¿No estás contento con tu trabajo o querés sentirte más valorado? ¿Te gustaría hacer algo que te haga sentir más satisfecho? Te presentamos la historia de personas que decidieron dar un giro a su vida laboral.
Durante veinte años colocando estantes y encargándose de las cajas en el supermercado de su familia en Pollença, Mallorca, José Luis-Reig, conocido como Pep, nunca pensó en el mundo académico. Fue al visitar las aulas y pasillos de las universidades de la península con sus dos hijas adolescentes cuando se sintió de pronto en casa entre libros y estudio.
Pep tenía la intención de estudiar, pero le pidieron que ayudara a dirigir el negocio familiar en su lugar. Pero se preguntaba a menudo: “¿Cuál es mi papel en la vida? ¿A dónde voy?” Pasó otro año antes de obtener una respuesta. En el colegio los niños solían ir a contarle sus problemas. Lo invitaron a una emisora local, donde el entrevistador le dijo: “Sos un pequeño psicólogo”.
(Foto: Ana Lui Photography)
Años después, un día en el aserradero, se acordó de repente del comentario del presentador. Después de comentar la idea con su familia, presentó una instancia para estudiar psicología en la universidad de Palma y, a sus 46 años, fue aceptado.
Se levantaba todos los días a las 5 de la mañana para dejar el supermercado en orden antes de que llegara el personal, y después recorría los 50 kilómetros hasta la universidad. Así durante los cuatro años que duró la carrera.
“Tuve que acostumbrarme al hecho de ser mucho mayor que el resto de los alumnos”, dice. “Incluso era mayor que mi profesor.
Pero terminé ayudando a los demás porque tenía más experiencia vital con impacto psicológico que la teoría. ¡Sin embargo, no podía ir a todas las fiestas!”
Terminó primero de su promoción, y sus tutores le ofrecieron un puesto como investigador y docente, que sigue ejerciendo hoy mientras hace un máster en neuropsicología. Hoy de 52 años y con un nuevo empleo para los próximos dos años, añade: “Solo lamento no haber empezado antes”.
Tiempo atrás se pensaba que los cambios eran aceptables durante la juventud, pero en la madurez uno debía afianzarse en una profesión y no cambiar en su vida. Pero en la actualidad, a los cincuenta y sesenta se están asumiendo nuevos retos.
“La satisfacción que te aporta el trabajo se convierte en un factor cada vez más importante cuando llevás mucho camino recorrido”, afirma Carolyn May, que dejó su profesión de educadora a los 58 años y montó un negocio en Gales para ayudar a otras personas a tener segundas oportunidades laborales en la vida. “No queremos pasarnos el resto de la vida lamentándonos por no haber perseguido nuestro sueño”, afirma May, que desde entonces ha seguido avanzando y ha puesto en marcha una empresa especializada en derechos de autor y diagnósticos de marketing.
Países líderes en contratación de personas mayores
Francia y Gran Bretaña parecen estar a la cabeza de esta revolución, ya que cuentan con programas destinados a contrarrestar el recelo que existe a la hora de contratar a personas mayores.
El gobierno francés ofrece incentivos a los empleadores que acepten a empleados mayores de 45 años.
“Es parte de una gran misión destinada a promover no solo el empleo de las personas mayores, sino también la integración de los jóvenes en el lugar de trabajo para garantizar la transferencia vital de habilidades entre generaciones antes de la jubilación de los nacidos durante el Babyboom”, afirma Jeanne Strausz, del Ministerio de Trabajo. “¡Los mayores son clave en la competitividad de una empresa!”
En Reino Unido, la supresión de la edad fija de jubilación ha ayudado a cambiar la percepción del ciclo laboral.
Y la opción de recibir la pensión global a los 55 años ha abierto la puerta a oportunidades económicas para aquellos que quieren hacer un cambio a mitad de vida.
Del mismo modo, gracias a otra serie de medidas, la frágil economía se está convirtiendo en una economía positiva que utiliza el despido como incentivo. “Si tenés algún dinero después de dejar un trabajo, tenés la posibilidad de crear una nueva oportunidad”, afirma el doctor Vincent Giolito, investigador de la Solvay Brussels School of Economics and Management, que comenzó en el mundo académico a los 50 años, después de trabajar como periodista especializado en economía durante 20 años. “Muchos directivos se están convirtiendo en consultores freelance o invierten en una start-up”.
No son solo los autónomos los que están siguiendo esta corriente. Los empleadores se están dando cuenta de que los trabajadores mayores pueden aportar valiosos puntos de vista a un puesto de trabajo. El gigante británico del bricolaje B&Q tiene una política oficial neutral sobre la edad. “El 28 % de nuestra mano de obra tiene más de 50 años —afirma su portavoz—, lo que es estupendo porque al ser propietarios de viviendas, tienen mucho que ofrecer a clientes y a personal más joven”.
Formación profesional para adultos
Un cambio de profesión puede requerir la asistencia a nuevos cursos de formación y algunas personas se echan para atrás por el costo o por el miedo a volver a estudiar. Pero, tal y como descubrió Pep, tener más experiencia puede suponer una serie de ventajas en el aula.
Desde el punto de vista económico puede ser una decisión difícil, pero como a esa edad los hijos ya se han ido de casa y quizá la hipoteca ya está paga, puede ser la etapa menos arriesgada para intentarlo.
