Un saludo informal o incluso el gesto mejor intencionado podrían ofender a tus anfitriones. Seguí esta guía para no quedar mal en tus viajes por el mundo.
– Inglaterra: los ingleses son el único pueblo del planeta al que le encanta hacer fila, ya sea en el supermercado, en la oficina de correos o en las paradas de ómnibus. Cuando, en 1999, dos trenes descarrilaron en Londres, los pasajeros, en vez de salir alocadamente de los vagones volcados, hicieron una fila ordenada a la usanza tradicional británica. “Los ingleses no toleran que nadie se salte una fila, así que aunque haya una sola persona en la parada del ómnibus, más vale que te formes detrás de ella y la dejes subir primero”, dice Alex Finer, director del consejo europeo de Reader’s Digest en Londres. Y no te pegues demasiado a la persona que está delante; eso sería invadir su espacio personal. Por otro lado, si te colocás muy separado de los demás, es seguro que cuando alguien se acerque te preguntará si estás formado en la fila. El diario The Guardian recomienda seguir esta regla general: dejar el mismo espacio entre la otra persona y vos que el que dejarías si estuvieras “bailando con tu tía abuela”.
– Finlandia: aunque los finlandeses pasan buena parte de su vida encerrados en sus cabañas, algo que no soportan son las charlas frívolas. Así que ahorrá palabras y no te sorprendas si tu conversación es seguida por un largo silencio. Si tenés suerte de ser invitado a la casa de un finlandés, procurá mostrar la misma reserva que tus anfitriones. Abstenete de dar besos y abrazos al entrar, y no olvides sacarte los zapatos (esos relucientes suelos de madera se rayan fácilmente). “No bebas más alcohol del que hayas llevado, ¡y ni en sueños se te ocurra encender un cigarrillo!”, advierte Ilkka Virtanen, director editorial de Valitut Palat, la versión finlandesa de Reader’s Digest. “A los finlandeses no les importa cocinarse en sus saunas, ¡pero no toleran humo en sus casas!”
– Francia: en este país de los buenos modales, la educación se muestra en todos los intercambios verbales: “Buenos días, señor”, “Gracias, señora”. La forma más sencilla de acercarse a un francés o a una francesa es durante el ritual de besos que ocurre cuando te topás con alguien. “Dependiendo de la región, pueden ser dos, tres o incluso cuatro besos. Pero resistí la tentación de tocar la piel del otro; basta con acercar la cara y besar el aire”, señala Stéphane Calmeyn, director editorial de nuestra revista en Francia. A menos que tengas una relación muy estrecha con la otra persona, no debe haber ningún contacto entre las mejillas.
– Alemania: los alemanes son trabajadores, ordenados y disciplinados. Separan a conciencia la basura para reciclarla, y jamás se les ocurriría pasarse un semáforo en rojo, aunque no hubiera más autos a la vista. Pero la virtud más notable de los alemanes es la puntualidad. Por trivial que sea el motivo de una reunión, un alemán nunca llegará tarde. “Saldrán de casa con tiempo de sobra en previsión de un retraso imprevisto”, comenta Doris Kochanek, redactora de nuestra revista en Alemania. Y si eso significa que van a llegar demasiado pronto, no les preocupa, porque lo más probable es que todos ya estén allí. Este dicho alemán lo resume mejor: Fünf Minuten vor der Zeit ist des Deutschen Pünktlichkeit (“En Alemania, ser puntual significa llegar cinco minutos antes”).
– Italia: salame, pasta, pizza… Podés encontrar restaurantes italianos hasta en los lugares más apartados de la Tierra. Pero tené cuidado: salir a cenar en la capital mundial de la comida no es lo mismo que ir a la pizzería de tu barrio. En Italia, esa pasta que comés en casa es tan solo el primer plato, y se supone que vas a pedir también un segundo plato de carne o pescado. Cuando por fin termines el postre, sin duda necesitás una taza de café. “Pero no pidas un capuchino; a partir del mediodía, los italianos solo beben expreso”, afirma nuestro lector italiano Mario Giacchetta. Y al final, no arruines la cena pidiendo la cuenta por separado. En Italia, la cuenta siempre se divide entre todos, ¡y punto!
