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Dolor abdominal: nada calmaba el intenso dolor de estómago

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Los médicos le recetaron un analgésico opiáceo llamado hidrocodona para controlar el dolor. Deseosa de vivir la vida con calidad a pesar de todo

Una noche de junio de 2010, Genevieve Crean se quedó a trabajar hasta tarde en Cal Poly Pomona, universidad al este de Los Angeles, en California. Crean, terapeuta de sesenta y pocos años entonces, era conocida en el campus por su sentido del humor y sonrisa. Pero aquella noche, no había risas. Sin previo aviso, estaba sufriendo el peor dolor de estómago de su vida. Era una presión intensa, como si algo estuviera aplastando sus intestinos.

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Crean llamó a su marido por teléfono para que fuera a recogerla y la llevara a Urgencias. Cuando el médico por fin la vio, el dolor había desaparecido. “En el hospital se encogieron de hombros y me dijeron que fuera al médico de familia para hacerme un seguimiento”, recuerda ella. “Pensé que tal vez solo había sido un día de mala suerte”.

No obstante, más o menos un año y medio después, el dolor volvió mientras Crean estaba en un congreso. “Era insoportable”, recuerda. “Como un parto, pero sin bebé”. Y esta vez, venía acompañado de sudor frío y vómitos. Crean acudió de nuevo a Urgencias, en donde se repitió la misma escena: para cuando la atendieron, el episodio ya había terminado y los médicos no detectaron ningún problema. Aunque sintió alivio cuando cesó aquel acceso, comenzó a temer que pudiera convertirse en un problema recurrente.

El año siguiente sus miedos se confirmaron. Una o dos veces al mes, su estómago estallaba de dolor, y podía durar entre una y cuatro horas o más. Sucedía al azar: en mitad de la cena o en un viaje de trabajo. Su respuesta por lo general consistía en tomar analgésicos, acurrucarse en posición fetal y rezar para que pasara el malestar. “Dios me acompañó durante esos episodios”, afirma. “El dolor no disminuía, pero Él calmaba mi mente”.

Con la ayuda de su marido, Crean pasó los siguientes años en busca de respuestas. Fue a consulta de un variopinto grupo de expertos médicos, incluido un gastroenterólogo y un ginecoobstetra. Los especialistas le realizaron estudios de imagen de su estómago, análisis de sangre y orina, así como pruebas para descartar alergias, pero todo parecía normal. Por recomendación del doctor, hizo cambios en su dieta, que consistieron en eliminar las frutas y verduras crudas y consumir aceites homeopáticos… para nada. Un cirujano le quitó la vesícula biliar, que en ocasiones puede causar síntomas como los suyos, pero los episodios continuaron. El gastroenterólogo pensó que la paciente tal vez padecía el síndrome del cascanueces, una enfermedad poco frecuente caracterizada por la compresión de una vena que discurre desde el riñón. Ese diagnóstico resultó ser otro callejón sin salida.

Incluso después de todas las consultas, nadie sabía con certeza qué le pasaba. Los médicos le recetaron un analgésico opiáceo llamado hidrocodona para controlar el dolor. Deseosa de vivir la vida con calidad a pesar de todo, viajaba cada vez que podía; sin embargo, en lo profundo de su mente siempre existía la preocupación de un posible recrudecimiento en algún lugar lejano. Comenzó a preocuparle que aquello la afectara para siempre. 

En 2018, los médicos derivaron a Crean al Centro Cedars-Sinai para Pacientes sin Diagnóstico (CUP, por sus siglas en inglés) en Los Angeles, un nuevo programa multidisciplinar especializado en casos difíciles. “Para el médico promedio, es imposible dedicarle todo el día o una semana a un solo paciente”, explica el doctor Edward Phillips, director de Cirugía General del Centro Cedars-Sinai. Pero en el CUP, los médicos disponen del tiempo necesario para examinar con lupa las historias clínicas de los pacientes, que a veces llegan a tener miles de páginas, y encontrar la pieza que falta del rompecabezas.

Cuando Phillips revisó los antecedentes médicos de Crean, se dio cuenta de que aunque le habían pedido muchas pruebas de imagen del estómago, nadie había realizado esas pruebas durante los ataques. Por lo tanto, le pidió a la paciente que acudiera a su hospital más cercano cuando sufriera el siguiente episodio, que terminó por presentarse aproximadamente por el Día de la Madre en 2019. Cuando llegó ahí, el equipo la estaba esperando para hacer una tomografía.

Phillips dice que al ver los resultados del estudio, su mente exclamó “eureka”. En el TAC se notaba cómo la porción superior del intestino delgado de Crean estaba distendida mientras que la sección inferior aparecía hundida (vacía), signo de la presencia de una obstrucción en algún punto. Al examinar la prueba con mayor detenimiento, descubrió que un bucle del intestino de la paciente estaba atrapado en un orificio de la cavidad pélvica, dentro del espacio por el que discurren las arterias y venas femorales, cuya función es transportar la sangre desde y hacia la zona inferior del cuerpo. La mayoría del tiempo, el intestino se encontraba en condiciones normales, lo que explica la razón por la que el problema no se había detectado en los estudios de imagen anteriores. No obstante, en algunas ocasiones, cuando el bucle quedaba atrapado, Crean sufría un fuerte ataque.

Phillips no sabía con certeza por qué Crean había empezado a tener esos problemas. Tal vez había nacido así o quizás aquello era resultado de una anomalía genética que afectaba al colágeno, la principal proteína estructural de los tejidos conjuntivos. Por suerte, Phillips no necesitaba determinar la causa para corregir aquello. Crean albergaba un optimismo cauteloso. Había visto a tantos médicos con tantas teorías… Lo creería cuando los episodios finalmente desaparecieran por completo.

El 21 de mayo de 2019, Phillips realizó una operación en la que liberó con cuidado el intestino y selló el orificio de la cavidad pélvica de Crean con una malla permeable. La paciente tardó una semana en recuperarse y luego esperó, con la esperanza de que el dolor durante una década de verdad hubiera desaparecido. Pasó un mes, luego otro. Tres años después de aquello, no ha vuelto a sufrir ningún episodio.

Crean celebra el aniversario de su operación cada año. “El 21 de mayo quedó grabado en mi mente”, dice. Ese día ella recuperó su vida. “La llamo mi operación milagrosa”. 

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