Conocé la vida en familia del actor. Madurez artística y equilibrio emocional: claves del éxito.
“Siempre fui un tipo muy casero”
En su mejor momento, el polifacético actor destaca el importante rol de su familia.
La avenida Corrientes tiene un momento del día en que su aspecto cambia. Aunque nunca cesa el tráfico, el ruido, las bocinas y el apuro de los peatones, cuando oscurece, las marquesinas de las decenas de teatros que inundan esa zona emblemática de Buenos Aires invitan a sumergirse en un mundo diferente. Son casi las siete de la tarde y falta poco más de una hora y media para que comience una nueva función de “El joven Frankenstein”, la adaptación del musical de Mel Brooks.
El protagonista, Guillermo Francella, sale del estacionamiento como si fuera uno más. Solo, con impecable camisa blanca, jeans y una cadena de oro que sostiene un pequeño escudo de Racing Club, saluda a su público. Cruza la calle y se sumerge en los pasillos del teatro Astral. Técnicos, actores y músicos se preparan para una nueva función. En su camarín, el protagonista de la obra recibe a Selecciones. Amable, distendido, reflexivo, así se mostrará durante toda la charla.
En esta última parte del año, Francella disfruta del teatro. Y también del gran éxito del cine argentino de los últimos tiempos, “El secreto de sus ojos”, film que protagonizó junto a Ricardo Darín y Soledad Villamil. En este fin de 2009, Francella tiene mucho para celebrar. En especial, por cumplir treinta años de una carrera salpicada de éxitos que lo llevó a convertirse en uno de los artistas más populares de su país. Pero también admite que con sus últimos trabajos logró salir del encasillamiento del “personaje Francella” y dar un salto de calidad como artista.
“Estoy viviendo un momento muy feliz. Este año me pasó de todo. En el verano protagonicé ‘La cena de los tontos’ con un éxito descomunal, y que además marcó mi debut como director teatral. En enero se estrenó la película ‘Rudi y Cursi’, un éxito en México, Europa y Estados Unidos. Luego vinieron los estrenos de ‘El joven Frankenstein’ y de la película ‘El secreto de sus ojos’. Además recibí el Martín Fierro por mi personaje en la novela ‘Vidas robadas’. Fue un año intenso y fantástico a la vez. No puedo decir que fue el mejor porque cuando hacía ‘Los productores’ y ‘Casados con hijos’ al mismo tiempo era una maravilla lo que vivía. Tengo que confesar que tuve muy buenos años en mi profesión. Pero teniendo en cuenta el salto de calidad, este es un muy buen momento”.
P. El público siempre lo valoró, ¿ahora considera que también la crítica lo acompaña?
R. Hay un reconocimiento intenso. Y creo que se da porque trabajé en propuestas que ameritan un análisis distinto: protagonizando un musical o el papel dramático en la película de Campanella, cosas bien antagónicas. Creo que si no hay animosidad contra una persona es raro que no lo destaquen.
P. ¿Antes sentía que lo cuestionaban por hacer siempre el mismo papel?
R. Confieso que maltrataban más a los productos, y los productos masivos han sido detractados por la crítica. Pero yo no padecí eso, a mí me han mimado bastante.
P. En tres décadas de carrera, ¿qué cosas le produjeron más satisfacciones?
R. Todo, pero amo el teatro. Es sacrificado, no hay feriados, a las 6 de la tarde, la hora más linda para estar en casa, tengo que decir:?chau. Los sábados entro a las seis de la tarde y no salgo hasta las dos de la mañana. No hay vacaciones cuando la obra está en cartel. Pero esa inmediatez con el público me provoca mucho placer. Aunque también me gusta la dinámica de tener todo el día para mí, y a la noche dedicarme a trabajar.
“El joven Frankenstein” es el segundo musical que Francella protagoniza en teatro, luego de su experiencia en “Los productores”. Para incursionar en este género, el actor cuenta que pasó mucho tiempo preparándose: “Estuve siete meses practicando canto. Aunque tengo diez pasitos en la obra, también tomé clases de tap. Fue un entrenamiento muy intensivo para cumplir con esta exigencia”. Francella realiza seis funciones semanales en las que actúa, canta y baila. “Me cuido mucho, pero para hacer una obra así hay que estar muy bien de salud”, destaca.
P. ¿Cómo logra el equilibrio entre el trabajo y su vida privada?
R. No me acuesto nunca antes de las dos de la mañana y nunca me despierto después de las diez. Me quedo mucho en casa, donde hago desayunos largos con mi mujer, leo los diarios, estoy en la compu. A veces me gusta nadar. Siempre a la tarde me veo con algún amigo y me preparo para llegar a las 7 de la tarde al teatro con la energía que tengo que estar”.
