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La era robótica: ¡Hola!, soy su nuevo cuidador

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Los robots están llegando para cuidar de nosotros. Y ya ayudan en geriátricos y en otros lugares donde los consideren de utilidad. 

Justin Santamaria pasa los dedos a través de su iPad y de repente la criatura cobra vida. Del tamaño de un bebé, Zora se levanta del piso sobre sus pies, flexionando sus extremidades de plástico blanco, articulación por articulación. Se queda ahí de pie con esos ojos redondos y llamativos, y frente a ella, cinco señoras mayores sentadas en un semicírculo y con muchas expectativas.

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“Me está haciendo ojitos”, dice una señora en silla de ruedas mientras ríe. Pero eso es imposible, porque Zora es un robot. Desde febrero del 2019, la gerencia del asilo de ancianos en el distrito 15 de Paris, Francia, ha estado usándola para complementar el cuidado que ofrece a sus residentes mayores.

Zora dirige a su clase a través de una serie de ejercicios sutiles. Mueve su cabeza hacia arriba y hacia abajo hasta su pecho, luego de lado a lado, con música relajante de acompañamiento. Sus cinco estudiantes la siguen en cada movimiento.

El siguiente movimiento hace que los participantes ejerciten sus brazos. Todo, incluyendo lo que dice Zora, está programado previamente por Justin en su tableta.

Pero Justin no es un simple titiritero, sino un instructor de acondicionamiento físico especializado en adultos mayores y personas discapacitadas, y mientras Zora les enseña los movimientos a sus estudiantes, Justin puede brindarles atención individual con toda libertad. Él se acerca a una señora en silla de ruedas y la insta a estirar su brazo por completo. “Sé que es difícil”, le dice de manera comprensiva. También le explica al grupo que hacer círculos con los brazos les ayudará con la acción de recoger cosas.

Los miembros de esta sesión de ejercicios en silla de ruedas en Villa Lecourbe, obviamente adoran a Zora. Todos presentan movilidad deficiente y algunos también tienen problemas cognitivos, pero hacen lo que Zora les dice que hagan y cuando ella —los residentes se refieren al robot humanoide como “ella”— toca La Vie en Rose ellos cantan sonrientes. 

“Es como un juguete”, dice una señora de 90 años después de la clase. “Es como ser niño otra vez. A nuestra edad tenemos muchos recuerdos de nuestra infancia”. 

“Nadie tiene la impresión de estar trabajando”, comenta otro anciano. “Es una pequeña distracción bien recibida”.

Pero para Maisons de Famille, la cadena privada de asilos de ancianos que adoptó a Zora en sus 16 centros alrededor de Francia, ella es mucho más que un poco de diversión. Ella es el futuro.

La tecnología robótica está por todas partes. Ya estamos acostumbrados a los dispositivos autónomos que aspiran nuestras casas. Incluso es posible que nos hayamos topado con robots que ayudan a los cirujanos en las cirugías o bots de desinfección que limpian salas de operaciones después de haber sido usadas. Sin embargo, los robots se utilizan cada vez más en el cuidado de las personas y para mejorar su calidad de vida, en especial aquellos que parecen humanos en miniatura.

“Al traer a Zora, estamos siendo innovadores de forma consciente para incrementar el bienestar de nuestros residentes y hacer nuestra parte en la búsqueda de que el progreso sirva a la humanidad”, explica Delphine Mainguy, directora general de Maisons de Famille.

En Villa Lecourbe eso se traduce en actividades que forman parte del programa de cuidado personalizado para cada residente. En sesiones individuales para aquellas personas con problemas cognitivos, que no están a gusto en compañía de otros, o en entornos grupales, cantar, bailar y leer libros o periódicos en voz alta, pueden resultar ser ejercicios de equilibrio y fuerza. Zora podría ayudar al personal a persuadir a los residentes a levantarse cuando preferirían quedarse en cama o entretener a un residente a quien le disgusta que le arreglen el cabello. “Su presencia les ayuda a estar menos ansiosos y más relajados”, explica Elisabeth Bouchara, gerente de Villa Lecourbe. “Sobre todo, tratamos de encontrar soluciones que no involucren medicamentos”.

Los estudios sugieren que Zora y otros robots sociales le dan un valor añadido al cuidado convencional. Pero, ya que su uso está aún en una etapa inicial, la mayoría de la evidencia a la fecha es circunstancial. Maisons de Famille nos cuenta que adultos mayores que no hablan pero que han empezado a usar gestos para comunicarse después de imitar a Zora.

