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12 buenas acciones durante la pandemia

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La sensibilidad y el apoyo mutuo afloró en muchos lugares, por eso seguimos difundiendo actitudes loables que ocurrieron durante 2020 en medio de la pandemia. 

Espectáculo de flores

La primera semana de abril, mientras muchos se preparaban para pasar el fin de semana de Pascua sin encuentros con familiares ni amigos, algunos habitantes de Hamilton y de la Península del Niágara, en Canadá, abrieron sus puertas y encontraron una gran sorpresa: macetas con begonias, hortensias y crisantemos. William Ravensbergen, gerente de un invernadero en Smithville, Ontario, se asoció con un donante anónimo para la provisión de las plantas y luego reclutó voluntarios para que distribuyeran 30. 000 flores. Su negocio se vio golpeado por la situación y se rehusaba a quedarse inmóvil viendo cómo sus flores se echaban a perder. Decidió, entonces, regalar color en un momento de gran oscuridad.

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El mejor desfile

Cuando el médico le dijo a Dionne Warner de Regina, quien ya había logrado sobrevivir al cáncer en otras nueve oportunidades, que los tumores dispersos por todo su cuerpo se habían reducido, ella sabía que no podía tratarse de otra cosa más que de un milagro. Ella y su esposo Graham realmente querían celebrar, pero había un solo problema: estaban encerrados en su casa debido a la cuarentena. 

El domingo de Pascua, Graham convenció a Dionne de salir a caminar con él a pesar del clima helado. Ella estuvo de acuerdo, pero solo si los dos usaban orejas de conejo (y él accedió). Al salir de la casa, Dionne observó a su alrededor y se preguntó por qué las casas de sus vecinos se veían decoradas de fiesta. Luego divisó una procesión de 55 vehículos, incluidos dos remolques. Graham había organizado un desfile sorpresa en su honor. Dionne miraba maravillada cómo sus vecinos pasaban frente a ella mientras la saludaban, la felicitaban y hacían sonar sus bocinas a todo volumen. “No podía parar de llorar”, dice. “Fue hermoso”. Lo más lindo, agrega la pareja, es que su barrio se ha transformado en un mejor lugar donde vivir.

Lavandería para todos 

Imran Rajpoot, propietario de la cadena de lavanderías Dolphin Cleaners en Calgary, sabe la cantidad de tiempo que demanda lavar la ropa y no quería que los trabajadores de la salud destinaran su valioso tiempo de descanso a desinfectar sus prendas. En abril pasado decidió ofrecer servicio de lavandería gratuito a los trabajadores de la salud y de servicios de emergencias. Dentro de las primeras semanas, ya había ayudado a 300 trabajadores esenciales. “Hay un momento y un lugar para todo”, dijo Rajpoot a CBC. “Realmente no es momento de pensar en ganancias; es momento de servir a la humanidad”.

Camioneros agradecidos

La pandemia implicó el cierre de los paradores para camiones en Canadá, lo que dejó a los conductores sin lugares para descansar luego de extensos recorridos. Min Lee, encargado del hospedaje Morris Stampede Inn, cerca de Winnipeg, decidió responder a esta necesidad y ofrecer a los conductores las habitaciones vacías para que pudieran darse una ducha rápida y tomar un descanso. Muchos camioneros agradecidos han parado allí desde entonces. “Ellos estaban arriesgando sus vidas para que a ninguno de nosotros nos faltara nada”, afirma Lee. “Queríamos mostrarles 

“Te escucho” 

Cuando el Covid-19 golpeó la puerta, la psicoterapeuta Karen Dougherty rápidamente advirtió que Toronto podía convertirse en epicentro de este problema y que contar con acceso gratuito a un servicio de terapia beneficiaría a los trabajadores de la salud. Publicó entonces una convocatoria a través de sus propias redes sociales a la que respondieron tres personas que resultarían indispensables para el funcionamiento de la iniciativa, entre ellas, un experto en administración de redes y amigo de la niñez que no había visto en 40 años.

“Los trabajadores de la salud sentían mucha ansiedad por lo que se acercaba. Lo llamamos pretrastorno por estrés postraumático (TEPT), la anticipación del trauma”.

Gracias a su ayuda, el sitio web del grupo, Ontario COVID-19 Therapists, estuvo operativo en el transcurso de dos horas. Dos días más tarde, 450 terapeutas se habían ofrecido a ayudar. “Era tanta la ansiedad por lo que se acercaba”, comenta Dougherty.

