Las supersticiones manejaron las vidas -y algunas muertes- de personajes históricos.
Supersticiones en la historia
La historia está llena de supersticiones. Los antiguos pensaban que los truenos y los relámpagos eran mensajes de los dioses. Los adivinos y los astrólogos decidían las estrategias de una batalla. Las derrotas se atribuían a la posición de las estrellas o a la influencia del diablo. En la Europa medieval, las victorias de Juana de Arco sobre los ingleses se interpretaron como obra de una bruja y la valiente guerrera terminó sus días en la hoguera. A principios del siglo XX, Rasputín tuvo enorme influencia sobre la familia imperial rusa gracias a sus supuestos poderes sobrenaturales.
Se dice que Cristóbal Colón y su tripulación, durante su viaje al nuevo mundo en 1492, creían que habría desastres si los tiburones seguían su barco. Durante una tormenta particularmente fuerte, Colón tranquilizó a sus angustiados hombres arrojando al mar un paquete de naipes, lo cual se suponía calmaba las gigantescas olas.
¿En qué se apoyaban los reyes para tomar decisiones?
Los reyes ingleses siempre estaban rodeados de adivinos y oráculos de distintos tipos, que influían en las decisiones reales.
El rey Enrique VIII llegó a creer que Ana Bolena lo había hechizado para atraparlo, así que la hizo decapitar. Isabel I consultaba a John Dee, un mago, para que la ayudara a planear su futuro. Su piedra mágica aún se conserva en el Museo Británico.
Cuando el rey Carlos I fue sometido a juicio después de la guerra civil inglesa, el puño de su bastón rodó por el suelo. Se dice que en, ese momento el rey supo que perdería. Mas tarde fue decapitado.
Samuel Johnson, el famoso lexicógrafo inglés, tenía la extraña costumbre de entrar y salir de un recinto siempre con el pie derecho por delante. Creía que si lo hacía con el pie izquierdo atraería la desgracia a los que se encontraban bajo techo. Pasaba tocando cada poste de madera que se encontraba y nunca pisaba las grietas del pavimento.
Entre los compositores, ninguno ha sido tan supersticioso como Mozart. Se dice que dudó en aceptar el encargo de escribir el Réquiem, pues temía que eso atrajera su propia muerte. Falleció poco después sin haber terminado la obra.
Antes de emprender una campaña, Napoleón Bonaparte siempre pedía consejo a una famosa clarividente, Madame Normand. Los historiadores dicen que el gran corso tomaba muy en cuenta los sueños que tenía, creyendo que éstos le predecían el futuro. Muchas veces expresó que las estrellas controlaban todos sus actos y que su buena estrella lo guiaba para lograr grandes victorias. Napoleón atribuía gran importancia a pequeños incidentes, tales romo una caída del caballo, la cual presagiaba un contratiempo militar, y el roce repentino con un gato negro, que para él era un signo muy desafortunado. Soñó con un gato negro antes de la Batalla de Waterloo, en la cual sufrió una aplastante derrota.