“En uno de nuestros centros en el sur de Francia, un residente no dejaba que nadie lo tocara para cambiarle los vendajes. Gracias a Zora, quien lo distrajo, finalmente aceptó el tratamiento”, comenta Boris Prévost, jefe de mercadotecnia e innovación en Maisons de Famille. “Otros residentes con demencia lograron concentrarse el doble cuando estuvieron en sesiones en las que el terapeuta psicomotriz utilizó a Zora.”

Zorabots, la compañía robótica de Bélgica que diseña y desarrolla el programa para diversos robots humanoides, le ha dado vida a Zora en casi 400 centros de salud en países como Australia, Bélgica, Francia, Suiza, Italia, Japón y los Estados Unidos.

La compañía relata cómo un anciano con demencia en Bélgica, que ya no hablaba, redescubrió su gusto por conversar gracias a su cuidador robótico, y cómo otro paciente en Paris, quien había olvidado las notas de una melodía logró recordar toda la pieza mientras interactuaba con Zora.

¿Cuáles son las desventajas? Los residentes en Villa Lecourbe se quejan de que la voz de Zora es muy baja, un problema para quienes tienen una discapacidad auditiva. Justin Santamaria siente que esta tecnología aún necesita mejoras. “No es difícil programar”, dice, “pero lleva tiempo”.

Tanto el personal fijo como los eventuales estaban preocupados al principio de que los robots fueran reclutados para sustituir a los cuidadores. Pero no es así, insiste Elisabeth Bouchara. “El robot acompaña, no reemplaza”, explica. “Zora es un pequeño personaje con quien nuestros residentes se familiarizan, pero está programada por un profesional. Por sí sola no es nada”.

Justin Santamaria concuerda. “Es otra herramienta, como una pelota o una banda elástica”, dice. “Facilita el contacto con los residentes pero no va a reemplazar a los humanos”.

En el Reino Unido, el consejo municipal de Southend-on-Sea, en Essex, también ha integrado exitosamente un robot en su sistema de seguridad social. Bajo el nombre de Pepper, este humanoide del tamaño de un niño es utilizado tanto para adultos mayores con demencia, como con niños que tienen algún Trastorno del Espectro Autista (TEA).

Maxine Nutkins, directora del consejo de participación comunitaria, manifiesta su asombro por la transformación que ha visto en ambos grupos. Estuvo presente en una sesión reciente en una casa de asistencia para personas con demencia, durante la cual Pepper le hacía preguntas a los residentes para motivarlos a hablar acerca de sus recuerdos.

Una señora de más de 90 años no estaba participando, pero cuando tuvo una sesión individual con Pepper, de repente se paró, comenzó a bailar, hablando y estrechando la mano del robot, incluso acariciaba la cara de este. Su hija, quien estaba presente, dijo: “Desearía que hubiesen visto a mi madre antes. Nunca ha hecho esto. Es increíble”.

Pero Nutkins ha visto un mayor beneficio con los niños que tienen TEA. Pepper va a dos escuelas para niños con necesidades educativas especiales y dirige un taller de escritura creativa. El robot está programado con información acerca de cada niño; y a los chicos les emociona que Pepper sepa cosas acerca de ellos.

“Los niños quedan cautivados de inmediato”, cuenta Nutkins. “Pepper los anima a comunicarse y a contarle más cosas. Los motiva a permanecer concentrados. Nadie se distrae”. Los niños pronto comienzan a trabajar en conjunto, creando historias ilustradas basadas en sus propias experiencias y en las cosas que son importantes para ellos. Muy frecuentemente no pueden comunicar estas pasiones a otros y menos trabajar en equipo.

Gracias a las sesiones creativas de Pepper, Jacob, un adolescente con TEA, ha sufrido una metamorfosis notable en el lapso de un año. Para empezar, se aislaba con sus audífonos y rara vez hablaba, pero ahora es alguien seguro de sí mismo y estudia la carrera de negocios en una universidad local. “Es un joven ocupado”, dice Maxine Nutkins. “Y eso es grandioso porque no era así antes”.

Nutkins cree que el valor de Pepper recae en el hecho de que el robot no tienen emociones humanas que pudiera transmitir de forma inconsciente y que de alguna manera ahuyentaran a la gente.

“No hay presión, esa es una de nuestras observaciones principales”, comenta. “Pepper es consistente. Si te cuesta trabajo entablar una conversación con él, no va a presionarte para que hables. Va a quedarse ahí dos horas más con el mismo ofrecimiento, hablando con el mismo tono de voz, mirándote, comprometido contigo, y eso es realmente importante para estos jóvenes”.

El Profesor Daniel David es director del departamento de psicología clínica y psicoterapia en la Universidad de Babes-Bolyai, Cluj-Napoca en Rumania. Él está de acuerdo con las observaciones de Nutkins. “En el caso del TEA, hay una apertura para interactuar con seres artificiales y otras tecnologías, más a menudo que con humanos”, afirma.