Barclays Bank tiene un programa destinado a animar a los empleados mayores a anotarse a un ciclo de formación. “Es una decisión comercial y no hay límites respecto a lo lejos que podemos llegar”, afirma Mike Thompson, jefe del programa. Las formaciones modernas duran de uno a cinco años y combinan la experiencia retribuida obtenida en el trabajo con algunas horas de estudio a la semana. El año pasado, en Inglaterra, más de 32.000 personas mayores de 50 años se anotaron en algún tipo de formación.
El hecho de necesitar cursos de perfeccionamiento no significa empezar de nuevo. El cambio de orientación permite utilizar las competencias de la antigua profesión, pero de forma distinta.
(Foto: Juho Kuva)
Redescubrir una pasión
El polaco Marek Brzezinski, mientras enseñaba e investigaba para su doctorado en psicolingüística, escribía también para una revista de viaje. Continuó escribiendo y enseñando en la Universidad Internacional Schiller, complementándolo además con un trabajo en Radio France International y en la Polish Radio de Varsovia. Pero durante todo este tiempo, Marek siempre tuvo una pasión: la comida. En París, de camino a la universidad pasaba todos los días por delante de la famosa escuela de cocina Cordon Bleu. Un día entró con la vaga idea de escribir un artículo. Pero cuando vio las cocinas, sintió una llamada para cambiar de dirección. “A los 57 años podía combinar mis habilidades como periodista con mi pasión por la comida y convertirme en crítico culinario. Y si hago algo, quiero hacerlo bien”. Así que se anotó en un curso de nueve meses.
Fue un gran cambio. “En la universidad estaba acostumbrado a que todo el mundo me dijera, ‘Sí, señor, no señor’, pero en Cordon Bleu era yo quien tenía que decir ‘Sí, chef, no chef’, a gritos junto a todos los demás alumnos, la mayoría de los cuales tenían la edad de mis hijos.
Más de una vez estuve a punto de tirar mi cuchillo y marcharme, pero hay que ser valiente.
Recomiendo a las personas que quieran hacer un cambio, que se conozcan a sí mismas, que reconozcan su potencial y que sean realistas”, afirma. Marek se graduó en septiembre de 2012. Hoy, a los 61 años, sigue adelante y escribe una columna semanal en una revista publicada en Polonia, Alemania y los Estados Unidos.
Cordon Bleu, en las escuelas que tiene repartidas en varios países de Europa, recibe a participantes mayores que se matriculan tras muchos años ejerciendo otra profesión. “A muchos de nuestros alumnos les entusiasma la comida y quieren enfocar ese entusiasmo en una nueva profesión relacionada”, afirma Sandra Messier, directora de Marketing y Comunicación. “Son más competentes en gestión y organización que los alumnos más jóvenes y, como nuestros cursos suelen ser cortos y precisos, ofrecen la oportunidad de cambiar rápidamente de profesión”.
Para algunas personas, la clave del cambio no es adquirir una nueva competencia o habilidad, sino transformar algo que siempre han hecho por placer: es decir, convertir una afición en una profesión.
Cambio de perspectiva
Mientras que algunas personas como Pep cambian de profesión para satisfacer un deseo largamente deseado, otras pueden estar perfectamente contentas con sus antiguas profesiones, pero se encuentran de pronto respondiendo a un cambio repentino que ofrece una nueva perspectiva. Primo Sule llegó a Reino Unido en 1974 desde su Chile natal, y se matriculó en Informática en la Universidad de Birmingham. La era informática estaba comenzando a despuntar y desde que se licenció siempre le ofrecieron empleo. Tuvo bajo su responsabilidad a 1.500 empleados y 25 países de toda Europa, Oriente y África. “Estaba bastante contento, porque no había dos días iguales y el 99 % del tiempo estaba de viaje: Nueva York, Hong Kong, etc.”. Pero en 2008, cuando su suegro empezó a sufrir demencia, se dio cuenta de lo difícil que era encontrar a alguien que ayudara con las tareas del hogar.
En 2009, cuando su abuelo empezó a necesitar cuidados y a regañadientes empezó a buscar residencias donde ingresarlo, tuvo una idea. En una de las residencias que visitó estuvo hablando con una señora durante una hora, encantada de que alguien se interesara, y eso le hizo sentirse bien a él. Se marchó pensando que había que hacer algo para mejorar la calidad de los cuidados de las personas mayores.
A finales de año, tomó la decisión de dejar todo para investigar el sector del cuidado de los ancianos e intentar encontrar una solución para las personas en su situación. Fue difícil. “Estaba acostumbrado a los viajes ejecutivos y a hoteles cinco estrellas y no tenía que cocinar ni lavar. A mi mujer le preocupaba perder la seguridad económica que teníamos, especialmente porque yo no tenía experiencia en el sector del cuidado de ancianos”.
Pero Primo descubrió Home Instead, una empresa americana especializada en ofrecer cuidados y compañía. Sus clientes —o “amigos”, como prefiere llamarlos— están en sus casas y se les busca cuidadores adecuados para garantizar la compatibilidad. Primo puso en marcha una franquicia de Home Instead en Nottingham, que lleva funcionando seis años. “Los dos primeros años fueron muy duros, con una media de 16 horas de trabajo al día”, dice. “Aunque mi vida antes era fantástica —dice— la satisfacción al poder influir directamente en las vidas de las personas es mucho más gratificante”.