Es fácil quejarnos de todo pero, ¿nos sirve de algo?
¿Qué le dice a alguien que se queja sin parar? A alguien que mes tras mes, año tras año, llora por lo mismo, hasta que usted desea gritarle: “¡Basta!”
Todos tenemos irritaciones en la vida, pero existe una estrategia que puede poner en práctica la próxima vez que se descubra (o descubra a sus amigos) encontrando defectos, constantemente, a las mismas personas o situaciones.
Algunos somos adictos a los problemas; nos encanta culpar al marido, al jefe o a la suegra de todas nuestras cuitas. Sin embargo, a algunos nos gustaría superarlo. Para estas personas, propongo lo que he llamado la estrategia de “elegir chocolate”. Es algo que aprendí en un curso de desarrollo personal hace algunos años y que utilizo con frecuencia, porque sí funciona.
Imagínese que tiene seis años y que cada vez que visita a su abuela, ella le pregunta si quiere helado. Usted, por supuesto, dice que sí, y ella le ofrece del único que tiene: chocolate.
Usted es una niña rara a la que no le gusta el helado de chocolate y desearía con desesperación que Abue le diera helado de cualquier otro sabor. Pero “abue” solo tiene de chocolate.
¿Qué puede hacer? Podría explicarle que no le gusta el chocolate; podría comerse el helado de chocolate y gruñir frustrada; o puede “elegir chocolate”.
En esencia, “elegir chocolate” es elegir lo que uno tiene, no lo que quiere o desearía tener. Y, al decir “elegir”, me refiero a tomar una decisión aunque parezca que no hay alternativa.
Por ejemplo, las relaciones: si usted es un poco como yo, tal vez caiga en el círculo de amar y luego odiar a su pareja. Puede llevar mucho tiempo conviviendo con ella y estar tan acostumbrado a despotricar de sus errores que se olvida por qué le gustó esa persona al principio.
Ocurre lo mismo cuando se olvida oportunamente lo que lo atrajo de un trabajo, de ser amigo de alguien o de desarrollar cierta vocación. Hay que tener cuidado de no caer en el hábito de enfocarse en las faltas de los demás hasta el punto de olvidarse por qué deseaba tanto engancharse en esa relación.
Cada vez que me cuentan sobre hombres que han engañado a sus compañeras, agradezco no haberme unido con un mujeriego. Me enamoro de mi esposo cada vez que escucho a mis amigas quejarse de los ronquidos de sus maridos y juro unirme a los románticos que escenifican ceremonias de compromiso para renovar sus votos de amarse en la salud y la enfermedad.
“Elegir chocolate” es muy parecido a una ceremonia de compromiso. Es decirle al mundo que en alguna ocasión uno eligió algo y que sigue satisfecho de su elección. “Elegir chocolate” es tener claro lo que puede (y lo que no) soportar. La indecisión apesta, así que ¿qué mejor forma de salir de ella que revisar lo que lo impulsó a hacer su elección inicial? Esta es una manera útil de identificar qué, si acaso algo, ha cambiado.
En psicoterapia se alienta a los pacientes a examinar sus ansiedades en torno a las situaciones, para lograr la claridad respecto a sus decisiones y así aspirar a transformar aspectos no deseados de sus vidas. Entonces, ¿por qué no hacer lo mismo? La próxima vez que se mire al espejo y se sienta frustrado porque quiere algo que no tiene, trate de aclararlo. ¿De verdad cree que sería más feliz en otro trabajo, o con otra cara o cuerpo? ¿De verdad quiere vainilla? ¿O puede aprender a ser feliz con cualquier sabor que le toque?
Le sugiero que escuche a su voz interna; nunca se sabe, podría experimentar una evolución personal.