– Polonia: los hombres polacos son auténticos caballeros. “A toda mujer le abren la puerta, le ayudan a sacarse el abrigo y le acercan la silla para que se siente, mientras le dicen todo tipo de cumplidos encantadores”, afirma Malgorzata Makowska, del equipo editorial de Polonia. “Los señores mayores incluso la saludan a una besándole la mano”. A las polacas les gustan estas galanterías, que a las turistas emancipadas les parecen insinuaciones sexuales. Así que, amigas, recuerden que a los varones polacos se les enseña desde niños a ser corteses y galantes con las mujeres, ¡y no teman seguirles la corriente.
– España: a los españoles les fascina el ruido: motos estridentes, bocinas atronadoras, televisores a todo volumen; al parecer, tienen la necesidad innata de armar barullo. De modo que ni se te ocurra quejarte en la recepción del hotel de que los hombres que recogen la basura te despertaron a mitad de la noche. Lo mejor que podés hacer desde el principio es elegir con cuidado tu habitación; pedí una que se encuentre en el fondo del hotel y en el piso más alto posible. “Muchos restaurantes y otros lugares públicos se llenan de personas que se gritan unas a otras para hacerse oír”, advierte Natalia Alonso, directora de la edición española de Reader’s Digest. El poeta español León Felipe tenía una explicación de por qué sus compatriotas hablaban en voz tan alta: todos son descendientes de Rodrigo de Triana, el vigía de Cristóbal Colón, quien al avistar lo que luego sería el Nuevo Mundo gritó: “¡Tierra!”
– Brasil: a los brasileños les gusta estar perfectamente arreglados en todo momento. Siempre recién duchados y bien vestidos, nunca llevan un cabello fuera de lugar. Incluso en los abarrotados ómnibus y clubes nocturnos, el aroma a perfume y a loción de afeitar impregna el aire. Así que si vas a un restaurante lujoso o a la playa, ¡arreglate muy bien! La playa de Copacabana es una pasarela de arena. Si no querés desentonar, tendrás que desechar esos viejos shorts holgados y comprarte los trajes de baño de moda. “Si bien en Brasil son de rigor las bikinis reveladoras, hay que llevar algo encima; tomar sol sin sostén o nadar desnudo es tabú”, afirma Raquel Zampil, directora de nuestra edición brasileña. Y entre todo ese glamour no olvides que en Brasil hay delincuencia urbana, así que si decidís usar tu Rolex, tus anillos de oro y tu collar de perlas, es posible que llames la atención de las personas equivocadas.
– México: la mayoría de los mexicanos no habla inglés. Si un extranjero desea viajar a México, debe aprender algunos vocablos clave en español para entender y darse a entender. Una de las primeras palabras con las que sin duda se topará es “mañana”. Los mexicanos normalmente la usan cuando necesitan un servicio urgente, como una reparación de auto o de plomería. El extranjero no debe cometer el error de creer que mañana significa realmente el día siguiente. “Mañana es un concepto flexible; puede referirse al día siguiente, en efecto, a pasado mañana o a cualquier otro día”, explica una colaboradora de la edición mexicana de Reader’s Digest. Así que si viajás a México, tené cuidado si pedís algo para “mañana”: podrías pasar varios días esperando a recibirlo.
– Estados Unidos: bienvenido a la tierra de las charlas triviales. Si alguien te pregunta “¿Cómo estás?”, podés contarle que tardaste cuatro horas en pasar el control de seguridad en el aeropuerto, que tu auto alquilado se quedó sin combustible en la ruta y que te quemaste con el sol mientras caminabas hasta la estación de servicio más cercana. Pero usá solo unas cuantas frases; debés permitir que la otra persona comente algo o que cambie sutilmente de tema. “A los estadounidenses les encanta charlar y escuchar buenas anécdotas que puedan contar después a sus amigos”, dice Markus Ward, el director de arte de nuestra edición alemana, quien es oriundo de Estados Unidos. Sin embargo, si estás en un ascensor, tenés que seguir unas reglas diferentes. “No debés entablar conversación con las otras personas que ocupan el ascensor —añade Ward—, ni siquiera mirarlas a la cara”.