“El secreto de sus ojos” es el gran éxito del cine argentino de los últimos años. Con récord de espectadores y candidata seria a competir por el Oscar a la mejor película extranjera, Francella se mete en la piel del alcohólico Pablo Sandoval, compañero de trabajo de Benjamín Espósito (Darín), con el que incursionó en un papel dramático y hasta se sometió a un cambio estético. Él mismo reconoce que en los altos de las grabaciones, cuando salía a tomar un café por la zona de los tribunales porteños, sin su característico bigote y con esos grandes anteojos del personaje, la gente no lo reconocía.
P. ¿Qué sensaciones le produce el gran éxito de la película?
R. Uno cuando filma una película no sabe qué puede llegar a suceder. La verdad, estamos felices. Es una película hermosa, con personajes entrañables. Es un trabajo muy sólido, muy bien contada por Campanella. Mi personaje me está trayendo un montón de satisfacciones. Es una gran transformación de lo que la gente está acostumbrada a ver de mí: estética e interpretativa. Estoy muy feliz.
Popular y familiero
Francella disfruta el cariño del público: “La devolución que recibo es tan afectuosa en ambos sexos que me hace sentir pleno”. Pero a veces sobrevivir al éxito resulta un reto. Las responsabilidades y un alto grado de exposición pueden derivar en algunos problemas que luego se trasladan a la vida privada. Pero Guillermo admite que el diván lo ayudó mucho a lograr un equilibrio. “En una época el psicólogo me fue muy útil. Es pecar de omnipotente querer resolver todo por sí solo y me ayudó mucho tener un lugar de reflexión donde alguien me escuche y escucharme yo mismo —cuenta—. Hubo épocas en las que estaba medio desbordado, en las que me costaba disfrutar de las cosas, porque no es tan sencillo manejar todo esto”.
Pese a convivir con el éxito durante años, Guillermo tiene muy claro cuáles son sus prioridades: sus hijos, su mujer, su madre. Este es para él un año de aniversarios. Pero no sólo en lo laboral. Hace dos décadas se casó con la mujer de su vida, María Inés, casi diez años menor. Se conocieron en 1987, cuando él ya era una cara popular de la tele y ella trabajaba como azafata. Tienen dos hijos, Nicolás, de 19, y Johanna, de 16. “Pese a que había empezado mi carrera antes de conocer a María Inés, nos conocimos en el año previo a protagonizar mi primer gran éxito ‘De carne somos’; pasé estos veinte años acompañado de mi familia”, relata.
P. En este tiempo, ¿se sintió un hombre pleno más allá de lo laboral?
R. La paternidad es la exaltación de la felicidad. Creo que no hay algo que vaya de la mano con eso. Es uno de los momentos más hermosos en la vida de una persona, y yo tuve dos momentos hermosos.
P. ¿Qué otros momentos recuerda?
R. Siempre estuve muy presente en la infancia y adolescencia de mis dos hijos. Con Johanna y Nicolás tengo una relación muy cercana. Recuerdo muchos momentos de estar juntos, de vacaciones muy lindas, de cosas imborrables a nivel familiar. No siempre lográs que vayan de la mano lo personal con lo laboral…
P. ¿Y usted lo logró?
R. En bastantes años de mi vida. O siempre. Tengo una gran compañera, que es el factótum prioritario en mi profesión, en mi carrera, en mi vida.
Guillermo se jacta de ser un padre muy presente. “No me va ese cuento de ‘trabajé tanto que me crecieron de golpe’, conmigo nunca fue así. Paraba una grabación para ir a un acto escolar que duraba dos minutos”, resalta. Y cuenta una anécdota de la que se enorgullece. Cuando la Selección argentina quedó eliminada en primera ronda del Mundial de Corea-Japón en 2002, Francella miraba por la televisión ese fatídico partido frente a Suecia junto a su hijo mayor. “Nico era chiquito y estaba llorando. Le prometí en ese momento que íbamos a ir al Mundial de Alemania 2006 juntos. Y él me preguntó, ‘¿de verdad?’”. Cuando en 2004 firmó contrato de dos años para encabezar el musical “Los productores”, Francella puso una cláusula: “pase lo que pase le prometí a mi hijo ir al Mundial”. Falta mucho para eso, le dijeron, “después vemos”. “La obra se estrenó en 2005 y luego se convirtió en un suceso tan grande que un año después no sabía cómo pararlo. Pero se respetó la palabra y me fui al Mundial. Para mí y mi hijo fue un sueño cumplido”, se emociona.
P. ¿Cómo vive junto a sus hijos una etapa tan difícil como la adolescencia?
R. Acompañándolos y ayudándolos, porque tienen personalidades fuertes. Pero son chicos adorables los dos, felices, amigos de sus amigos. Siempre hay un montón de chicos en casa y se nota que son queridos. No me la hacen difícil. Cuando el varón sale y vuelve a las 6 de la mañana, obvio que preocupa. A la nena a veces la voy a buscar. Ya dejó la matiné y sale los viernes, cosa que mucho no me convence pero es lo que siguen todos.
