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La separación de los Beatles

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Los Beatles se separaron en Diciembre de 1980, conocé su historia.

Cuando en abril de 1970 el mundo conoció la noticia de la disolución del grupo, yo no me acuerdo en qué estaba pensando. Quizás, en si mi padre se decidía a comprarme una bicicleta; o tal vez anduviera concentrado en superar las pruebas de matemáticas de tercer grado. Como fuese, el lastre del éxito de los de Liverpool llegó a mi vida tardíamente, ya con la banda convertida en mito y los discos de vinilo editados en castellano.

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Así fue que comencé a transcribir la letra de cada una de sus canciones, según permitía mi conocimiento del idioma inglés en ese momento. Recuerdo We can work it out y The long and winding road, que me llevaron un día entero de trabajo, para obtener una versión pobre y llena de faltas de ortografía.

Hasta que a los 16 escuché ‘Shaved Fish’ de John Lennon. Entonces la música me entró por primera vez por el corazón y no por el oído, y adopté un ídolo cuya foto colgué en mi cuarto, al lado de la de Guillermo Vilas.

Fue entonces que retrocedí unos años y —por Lennon— empecé a escuchar más detenidamente a “su antiguo grupo”. Para mi modo adolescente de leer la historia, Los Beatles habían sido sólo el preludio de aquel músico con anteojitos a lo Trotski.

Como todos, quedé prendado de la simpleza de algunas melodías y, conforme crecía, estupefacto ante las fiorituras armónicas del Álbum Blanco y, sobre todo, maravillado por la visión anticipatoria de Abbey Road, que condensaba casi toda la energía creativa que luego desarrollaría el rock ‘n roll en el mundo.

Sin embargo, las cosas buenas duran poco. Y llegó el 8 de diciembre de 1980; o en realidad el 9, cuando me enteré del asesinato de John.

De ese día sí me acuerdo bien, porque ya estaba lo suficientemente crecido e instalado en mi primer trabajo, una vez terminado el colegio secundario. Recuerdo la vista nublada por las lágrimas; la angustia y la desolación. Se moría un ícono y con él, toda mi adolescencia. También recuerdo haber abandonado la tarea para correr desde mi escritorio hasta el baño, donde nadie me viera llorar. Como el chico que había dejado de ser, ese mismo día.
 
Por eso hoy sigo creyendo que Los Beatles se separaron diez años después.
 

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