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El aceite de pescado y otras curas, ¿son realmente milagrosas?

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Recurrir a remedios naturales, es una práctica popular de hace muchos años. Pero, que dicen los especialistas sobre estas tres curas en particular.

Sanan su sistema autoinmune”,  “curan la ansiedad”, “resuelven la diabetes”, y muchas más.  ¿Es realmente así?

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¿Qué es el CBD y para qué se usa?

CBD es cannabidiol, uno de los ingredientes activos de la planta de cannabis; su hermano, el tetrahidrocannabinol, o THC, es el ingrediente psicoactivo que catapulta en el usuario el efecto de “estar drogado”. Con raíces en China, es posible que esta planta se haya utilizado médicamente por primera vez alrededor del 2.700 AC. Mientras que el THC puede aumentar la ansiedad y/o generar adicción y conductas compulsivas, el CBD se promociona como una sustancia potencialmente capaz de proporcionar alivio a la ansiedad, depresión y trastornos de estrés postraumático (TEPT). También se dice que favorece el descanso y algunos lo toman para tratar dolores crónicos. Parte de la popularidad del CBD, que se vende en forma de aceites, aerosoles nasales etc., se debe a que los consumidores sienten que pueden aprovechar los beneficios para la salud que aporta esta sustancia sin quedar drogados.

¿FUNCIONA?

“Resulta prometedor en muchas variantes terapéuticas diferentes debido a que es relativamente seguro”, afirma James MacKillop, director del Centro Michael G. DeGroote para la Investigación del Cannabis Medicinal de la Universidad McMaster en Hamilton, Ontario. En 2018, en los Estados Unidos, se aprobó Epidiolex, un extracto purificado de CBD para tratamiento de algunos trastornos convulsivos extraños en pacientes mayores de dos años, luego de que en tres ensayos clínicos aleatorizados, doble ciego y controlados con placebo, en los que participaron 516 pacientes, se demostrara que dicha sustancia ayudaba a reducir las convulsiones.

Si bien existe esperanza para el tratamiento de otras afecciones, la mayor parte de las investigaciones se han realizado en animales; su popularidad ha avanzado mucho más rápido que la ciencia. En un pequeño experimento incluido en la publicación Neuropsychopharmacology se advirtió que el CBD parecía reducir el nerviosismo y los trastornos cognitivos en pacientes que experimentan ansiedad social. Sin embargo, en un estudio doble ciego se señaló que aquellos voluntarios sanos a quienes se administró CBD registraron cambios muy pequeños o ningún cambio en su reacción emocional ante imágenes o palabras desagradables en comparación con el grupo al que se administró placebo. 

¿Qué sucede con el sueño? En un estudio reciente de revisión de historias clínicas de 72 pacientes psiquiátricos tratados con CBD se señaló que no se registraban mejoras en el sueño a largo plazo.

¿ES SEGURO?

No es 100 por ciento certero, y aún no se sabe qué dosis sería segura para consumo diario.

La doctora Smita Das, quien lidera el grupo de trabajo sobre cannabis del Consejo sobre Psiquiatría de la Adicción perteneciente a la Asociación Americana de Psiquiatría, no recomienda el consumo de CBD para tratamiento de ansiedad, TEPT, trastornos del sueño o depresión, ya que le preocupa que los pacientes dilaten la consulta a profesionales adecuados expertos en salud mental.

Los más escépticos sobre la efectividad del CBD afirman que puede haber otro factor en juego en la sensación de bienestar que produce la sustancia: el efecto placebo.

¿Qué es la KOMBUCHA?

Esta bebida se obtiene a partir de un proceso de fermentación similar a otras preparaciones como el kéfir, el kimchi y el chucrut. Este producto, tradicionalmente una bebida gasificada que contiene microorganismos vivos, se elabora a partir de azúcar, té negro o verde, líquido proveniente de una tanda previa de la preparación y un cultivo de bacterias y levaduras llamado scoby. Conocido también como “té de la inmortalidad”, se cree que su elaboración comenzó en China hace más de 2.000 años atrás.

Se promociona como un producto capaz de mejorar la digestión y la diabetes, fortalecer el sistema inmune, reducir la presión arterial y desintoxicar el organismo. Sus partidarios van aún más lejos y afirman que la kombucha ayuda al tratamiento de problemas como reumatismo, gota, hemorroides, nerviosismo y función hepática y, además, combate el cáncer. Al promocionarlo como “probiótico”, sus promotores centran el interés en las comunidades de microbios presentes en el intestino, ya que se cree que comer alimentos ricos en probióticos aumenta la cantidad de bacterias “buenas” en el organismo y ayuda a equilibrar las “malas”.