El servicio es gratuito para trabajadores médicos y encargados de cuidados prolongados que tratan pacientes con Covid, además de personal de albergues y refugios. A cada trabajador de la salud que solicita asistencia se le sugieren dos terapeutas que estén de guardia. Durante el pico, en abril, el grupo recibió entre 50 y 100 llamadas por día. Algunos trabajadores de hospitales conversaban en este espacio sobre su miedo a no contar con suficientes equipos de protección personal. Los profesionales médicos padecían el tener que elegir entre el autoaislamiento y la posibilidad de exponer a sus familias al virus.

Es frecuente, comenta Dougherty, que los trabajadores de la salud no tengan a nadie con quién hablar, ya que no quieren asustar a sus familias. “No puedo resolver todo lo que les pasa, pero sí puedo decirles ‘Es realmente espantoso. Estoy aquí para ustedes durante el tiempo que me necesiten’”.

Barbijos solidarios

Roxana Grimaldi, de 40 años, conoce a Telma, una mujer de 96, desde muy pequeña, cuando se mudó a la localidad de 9 de Julio, en Buenos Aires. La señora vivía al lado de ella, quien la terminó adoptando como una abuela postiza. Así enlazaron una relación de amor que perdura hasta hoy. Telma solía tejerle gorros de lana y bufandas haciendo juego, «y me cosía vestiditos para mis muñecas», agrega Roxana.  

A principios de abril de 2019, al verla muy sola y con poca movilidad, Roxana tomó la decisión de acondicionarle una pieza en su propia casa e invitarla a quedarse a vivir con ella, su marido y sus dos hijos. Era lo mejor para ambas ya que a Roxana se le complicaba cada vez más cuidar a Telma. La señora aceptó gustosa. 

Lo mejor llegó a comienzos de la pandemia cuando Roxana vio que en el hospital de su pueblo estaban necesitando barbijos para los profesionales de la salud y decidió confeccionarlos en su casa para donarlos. Al enterarse de esta situación, Telma le dijo a Roxana que quería ayudarla. Así, desde la pequeña habitación, la mujer longeva se puso a cortar telas y confeccionar tapabocas. «La veía entusiasmada y con la responsabilidad de tener que terminar el trabajo buscando prolijidad y rapidez. Sentí que era una de las personas del equipo que estaba ayudando para ganar la batalla, fue muy fuerte lo que Telmix (como ella la llama) me hizo sentir», comentó Roxana.

Sorpresa de chocolate

A comienzos de abril, el doctor Michael Patterson, responsable de salud pública de Nunavut, Canadá, anunció como trabajador esencial al Conejo de Pascua. Subrayó la importancia del trabajo vital del conejo mágico: “Específicamente, la entrega de chocolates y otras golosinas pascuales a niños y jóvenes de Nunavut”. El conejo llegó entonces con sus simpáticos saltos a distintas comunidades, incluso a la antigua Chesterfield Inlet, donde los niños pudieron tener un respiro del aislamiento y hacer búsquedas de huevos escondidos entre los imponentes bancos de nieve de la ciudad mientras sus familias observaban para asegurarse de que todos mantuvieran la distancia social necesaria

Los mejores amigos

En 2016, Robin Stevenson patrocinó a los refugiados sirios Marwa Ataya y Salim Ajaj. Mientras la pareja y sus cuatro hijos pequeños se establecían en Victoria, B.C., Stevenson, de 51 años, ayudó a la familia a encontrar vivienda y a conseguir todo lo necesario para amueblar su hogar. Se hicieron amigos y Stevenson habitualmente hacía las compras en el minimercado que la pareja había inaugurado.

Cuatros años más tarde, fue Stevenson quien necesitó ayuda. A principios de marzo, visitó México con su pareja y su hijo adolescente. Cuando regresaron, el Covid-19 se estaba diseminando muy rápidamente. Al llegar se autoaislaron de inmediato y no tuvieron la posibilidad de abastecerse de alimentos ni otros artículos necesarios.

Por suerte, unos días después del comienzo de su cuarentena, Stevenson recibió un mensaje de texto de Ataya: “Estoy en la puerta de tu casa”. Cuando abrió la puerta se encontró con siete bolsas de productos. Ataya esperaba en la vereda detrás de los paquetes. Le había preparado bolsas con productos de primera necesidad como carne, azúcar, queso y harina, y también otros detalles deliciosos como moussaka y dulces. “Ella y su esposo están sosteniendo un negocio y cuidando a sus cuatro hijos”, comenta Stevenson, “pero destinaron tiempo a cuidarnos también a nosotros”.