Asimismo, cree que la contribución de los robos al tratamiento de problemas de salud mental podría incluso ir más allá. En lugar del método llamado “Mago de Oz” usado tanto por Zora como por Pepper, en el que los operadores tienen que programar las acciones y reacciones del robot, él está trabajando en un proyecto para desarrollar un robot autónomo supervisado que trabaje con niños que tienen TEA. 

“Ya lo hemos usado en escenarios de la vida real en cerca de diez centros en Rumania con 79 niños con TEA y con buenos resultados”, asegura.

Su equipo ha estado utilizando dos robots. Uno tiene la apariencia de un elefante suave llamado Probo, que enseña habilidades de comunicación tales como a pedir las cosas y decir gracias. El otro se llama Nao. Aparentemente es idéntico a Zora, pero es dirigido por otro programa de computadora, y es usado para hacer juegos de rol en los que los niños aprenden cómo imitar, tomar turnos y desarrollar otras habilidades sociales.

Lo emocionante acerca de este trabajo es que tiene el objetivo de desarrollar la siguiente generación de terapia robótica usando inteligencia artificial.

Los robots serán capaces de aprender de sus experiencias para evaluar el comportamiento y seleccionar una respuesta adecuada. También servirán como herramienta de diagnóstico recolectando información durante las sesiones con los niños. El equipo del proyecto espera publicar sus resultados en breve. 

El Profesor David está convencido de que los robots tienen un papel en el futuro de los tratamientos para la salud mental, ya sea para niños con TEA o para adultos mayores y otras personas que necesiten apoyo cognitivo y emocional en casa, cuando los terapeutas no estén disponibles.

“El desarrollo tecnológico es inevitable y la tecnología robótica es imparable”, declara. “Es por ello que los psicólogos deberían ser proactivos y ser quienes diseñen dicho futuro”.

Las innovaciones son cada vez más frecuentes e importantes. En Toulouse, la iniciativa francesa New Health Community, está desarrollando un robot de asistencia médica llamado Charlie para su uso en hospitales, que no solo le hace compañía a los pacientes sino que los entretiene con juegos u ofrece información a través de una pantalla táctil. Incluso tiene una característica de videoconferencia para que los pacientes puedan hablar con un doctor. Además, la información médica es almacenada de forma segura.

Al creador de Charlie, Nicolas Homehr, médico general, se le ocurrió esta idea después de que su hijo estuviera en el hospital por una enfermedad grave: pensó que podría ser benéfico tener un acompañante robot para niños en tal posición.

Mientras tanto, AV1 de la compañía noruega No Isolation, está disponible en alquiler para niños con enfermedades crónicas que faltan mucho a la escuela y se sienten aislados. El pequeño robot de escritorio puede ir a la escuela en su lugar, haciendo posible que el estudiante se una a las lecciones de forma remota gracias a su tecnología de transmisión en vivo. 

En breve, el gigante Samsung presentará su robot Bot Care, que asistirá y supervisará a personas enfermas, discapacitadas y adultos mayores en sus propias casas. Bot Care es un robot que se mueve y habla, tiene una pantalla que sirve como cara y cuenta con unos lindos ojos digitalizados. Puede medir la presión arterial, la frecuencia cardíaca y respiratoria, recordarle a los usuarios que deben tomar sus medicamentos, decirles lo que hay en su agenda para ese día, e incluso alertar a los miembros de la familia en caso de emergencias.

Los cuidadores autónomos como este pueden llegar a estar en auge en años próximos, particularmente dado que por cada joven habrá dos adultos mayores en Europa para el año 2060, con más del 10 por ciento de la población por encima de los 80 años.

No obstante, los fundadores de Zorabots insisten en que la tecnología robótica está ahí para ayudar y no para tomar el control. “Los robots sociales ya han hecho la diferencia, ya que han alentado a las personas a mantenerse en forma al estar involucrados en el proceso asistencial, como una herramienta para la psicoterapia, encontrando nuevas formas de detectar el dolor o comunicándose con las personas con autismo, por ejemplo”, asegura Tommy Deblieck, quien, junto con Fabrice Goffin, es fundador de la compañía.

“Pero los robots nunca reemplazarán la calidez y experiencia de los humanos. Incluso si la inteligencia artificial puede ayudar con la parte asistencial y de diagnóstico, los robots siempre serán un complemento de los humanos, y únicamente un apoyo adicional para los pacientes”.

De vuelta en Paris, en Villa Lecourbe, Elisabeth Bouchara está muy feliz con la forma en la que Zora, su “pequeño robot mágico”, ha mejorado la vida de los residentes. “Fue una decisión grandiosa”, concluye.

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