del efecto dan?ino del hombre sobre el ambiente tiene siglos.

 

En 1661, el horticultor y cronista ingle?s John Evelyn escribio? un tratado sobre la contaminacio?n causada por el uso de carbo?n mineral como combustible. Esa obra, cuyo ti?tulo se traduce “Fumifugium: los inconvenientes del aire y del humo diseminados en Londres”, fue uno de los primeros escritos sobre ecologi?a y fijo? un patro?n: desde el comienzo, el ambientalismo fue una respuesta al progreso tecnolo?gico.

 

En la era ato?mica

 

Las quejas se hicieron ma?s frecuentes y ma?s urgentes cuando aumento? el ritmo de la industrializacio?n. En 1798, el demo?grafo ingle?s Thomas Malthus advirtio? que el crecimiento de la poblacio?n podri?a llevar al hambre y al desastre. En 1852, el qui?mico escoce?s Robert Angus Smith descubrio? un nexo entre la contaminacio?n del aire y lo que llamo? “lluvia a?cida”. Ma?s tarde, surgieron las sociedades protectoras de animales, en respuesta a pra?cticas como la matanza del bisonte americano.

 

A mediados del siglo XX, un avance tecnolo?gico espectacular encendio? el movimiento ambientalista moderno: la fisio?n nuclear. Entre 1945 y 1962, Gran Bretan?a, Francia, Estados Unidos y la Unio?n Sovie?tica realizaron 423 pruebas nucleares, la mayori?a con propo?sitos militares. Pequen?os grupos protestaron contra esta carrera armamentista: el primero y ma?s significativo fue la Campan?a para el Desarme Nuclear (CDN), constituido en Gran Bretan?a en 1958. Al principio, lo que preocupaba a los manifestantes era la destruccio?n del planeta en un intercambio nuclear, pero pronto objetaron la irradiacio?n a la Tierra. Algunos ambientalistas de las bases –los activistas que luego se unieron a Greenpeace o a Amigos de la Tierra– habi?an adquirido experiencia en el movimiento antibe?lico.

 

Los pai?ses nucleares firmaron un tratado parcial de prohibicio?n de pruebas nucleares en 1963, pero habi?an surgido otros problemas ambientales. Entre ellos, el uso del pesticida dicloro difenil tricloroetano, o DDT, que se habi?a usado con e?xito en los primeros an?os de la Segunda Guerra Mundial para controlar las enfermedades contagiosas que transmiti?an los mosquitos. Los efectos de esta sustancia sobre la vida silvestre y las personas se habi?an enfatizado en 1962, en el libro Silent Spring (“Primavera silenciosa”). Su autora, la estadounidense Rachel Carson, sen?alaba que el DDT envenenaba los cultivos que se suponi?a que protegi?a, y que mataba a los insectos de manera indiscriminada, con lo que privaba a los pa?jaros de su fuente de alimento. Las futuras primaveras seri?an silenciosas, pues no habri?a pa?jaros que cantaran. El libro de Carson se convirtio? en un best seller porque su mensaje teni?a la fuerza de una para?bola bi?blica: si explotamos la tierra para nuestro beneficio, la destruimos. El gobierno de Estados Unidos tomo? nota. En 1963 un funcionario del presidente Kennedy escribio?: “Estados Unidos esta? todavi?a en un pina?culo de riqueza y poder; pero vivimos en una tierra de belleza que se desvanece, de fealdad que aumenta, de espacios abiertos que se achican, y de un medio ambiente que se reduce por la contaminacio?n, el ruido y el deterioro”.

 

En los veinticinco an?os siguientes, esca?ndalos y desastres demostraron las peligrosas libertades que los seres humanos se habi?an tomado con la Tierra. En 1967, el petrolero Torrey Canyon choco? contra un acantilado y encallo? cerca de las islas Scilly, al sudeste de Inglaterra. Derramo? unas 119.000 toneladas de petro?leo crudo y contamino? cientos de kilo?metros de la costa de Cornualles. En la de?cada de 1960, se descubrio? que fa?bricas japonesas de productos qui?micos habi?an vertido mercurio y otros metales en los ri?os y mares de Japo?n durante an?os y habi?an envenenado a la vida silvestre y a la gente. En 1972, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano propuso un conjunto de “principios comunes para inspirar y guiar a los pueblos del mundo respecto de la preservacio?n y el engrandecimiento del medio ambiente humano”. Los peores temores se cumplieron cuando, en 1986, un reactor exploto? en la estacio?n nuclear de Chernobyl, en Ucrania, y libero? una columna radioactiva por el oeste de la Unio?n Sovie?tica hacia el norte de Europa y Escandinavia.

 

Prueba cienti?fica

 

Aunque cata?strofes como e?stas despertaron au?n ma?s la conciencia, se trato? de incidentes terribles. En las de?cadas de 1970 y 1980, los cienti?ficos plantearon que la amenaza ma?s grave para el planeta veni?a de otra fuente: el efecto acumulativo de actividades cotidianas de billones de personas. En 1985, la investigacio?n brita?nica en el Polo Sur descubrio? un “agujero” en la capa de ozono de la Tierra, causado por el uso de clorofluorocarbonos, sustancias qui?micas no to?xicas usadas como refrigerantes y propulsores en los aerosoles.

 

Los cienti?ficos tambie?n vieron que las temperaturas aumentaban por los volu?menes de “gases de invernadero” liberados a la atmo?sfera por la quema de combustibles fo?siles. Incluso un bajo nivel de calentamiento global llevari?a a un cambio clima?tico irreversible, con temporales e inundaciones que traen la pe?rdida de cosechas y de ecosistemas vitales. Los “va?ndalos” ambientales eran quienes conduci?an automo?viles, encendi?an la calefaccio?n, usaban maquinaria o volaban en avio?n. Esta aceptacio?n de la responsabilidad colectiva convirtio? al ambientalismo en un tema poli?tico en el siglo XXI.

 

Es necesario un acuerdo global, pero hay diferentes opiniones: Occidente, por un lado, y los pai?ses en desarrollo, como China y la India, por el otro, hacen reclamos segu?n sus necesidades.

 

En 1979, el ecologista James Lovelock propuso la “hipo?tesis de Gaia”, que trata al planeta como una entidad viva u?nica, y dice que Gaia sabe co?mo ajustar las condiciones para que la Tierra no deje de ser un lugar hospitalario. La buena noticia es que la vida seguira? su curso ma?s alla? del dan?o que le hagamos. La mala noticia es que Gaia quiza? tenga que arreglar las cosas para seguir sin nosotros.

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