¿FUNCIONA?

No se sabe realmente. Tan solo en un estudio se evaluaron los beneficios para la salud de esta bebida en humanos, según una revisión de diferentes publicaciones incluidas en Annals of Epidemiology. Particularmente, 24 adultos con diabetes no insulinodependiente consumieron kombucha durante tres meses y, en promedio, sus niveles de azúcar en sangre se estabilizaron hasta alcanzar rangos normales. Pero no se trató de un ensayo controlado y aleatorizado y los autores de la revisión señalaron que muchos de los registros sobre los beneficios de la kombucha se basaban en hallazgos anecdóticos no verificados.

Investigaciones a nivel celular y en animales indican que la kombucha puede tener propiedades antiinflamatorias y antimicrobianas. Al igual que el chocolate negro y el aceite de oliva, el té propiamente dicho posee un alto contenido de antioxidantes. 

¿ES SEGURO?

“Los productos comerciales deben ser seguros”, afirma el doctor Walton Sumner, investigador académico del Instituto Ronin. Aunque existen ciertas restricciones: personas con enfermedad renal o pulmonar por el riesgo de experimentar acidosis. Además, el scoby puede provocar infección en individuos inmunosuprimidos.

La presencia de pequeñas cantidades de alcohol en algunas preparaciones de kombucha puede ser un problema para mujeres embarazadas, niños y personas con afecciones hepáticas o pancreatitis,.

ACEITE DE PESCADO

En 1971, un equipo de investigadores daneses advirtió que una población esquimal en Groenlandia mostraba menos problemas cardiovasculares que los daneses y esquimales que vivían en Dinamarca. Así surgió una teoría: la dieta con alto contenido de grasas marinas de la población indígena proporcionaba protección al corazón. Desde entonces (y a pesar de que investigaciones más recientes han mostrado que el estudio de 1971 presentaba fallas), el aceite de pescado y los ácidos grasos omega 3, componentes estrella del aceite de pescado fue objeto de muchos estudios.

El aceite se obtiene de peces de agua fría: salmón, sardinas, caballa, etc. El pez obtiene los ácidos grasos omega 3 (sustancia con la que también se elaboran los suplementos) del plancton con el que se alimentan. El aceite de pescado se cree que mejora la artritis, reduce los síntomas derivados de los trastornos por déficit de atención con hiperactividad (ADHD), disminuye la probabilidad de experimentar ataques cardíacos y ayuda al organismo durante el tratamiento del cáncer. Además, puede mejorar los niveles de la lipoproteína de alta densidad (HDL), el colesterol “bueno”.

¿FUNCIONA?

En el estudio de mayor alcance sobre este tema, conducido por el Brigham and Women’s Hospital (de la Facultad de Medicina de Harvard), se realizó un seguimiento a más de 25 000 personas sanas mayores de 50 años durante cinco años desde 2010. Allí se descubrió que los suplementos de omega 3 reducían un ocho por ciento el riesgo de eventos cardíacos graves en una población habitualmente de riesgo y, en un subgrupo de personas que registraban bajos niveles de consumo de pescado, la reducción del riesgo fue del 19 por ciento. El estudio se considera test de referencia médico. Si posee antecedentes de afecciones cardíacas o altos índices de triglicéridos, puede ser buena idea tomar omega 3.

Se ha estudiado su impacto respecto del sistema nervioso y la salud del cerebro y, por ejemplo, en trastornos como ADHD, enfermedad de Alzheimer y afecciones autoinmunes. Sin embargo, hasta el momento no se han obtenido resultados concluyentes.

¿ES SEGURO?

Probablemente sea mejor incorporar ácidos grasos omega 3 a partir del consumo de pescados grasos como salmón, sardinas y arenque. Comer este tipo de pescados ayuda a reducir los niveles de triglicéridos. El aceite de semillas de lino es también fuente de origen vegetal de omega 3.

Consumir esta sustancia en forma de suplemento no produce daño, pero según el doctor Pieter Cohen, profesor adjunto de medicina en la Facultad de Medicina de Harvard, los individuos pueden destinar ese dinero a llevar una dieta más sana. “Muchos piensan: Tomaré mis suplementos así no debo preocuparme por comer sano. Esa idea es completamente errónea. No existen pruebas que demuestren que sea mejor reemplazar un plato sano de pescado por un suplemento de omega 3”.

—por Dawn MacKeen (Kombucha; CBD) y Crystal Martin (Aceite de pescado).

ESTE ARTÍCULO FUE RESUMIDO POR READER’S DIGEST. COPYRIGHT ©2019 POR NEW YORK TIMES

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