Conductas y manías frecuentes en mucha gente … seguramente alguna te toca. Compartí las tuyas con la comunidad.
Querido lector:
¿Es usted muy tímido? ¿O muy agresivo? ¿Llora demasiado? ¿O casi nunca? ¿Se tira del pelo? ¿O se lo tira a los demás? ¿Le dan miedo las arañas, o las cucarachas, o los animales disecados? Estas y otras manías no son solo de usted, quédese tranquilo.
Si respondió que sí a cualquiera de estas preguntas, usted no es el único. Como demuestran nuevamente las cientos de cartas que recibimos este año, de loco todos tenemos un poco. Pero no se preocupe: el ser humano tiende a lo caprichoso y lo estrafalario. Las personas “absolutamente cuerdas y normales”, sin manías, no existen.
Algunas excentricidades nos parecen graciosas, pero no siempre es fácil saber si son inocuas o dañinas.
Por esta razón pedimos a un grupo de especialistas que analice las conductas raras de nuestros lectores y determine cuáles son simples extravagancias y cuáles podrían requerir tratamiento profesional. Éste es su dictamen:
No me gusta hablar
Me da miedo que los demás piensen que digo tonterías, aunque no haya razón para que crean eso. Nunca uso mi teléfono celular en lugares públicos porque no quiero que la gente piense que soy un idiota. ¿Acaso estoy loco?
“No, pero aparentemente usted tiene poca autoestima y demasiada timidez. Es una forma de ansiedad social”, dice el psicólogo Joshua Coleman, de San Francisco, California.
Tenga en cuenta esto: 1. Lo más probable es que la mayor parte del tiempo no diga tonterías. 2. Si dice alguna de vez en cuando, ¿qué más da? Todo el mundo lo hace. 3. La mayoría de la gente se abstrae en sus propios asuntos y no le presta tanta atención como supone.
Coleman agrega: “Las personas cohibidas y sensibles a la opinión ajena como usted suelen ser mucho más sensatas y consideradas que las demás, así que ¡hable con toda libertad!”. Es más fácil decirlo que hacerlo, ¿verdad? Coleman le aconseja consultar a un terapeuta; quizá le sugiera tomar tranquilizantes.
No compro cosas nuevas hasta que se desgastan por completo las que uso
Tardé siete años en terminar de usar 14 frascos de esmalte de uñas. Necesito unas sandalias nuevas, pero como las viejas todavía sirven, voy a esperar. Mis amigas dicen que esto no es normal.
¿No le lastiman los pies las sandalias viejas? ¿Se niega a comprarse cosas por una creencia masoquista de que no se las merece? Si es así, usted tiene un problema psicológico que debe ser atendido. Pero si valora los objetos sólo por su utilidad, quizá la normal sea usted, y todos los demás no somos más que esclavos de nuestra locura consumista.
Como dijo el pacifista estadounidense Arthur Gish: “Compramos cosas que no necesitamos para impresionar a personas que no nos agradan”. Casi todos compramos cosas, las tiramos cuando ya no sirven y volvemos a comprar; nuestra producción de basura es alarmante, cuando no patológica. Nando Pelusi, psicólogo clínico de Nueva York, le responde a la lectora: “Está llevando al extremo su celo por ahorrar, pero, quién sabe, ¡quizá también esté salvando el planeta!”.
Me da miedo estar en lugares altos, como los puentes e incluso en balcones
No es que tema caerme, ¡sino saltar! No quiero suicidarme, pero sí experimentar la sensación de volar o flotar. Como sé que me daría un golpazo y moriría, el deseo de saltar me aterra. ¿Qué hago?
¿Por qué no prueba saltar en caída libre? (Lo mejor sería que comience con algo cercano al suelo, como un trampolín). Esto aconseja Mike Wymes, psiquiatra de California y ex paracaidista del ejército estadounidense. Y no lo dice en broma. “Es algo increíble”, afirma. “Uno experimenta realmente la sensación de volar y flotar”, que es lo que usted desea.
El temor a las alturas es muy común, no es una manía, y, al igual que usted, muchas personas le tienen más miedo a saltar que a caerse. El tratamiento para la mayoría de las fobias es la desensibilización sistemática: una exposición gradual a lo que nos asusta. Visite lugares cada vez más altos, y relájese recordando que no corre peligro.
Suba a un balcón del tercer piso de un edificio con un amigo o un terapeuta; cuando sienta controlar el miedo suba al quinto piso, y después a la azotea. Si hace todo bien, quizá gane la confianza necesaria para saltar con paracaídas desde un avión. O al menos lo ayudará a no preocuparse por su impulso de saltar.
No puedo comer delante de otras personas, a menos que las conozca muy bien
Me aterra tener frente a mí un sándwich enorme en un almuerzo de negocios, o una ensalada César en una cita amorosa. Es raro, ¿no?
“No es raro”, dice el psicólogo Nando Pelusi. “Las preocupaciones sociales como ésa tienen sentido”, sobre todo en una cita amorosa. Los estudios revelan que las mujeres tienden a comer menos cuando están con hombres por temor a ser consideradas glotonas,
perezosas o en mala forma física. Los estudios muestran también que ese temor es fundado: los hombres sí suelen pensar que las mujeres que comen en exceso no están en forma, pero lo cierto es que no le dan tanta importancia como ellas suponen.