P. ¿Qué cosas no le gustan?
R. No hay que ser muy analítico para ver que no comulgo mucho con esta noche. Hay un juego previo con el alcohol que me saca de quicio. Siempre le digo a Nico que para seducir a alguna chica, el alcohol en vez de sumar, resta. También me preocupa la inseguridad, el flagelo de la calle, algo que no transité en mi infancia. Cuando vivía en Beccar iba caminando, en colectivo… A la madrugada cuando salen, nunca descanso. Soy feliz cuando están en casa.
P. ¿Cómo llevan el peso de ser sus hijos?
R. No se las hice difícil. Tengo una enorme popularidad y saben que cuando vamos a un lugar, no es sencillo. No fui un tipo farandulero, siempre fui muy casero desde que me casé. Cuando las revistas nos piden salir con ellos, no quieren. No vivo en una burbuja, vivo normal, soy un tipo muy terrenal. Tengo un hermano que labura como la gente normal, una madre que si no la mantengo yo se muere en la indigencia. Cobra la jubilación mínima.
Francella tiene 54 años y casi la mitad de su vida vivió con su mamá. Con ella guarda una relación muy especial. Le compró un departamento a seis cuadras de su casa, hablan por teléfono todos los días y se ven muy seguido. “Viene a casa por las tardes, siempre desde chiquito fui muy compañero de ella”, destaca el actor.
Su padre era bancario. Para Guillermo, un tipo simple y con códigos. “Mamé un hogar fantástico. Mamé la frente alta, la honestidad, la transparencia y obviamente que lo trasladé a mi familia, aunque muchas veces lo que formás no tiene que ver con lo que heredás. Hay ciertas consignas y pensamientos muy similares que trato de volcar a mis hijos. Yo tuve un gran papá, yo no sé si lo soy, pero soy muy compañero de mis hijos”, dice Guillermo, aunque se lamenta porque “se me fue en la mejor etapa mía y de él. Él tenía 60 y yo 26. Una edad hermosa para empezar a devolverle y enriquecerme de él.
Pasatiempos
Hay un Francella actor, otro padre de familia, y otro de entre casa. Ese es tal vez el más desconocido para su público. Pero él sostiene que por ser muy conocido no hace una vida diferente del común de la gente. En su casa de Buenos Aires pasa tiempo en la computadora: “visito páginas que me interesan y contesto e-mails que me llegan. Leo diarios, busco en Youtube, ‘googleo’ bastante”. Aunque señala que no lo entretiene el chat, los blogs o las nuevas redes sociales, como Facebook. Fuera de la computadora, se define como un gran lector. “Viví leyendo toda la vida. Sé comprimir, sé compactar”.
P. ¿Qué disfruta de la lectura?
R. Me llegan muchos libros, mucho texto de cine y teatro. Leo, algo que estimulo mucho para que también mis hijos lo hagan. En la escuela no enseñan a razonar y yo trato de aportar mi granito de arena. Me gustan materias como historia, literatura, filosofía, geografía, pero nada que tenga que ver con las cuentas.
P. Entonces ayuda a sus hijos con las tareas escolares.
R. Me gusta ver películas que luego tengan que comentarlas y ayudarlos a hacer resúmenes. Si mi hija me pide que esta noche después del teatro la ayude, lo hago.
P. ¿Volvería a estudiar?
R. Estuve estudiando inglés, aunque ahora dejé. Cuando filmé en México me sentía mal porque me quedaba afuera de muchas cosas. Había norteamericanos en la producción y en los almuerzos se la pasaban hablando inglés. Me daba mucha bronca. Ahora voy a retomar mis
clases.
Francella es un hombre apasionado. Y como tal, el fútbol ocupa un lugar muy importante en su vida. Sufre y goza por su querido Racing, amor que heredó de su padre y que luego transmitió a sus hijos. Más allá del fútbol, ahora encontró otro deporte: el golf. “Empecé hace unos años a través de un amigo y me entretuvo. Es un deporte de mucha precisión, y por eso no todo el mundo lo puede jugar bien. Juego pero no me divierto tanto porque no gano seguido”, dice entre risas. De su nuevo pasatiempo destaca que pasa varias horas con amigos, caminando bajo el sol y charlando. Aunque aclara que todavía no se transformó en una adicción: “Juego una vez por semana y a veces dos, y tengo que reconocer que me gusta. Hice todos los deberes, pero todavía me falta adquirir nivel”.
P. ¿Tiene nuevos desafíos para este gran año?
R. Creo que con el inglés y el golf ya es suficiente (risas).