Inicio Uncategorized El beso en la boca, a lo largo de la historia

El beso en la boca, a lo largo de la historia

942
0
Beso en la boca

¿Por qué las personas empezaron a darse besos en la boca? Para promover la paz, para reproducirse y para alimentarse.

El herpes también tiene su lado bueno. Más allá de lo molesta que pueden resultar la picazón y las ampollas en el rostro, del incordio que implica que el patógeno nunca desaparezca por completo del organismo, y por más pequeño que pueda ser el consuelo para aquellos que se ven severamente afectados por este problema: al menos para la ciencia, los virus del herpes son verdaderamente útiles. Como su genoma se puede analizar y rastrear a través del tiempo, permiten sacar conclusiones sobre cuándo y cómo se produjeron los contagios.

Publicidad

Esto suele suceder por microgotas, es decir, a través de la boca. Un grupo de científicos liderado por las genetistas Meriam Guellil de la Universidad de Tartu, Estonia, y Lucy van Dorp del Colegio Universitario de Londres compararon ADN moderno y antiguo de virus del herpes.

Sus hallazgos fueron luego informados en la publicación Science Advances: si bien los virus del herpes llevan millones de años entre nosotros, la cepa del virus que prevalece hoy recién se estableció en Europa en el transcurso de los últimos 5.000 años.

Se cree que todo comenzó de la mano de inmigrantes provenientes de las estepas de Eurasia que se trasladaron hacia el oeste especialmente durante la Edad de Bronce. Esas personas llevaban los nuevos virus de herpes consigo y no solo eso, sino también la receta infalible para la propagación de los virus a la mayor velocidad posible. Mientras que los virus antes se habían trasmitido principalmente de madres a hijos, los inmigrantes ahora traían una nueva técnica cultural a Europa: el beso romántico.

¿Cómo comenzó el hombre a besar?

Beso

El beso, una costumbre tan extendida en el mundo, es, por lo tanto, una práctica cultural importada. De hecho, no era algo natural que los amantes se besaran en los labios. La idea de que este era un hábito común en todo el mundo y que siempre ha sido así es una confusión diseminada en Occidente.

Eso es lo que afirma el equipo de trabajo del antropólogo William R. Jankowiak de la Universidad de Nevada, Estados Unidos, en la publicación American Anthropologist.

El malentendido probablemente se deba a que las personas tienden a considerar su propia cultura como el estándar. El propio científico naturalista Charles Darwin había asumido que en el 90 por ciento de las culturas se utilizaba el beso. Investigadores liderados por Jankowiak, por otra parte, utilizaron una base de datos y evaluaciones de etnólogos para comparar más de 168 culturas y llegaron a la conclusión de que tan solo en 77 culturas, es decir, ni siquiera la mitad, las personas se besan en la boca por amor.

Cuanto más compleja es la sociedad, más frecuente es que sus integrantes se besen de esta forma íntimamente. Esta técnica cultural parece más extendida en Medio Oriente, Asia y Europa. Besarse es menos común en África, América Central y del Sur.

Las investigaciones sobre el beso

A primera vista, el hábito de besarse parece haber sido muy investigado. En los últimos años, los científicos han reunido una gran cantidad de datos fascinantes y, en algunos casos, incluso bizarros, sobre esta práctica.

Para comenzar, besuquearse ayuda a cuidar la salud: durante un beso intenso se intercambian 80 millones de gérmenes, por lo tanto, besarse ayuda a cuidar la salud, y hasta podría mitigar reacciones alérgicas.

Por el bien de los tímpanos de su enamorado, sin embargo, conviene evitar el área de las orejas ya que los besos pueden producir un sonido muy intenso a un volumen superior a 130 decibeles.

Según la técnica empleada, un beso pone en movimiento más de 30 músculos faciales. Los investigadores especialistas en besos se llaman filematólogos; las personas que experimentan temor a los besos en forma patológica padecen filemafobia. Y dos tercios de las personas instintivamente inclinan sus cabezas a la derecha al besar, las demás a la izquierda. Esta preferencia se desarrolla en el vientre materno.

El origen del beso en la boca

El beso en la boca, a lo largo de la historia

 

Pero en relación con cómo y por qué se desarrolló el beso en la boca, existen explicaciones muy diversas. Algunas teorías, por supuesto, pertenecen al reino de las leyendas.