Una nueva misión: ¿cómo ser voluntarios?

Cuando más de un tercio de los bancos de alimentos de Toronto se vieron forzados a cerrar a mediados de marzo, el personal de la Biblioteca Pública de Toronto, cerrada por la pandemia, decidió dar un paso adelante. Al cabo de unos días varias sucursales ya se habían transformado en bancos de comida y en seis semanas ya había 13 instalaciones en funcionamiento que habían servido comida a 10.000 personas. Sucedió justo a tiempo: algunos de los bancos informaron un aumento de visitas de más del 50 por ciento durante la pandemia. 

Todos los días, varias organizaciones dejan donaciones en el centro de distribución de la biblioteca; una de las primeras semanas las organizaciones entregaron en conjunto 27 contenedores de alimentos. El equipo de voluntarios de la biblioteca prepara canastos con fideos, carne enlatada y frutas y verduras en conserva. Otro equipo entrega los alimentos a las sucursales, donde se agregan los productos perecederos como leche y frutas y verduras frescas.

Si bien mantienen distancia segura, el equipo de voluntarios da la bienvenida de manera amistosa, se toman un momento para preguntar a todos cómo están llevando la situación y colocan un libro de regalo en la canasta para cada niño. “Todos tratan de que la experiencia resulte lo más acogedora posible”, afirma Gail MacFayden, gerente de área de la biblioteca. “Es el tipo de contacto con la comunidad que tanta falta hizo durante este tiempo”.

Empanadas como premio, en Santiago del Estero

La casa de empanadas regionales «La Empanaderia», en Santiago del Estero, anunció en septiembre de 2020 a través de sus redes sociales que regalaba una docena de empanadas a los pacientes recuperados de Covid-19 que donaran plasma para ayudar al tratamiento de aquellos que estaban infectados y con un cuadro complicado. El pedido se viralizó rápidamente. «Con el certificado de donación de plasma, se retiran gratis las empanadas», arengaba Lucas Sánchez, encargado de emprendimiento. «Es importante que la gente sepa que el plasma puede salvar vidas», explicó.

Cambio de vestuario

Once años atrás, la propietaria de un negocio de telas que cerró sus puertas donó el sobrante de mercadería al departamento de teatro de la Universidad de Lethbridges, en Canadá. Los materiales permanecieron intactos hasta mayo de 2020, cuando el equipo decidió darle un buen uso y confeccionar uniformes nuevos para los trabajadores de la salud de la ciudad. Teresa Heyburn, jefa del taller de vestuario, dio inicio al proyecto y regaló uniformes nuevos a 150 empleados de un asilo de ancianos. El departamento planea mantener las tareas de costura y avanzar con otros proyectos, como bolsas para catéteres, bolsas de agua caliente, delantales y más. “Me hace bien al corazón ver que el círculo cierra”, comenta Heyburn. “La comunidad nos da y nosotros lo retribuimos”.

Envíos para los adultos mayores

OpenLab, un laboratorio de ideas de la Red de Salud de la Universidad de Toronto, busca soluciones creativas a la provisión de servicios de salud a poblaciones vulnerables. El equipo advirtió que el Covid-19 implicaría ayuda adicional para algunas personas. En respuesta a ello, crearon una línea directa llamada Friendly Neighbour Hotline, un servicio de envíos a domicilio destinado a ayudar a adultos mayores sin asistencia a conseguir los productos y demás artículos del hogar que necesitaran.

En una semana, la línea ya contaba con 35 voluntarios que tomaban pedidos a través del call center y otros 450 voluntarios que salían a comprar los productos a los comercios y los entregaban casa por casa. A fines de mayo, ya se habían completado más de 1.250 entregas. Algunas personas habían estado buscando ayuda por semanas, afirma Erika Kisonas, investigadora de OpenLab, y esta fue la primera iniciativa en dar respuesta a esas necesidades.

La propia Kisonas ha hecho varias entregas de pedidos personalmente y se siente impresionada por el impacto que el proyecto ha tenido en la vida de las personas. El primer adulto mayor al que ayudaron insistió en invitar a todos a una cena de agradecimiento cuando terminara la cuarentena. Otros se han emocionado hasta las lágrimas.

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