– China: en este país, antes podía ocurrir casi cualquier cosa cuando estabas comiendo. Tal vez todavía veas —y oigas— a los adultos mayores sorber, masticar haciendo ruido y eructar. No es falta de educación; al contrario, así muestran su aprecio por la comida. Pero eso no significa que ¡vos también tengas que hacerlo! Apreciar la buena comida está bien, pero no mostrar glotonería. Seguí las normas apropiadas de etiqueta de los chinos, y decliná educada y repetidamente la comida y la bebida que te ofrezcan cuando visites un hogar chino. No te preocupes: insistirán en ofrecértelas. Los regalos son bienvenidos, pero hay algo que debés saber. “Los chinos nunca abren un regalo delante de la persona que se lo da —asegura Raycine Chang, editora de la versión taiwanesa de Reader’s Digest—, así que no te sientas mal si el anfitrión deja su regalo en un rincón sin abrirlo y ni lo mira. Podés dar por hecho que lo abrirá cuando te hayas ido”.
– India: en la India, el regateo es una práctica habitual cuando se compra en la calle, pero hay una situación particularmente curiosa que se repite una y otra vez en los puestos ambulantes: un comerciante que vende algún artículo —pañuelos de seda, por ejemplo— señala un precio. El turista que quiere comprarlo le ofrece la mitad. El vendedor menea la cabeza de lado a lado. El turista empieza a subir su oferta, pero el comerciante sigue meneando la cabeza cada vez con más fuerza hasta que al final señala otra vez el precio inicial. E incluso cuando llegan a ese punto del regateo, el vendedor vuelve a menear la cabeza. Para entonces, ambas partes están a punto de arrancarse los cabellos: el turista porque cree que el vendedor se niega a dar su brazo a torcer, y el comerciante porque desde hace un rato señaló ese precio. Si querés evitar una situación así, tenés que recordar que en algunas zonas de la India mover la cabeza de lado a lado es señal de asentimiento. “Los viajeros no deberían confiar solo en los gestos, sino aprender también las palabras locales que significan sí y no”, aconseja Sanghamitra Chakraborty, directora editorial de nuestra oficina en Mumbai.
– Japón: los japoneses tienen la necesidad imperiosa de que todo esté impecable. La limpieza y la higiene son el núcleo de su identidad nacional, y es fundamental recordar esto cuando entres en la casa de algún japonés. Tené cuidado de quitarte los zapatos y ponerte las zapatillas de tela que te ofrezca el anfitrión. “Antes de ir al baño, tendrás que quitarte esas zapatillas de tela y ponerte unas para baño”, señala Matthias Reich, un escritor alemán casado con una japonesa que lleva 10 años viviendo en Japón. “Y no olvides volver a ponerte las zapatillas de tela cuando salgas del baño. No querrás ser uno de esos extranjeros desafortunados que dejan rastro de sus pisadas y acaban deambulando por los alfombras de la sala en zapatillas de baño”.
– Tailandia: los tailandeses creen que uno nunca debería perder el autocontrol. “En este país no es bien visto dar muestras de enfado”, señala el famoso ilustrador alemán Ingo Fast, quien se fue a vivir a Bangkok con su familia hace más de cinco años. “Nunca verás a nadie dando saltos de furia, gritando o dando un puñetazo sobre la mesa”. Pase lo que pase, los tailandeses siempre están sonriendo. Comprá una figura de Buda, estudiá su expresión e intentá imitarla frente al espejo. Tratá de convencerte de que nada puede molestarte. Una vez que hayas dominado la sonrisa perpetua en una playa de la isla Ko Samui, exhibila en las atestadas calles de Bangkok. ¿Qué debés hacer si tu ómnibus está varado en un terrible embotellamiento de tránsito, el aire acondicionado no funciona y descubrís que acaban de robarte la cartera? Tan solo sonreí y decí: “Mai pen rai” (“no pasa nada”).
– Australia: los australianos tienen muy buen carácter. Son amigables, abiertos y serviciales. No les gustan en absoluto los saludos formales; prefieren el sencillo y campechano “¿Cómo te va?” Les encantan las actividades al aire libre, y uno de sus pasatiempos favoritos es hacer parrilladas. “Si te invitan a una, es probable que te pidan ‘llevar un plato’”, dice Lynn Lewis, directora editorial de la versión australiana de Reader’s Digest. “Eso significa ‘trae un plato de comida’ para contribuir al almuerzo. ¡No se te ocurra llevar un plato vacío!”