El escritor griego Plutarco, por ejemplo, señaló que Rómulo, el fundador de Roma, había prohibido a las mujeres beber vino y los hombres debían revisar sus labios para comprobar si obedecían dicha orden de abstinencia. Esto dio lugar a la leyenda de que ambas partes desarrollaron cierto interés por besarse, y que el beso había sido inventado a partir de una necesidad de control. Una afirmación que el propio Plutarco no había hecho.

Por otra parte, Plutarco sí mencionó otra teoría que atribuyó al filósofo Aristóteles. Allí se señala que luego de la destrucción de su ciudad natal y su huida a Italia, las mujeres troyanas cansadas de vagar presuntamente decidieron poner fin a la travesía y quemaron los barcos. Para calmar a sus esposos, sellaron sus bocas enfadadas con besos. El beso sería entonces una estrategia de apaciguamiento.

En el siglo XIX se inició un estudio científico serio sobre el origen de la práctica de besarse. Charles Darwin señaló que la técnica cultural se remontaba a la necesidad humana de cercanía: indicó que el besarse no era innato, sino “congénito”, es decir, natural. Las personas deseaban el contacto: aquellos que no se besaban en los labios, lo reemplazaban, por ejemplo, por caricias o bien frotaban sus narices.

Para otros investigadores, todo comenzó de la mano de la comida. El zoólogo y científico conductual australiano Irenäus Eibl-Eibesfeldt y su colega británico Desmond Morris, por ejemplo, interpretaron el beso como un vestigio de la alimentación boca a boca. Como sucede con los pájaros, los padres de los primeros humanos posiblemente masticaban la comida antes de colocarla dentro de las bocas aún sin dientes de sus hijos.

Sigmund Freud sostenía una idea diferente, aunque al mismo tiempo, similar. Según el fundador del psicoanálisis, besarse evocaba en las personas la época de amamantamiento en el pecho materno. Freud también veía en esta forma de alimentación temprana de la infancia el primer indicio de deseo sexual en funcionamiento. Además de besar, afirmaba que el hábito de chuparse el pulgar también se había desarrollado a partir de esta idea.

Lo que Freud no podría haber previsto es que, en la actualidad, mediante ultrasonido es posible observar cómo un bebé se chupa el pulgar ya en el vientre materno sin haber visto jamás un pecho.

El beso, ¿una práctica copiada de los animales?

Otros científicos sostienen que el besarse se remonta al comportamiento animal. El psiquiatra y criminólogo alemán Paul Näcke, por ejemplo, señaló que el gato macho muerde a la hembra en el cuello durante el acto sexual. Esto sugeriría que el beso humano “tal vez originalmente funcionaba como medio de sujeción del cuerpo durante el coito”, explicó Näcke a comienzos del siglo XX.

Por lo tanto, los hombres habrían inventado el beso para evitar que las mujeres escaparan durante el sexo. Que la saliva masculina contenga la hormona sexual testosterona, capaz de aumentar el deseo en las mujeres, apuntaría también en esta dirección.

Según una última hipótesis, el beso sería una estrategia destinada a la selección de pareja. De acuerdo con la investigadora especialista en sexualidad Ingelore Ebberfeld, fallecida en 2020, se parecería al hábito de olfatear que tiene lugar en el reino animal. Para ella, besarse se asocia con oler. Al oler y saborear al otro, quienes se besan evalúan químicamente si se trata de un buen partido.

Esta tesis olfativa explicaría no solo los besos en la boca sino también aquellos debajo de la cintura. Los animales huelen a otros animales en el área genital y los primeros humanos hacían lo mismo: “Nuestros ancestros olfateaban y lamían el área de las nalgas para establecer contacto sexual, pero cuando los humanos se enderezaron, este contacto se trasladó de abajo hacia arriba”, escribió Ebberfeld en su libro Kiss Me.

Eso convertiría al beso en una acción que reemplazaría a olfatear la entrepierna y en una consecuencia del caminar erguido. Un grupo de genes particularmente importantes para el sistema inmune y que determinan el olor corporal natural de todos los seres humanos probablemente desempeñen un papel especial en esta cuestión.

En 1995, se volvió famoso un experimento realizado por el biólogo suizo Claus Wedekind: el experto indicó a un grupo de alumnas de la Universidad de Berna, Suiza, que evaluaran el aroma de unas remeras que habían sido utilizadas previamente durante dos noches por alumnos varones. Las mujeres casi unánimemente prefirieron el olor de hombres cuyos genes sugerían un sistema de defensa inmune diferente al de ellas.

