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Mesmer y poder de la autosugestión

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Mesmer y su particular forma de «sanar gente mediante imanes» fue quien acuñó el término «magnetismo animal».

Cómo descubrió Mesmer el poder de la autosugestión

«La influencia magnética celestial afecta a todas las partes del cuerpo y tiene un efecto directo sobre los nervios… En consecuencia, debe existir en nuestro organismo una activa fuerza magnética». FRANZ MESMER

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Franz Mesmer tenía una paciente desconcertante, una joven llamada Francisca Oesterlin. Esta mujer sufría lo que Mesmer denominaba «fiebre histérica», que le producía vómitos, desmayos, ceguera temporal, ataques de parálisis y «otros síntomas aterradores».

Creación de «mareas» para el cuerpo

Los síntomas, que iban y venían como las mareas, sugirieron a Mesmer la idea de tratar a Francisca con imanes, que generaban su propio flujo y reflujo: en aquella época -1774- algunos médicos europeos ya utilizaban imanes con fines terapéuticos.

Mesmer colocó tres imanes sobre el cuerpo de Francisca: uno en el estómago y otro en cada pierna. Los síntomas se suavizaron considerablemente, y al cabo de un año Francisca se había recuperado por completo. Pronto se corrió la voz, y multitud de personas comenzaron a acudir a la consulta de Mesmer en Viena para ser tratadas con lo que él llamaba «magnetoterapia» o «magnetismo animal». En algunos casos los pacientes se sentaban alrededor de una fuente, con los pies en el agua. Un paciente se agarraba a un polo de una barra magnética, otro al polo opuesto, y el resto del círculo se cogía las manos para completar el circuito. Mientras la corriente magnética fluía por sus cuerpos, Mesmer -vestido con una capa de mago- dirigía la sesión. A algunos pacientes les daban ataques, otros entraban en trance, y otros comenzaban a hablar en lenguas extrañas. Después de aquello, todos afirmaban que sus trastornos nerviosos habían desaparecido.

En 1778 Mesmer se trasladó a París, donde fundó el «Instituto Magnético», especializado en el tratamiento de los trastornos nerviosos. Con el tiempo, Mesmer llegó a creer que él mismo era una fuente de magnetismo animal. Algunas veces, abandonando los imanes, Mesmer se limitaba a tocar o acariciar a los pacientes, haciéndoles sumirse en un trance profundo mientras repetía palabras y gestos misteriosos. Aparentemente, sus sugestiones hipnóticas lograban que la gente recobrara la salud.

La popularidad de Mesmer creció considerablemente, pero también aumentó el número de críticos -incluido el rey Luis XVI- que lo acusaban de embaucador. Finalmente, el monarca encargó a la Academia de Ciencias la creación de una comisión para investigar los métodos de Mesmer. En 1784 la comisión, de la que formaba parte Benjamin Franklin, a la sazón embajador estadounidense en Francia, informó que varios de sus miembros se habían sometido a tratamiento en una clínica dirigida por un discípulo de Mesmer, el doctor Charles Deslon. Ninguno de ellos experimentó magnetismo alguno, por lo que llegaron a la conclusión de que el mesmerismo era un fraude. «La doctrina del mesmerismo animal [?] está bien enterrada», dijo Franklin en una carta. «La gente razonable, si alguna vez prestó atención a semejante patraña, ha quedado plenamente satisfecha con el informe de la comisión».

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