Los investigadores atribuyeron esto al hecho de que padres con sistemas inmunes diferentes pueden proporcionar a sus hijos una caja de herramientas genéticas más amplia para lidiar con las enfermedades.

Investigadores de Dresden y Tübingen recientemente llegaron a una conclusión similar: con ayuda de cuestionarios y análisis de ADN, determinaron que es más frecuente que se formen parejas entre personas cuyos códigos genéticos son diferentes. Pero, aun cuando hasta un análisis biológico-químico podría en última instancia estar detrás del beso, cuándo, dónde y por qué esta técnica cultural se desarrolló de maneras tan diferentes en el mundo es todavía una pregunta sin respuesta.

Los historiadores antiguos prestaron poca atención a este fenómeno, lo que dificulta la tarea de encontrar el origen de la práctica.

El beso, ¿un gesto público o íntimo?

Los etnólogos occidentales, por ejemplo, pensaron por mucho tiempo que en China y Japón las personas no se besaban en la boca. En Europa, el beso se había convertido en ritual para diferentes ocasiones. Para la iglesia cristiana inicial, el beso en la boca era un saludo de paz, y tiempo después, las personas también besaron bocas, mejillas, manos, pies, anillos grabados e incluso cruces.

En el Lejano Oriente, las cosas eran diferentes: a fines del siglo XIX, Paul d‘Enjoy, por ejemplo, un francés que viajaba frecuentemente a China, señaló que los nativos se sentían completamente horrorizados por los besos de los europeos e incluso hablaban de canibalismo.

Sin embargo, la literatura antigua y los grabados en madera muestran otra situación: el hábito de besarse era muy conocido en Extremo Oriente, y no era tan solo un gesto público. Era una práctica sexual, de modo que occidentales como d‘Enjoy simplemente no lo comprendieron.

¿Quién inventó el beso?

El beso en la boca, a lo largo de la historia

En cuanto a quién inventó el beso, más allá de que pueda haber sido reinventado en diferentes culturas, y cómo fue su desarrollo, es una historia difícil de reconstruir. Ebberfeld reunió reliquias con supuestas ilustraciones de besos de épocas prehistóricas que al menos arrojan algo de luz sobre el tema.

 

El broche de una toga mesopotámica del tercer milenio a. de C. muestra a una pareja besándose; el beso también aparece en los mitos sumerios. Una estatuilla de terracota del antiguo Perú, que data de algún punto entre el año 100 a. de C. y el 600 d. de C., muestra lo que sería un beso francés. Un dibujo del México prehistórico contiene dos figuras que representarían dioses intercambiando almas a través de un beso. Guellil, van Dorp y su equipo ubican el primer registro escrito de un beso en la Edad de Bronce en el sur de Asia.

¿Y en Europa? No se ha señalado de qué modo los amantes prehistóricos se acercaban entre sí en esta región. Las ilustraciones más antiguas de personas no ofrecen información: probablemente unos 40.000 años atrás, en Europa Occidental, el hombre comenzó a pintar el interior de las paredes de las cuevas de roca y esta costumbre continuó hasta el _ n del último período glacial unos 10.000 años atrás. Los motivos conservados suelen exhibir animales y escenas de personas cazando.

No se han descubierto, sin embargo, besos prehistóricos, aunque eso no significa que no existieran. Tal vez las pinturas cumplían una función diferente y simplemente no había lugar para los besos allí. De acuerdo con los resultados del estudio del herpes, el beso recién llegó a Europa en la Edad de Bronce, varios miles de años después.

Definitivamente, ya era conocido en tiempos de la antigua Roma y Grecia a más tardar. La leyenda de los besos de las mujeres troyanas no es la única evidencia de esto. Vasijas y recipientes griegos también muestran escenas de besos.

Más tarde, si bien los romanos no sabían sobre virus, sí habían captado el concepto de infección. En siglo I d. de C., el emperador Tiberio prohibió besarse en ocasiones oficiales. De esta forma, buscaba poner un freno a la propagación de enfermedades. Lo que aún no es posible afirmar con certeza es si esta medida tenía alguna relación con el herpes.

Artículo anteriorEl azúcar y sus sustitutos: verdades no tan dulces
Artículo siguienteEstafas telefónicas: adivina quién llama