El doctor Tom Gilovich, psicólogo de la Universidad Cornell, en Nueva York, llama a este fenómeno “el efecto de reflector”: pasamos más tiempo preocupándonos por lo que la gente piensa de nosotros que pensando en los demás, pero en realidad no estamos bajo el reflector. “Lo mejor es afrontar nuestro miedo”, dice Pelusi. “Pida ese sándwich enorme, arriésguese a cometer un error social y verá que no sucede nada malo”.
No puedo dejar de comprar
Tengo todos los colores de tinturas para el cabello y de sombras para los ojos, y también montañas de libros que no he leído. Voy siempre a los mismos negocios y a veces compro cosas que ya tengo, por si acaso. Mis amigas dicen que mi casa parece un bazar. ¿Estoy mal?
Dice “por si acaso”. ¿Por si acaso qué? ¿En qué terremoto o incendio la ayudarían los cosméticos? “Muchas mujeres convierten las compras en una terapia e incluso se vuelven adictas”, dice Janice Levine, psicóloga de Massachusetts. “Cuando nos sentimos tristes, es muy común que queramos mimarnos con un regalo”.
La cuestión es si usted controla sus compras o las compras la controlan a usted. En su caso, parece ser lo segundo: muestra síntomas del trastorno obsesivo compulsivo (TOC), con un marcado impulso por acumular cosas. Consultar a un psicoterapeuta podría ayudarla a controlar su obsesión y quizá también a recuperar el placer de comprar cosas que realmente necesite y le gusten.
Mi mamá tiene casi 80 años y todo el tiempo está cambiando de lugar sus muebles
Le he dicho que ya no tiene edad para hacer eso, pero no me hace caso. ¿Es señal de senilidad?
Si su manía es un cambio de personalidad reciente, en efecto podría ser señal de senilidad, o tal vez padezca ansiedad o el TOC. Pero antes de llevarla al médico, pregúntese: ¿Y si sólo está aburrida?
No es raro que los ancianos crean que no tienen nada que hacer, y cambiar de lugar los muebles quizá sea su única posibilidad de expresión creativa, en lugar de una manía. Lo mejor que puede hacer es conversar con ella. “Tal vez le diga que realiza esa actividad sencillamente porque la disfruta”, dice Michelle Riba, profesora de psiquiatría de la Universidad de Michigan. “Si es así, ¿por qué no la ayuda a mover los muebles? Podría ser una excelente oportunidad para hacer algo juntas”.
Suelo pasar períodos largos sin que nada afecte mis emociones
Puedo leer o escuchar la noticia más terrible y no me perturba, pero después me viene de golpe y me echo a llorar sin control. ¿Es un mecanismo de defensa?
“La gente afronta el estrés de distintas maneras”, dice el psicólogo Coleman. Algunas personas expresan sus emociones libremente, pero otras, como usted, las reprimen hasta que explotan.
Tener control emocional es muy útil para quienes deben conservar la calma en situaciones estresantes, como los pilotos de combate y los atletas, dice el doctor Gene Beresin, profesor de psiquiatría de la Universidad Harvard, pero lo que es un beneficio en trabajos extremos puede ser una desventaja en asuntos cotidianos.
Reprimir lo que siente podría afectar sus relaciones sociales. Un terapeuta puede ser una ayuda para que exprese sus emociones poco a poco y de mejor manera, agrega Beresin.
A veces trato de no pisar las rayas del suelo o los espacios entre las baldosas o adoquines
Es como si pudiera sentirlos a través de las suelas. En serio, ¿estoy loco?
En serio, ¿pisar una raya en la vereda le provocará un infarto? Si eso cree, entonces sí está loco y necesita ayuda profesional; de lo contrario, piense que todos tenemos manías adquiridas desde que éramos chicos.
Algunas personas se cepillan los dientes siguiendo siempre cierto orden; otras imploran “Que me vaya bien, que me vaya bien” al principio de cada mes, y cuando alguien cuenta una desgracia o menciona un peligro, casi todos tocamos madera. “Muchas de estas compulsiones se originan en nuestra infancia y las conservamos en la edad adulta”, dice Jacqueline Olds, psiquiatra de la Universidad Harvard. Su manía de no pisar las rayas del suelo es inofensiva. En serio, no se preocupe.
Me cuesta trabajo concentrarme
Si estoy hablando por teléfono y alguien cerca me dice algo, desatiendo ambas voces. Al regresar a casa en mi auto, mi mente divaga y no me concentro en manejar. Siempre ando en las nubes. ¿Me falta un tornillo?
Si usted siempre ha sido así, quizá padezca el trastorno de déficit de atención. Si su problema es reciente, tal vez se trate de depresión o ansiedad. Estas tres condiciones pueden remediarse con fármacos y psicoterapia, dice el doctor Beresin. La ensoñación esporádica es normal; hasta las personas más concentradas se desconectan a veces. Aun así, lo mejor es que consulte a un psicólogo, ya que podría tratarse de algo más grave.
Nunca he sido verdaderamente feliz, ni siquiera cuando era chica
Por más que mi esposo se esfuerza para complacerme, siempre me siento triste. No pienso en el suicidio, pero estoy insatisfecha conmigo misma, con mi matrimonio, mis hijos, mi trabajo… con todo. ¿Me estoy volviendo loca?
Sentirse infeliz a veces es normal, pero su desdicha crónica podría ser señal de algo más grave, dice Janice Levine. La depresión puede tratarse con medicamentos y psicoterapia. Además, piense en que tiene una familia que la ama y que merece disfrutar todas las bendiciones de la vida.
En tres años no he salido dos veces con el mismo pretendiente
Si tarda más de 24 horas en llamarme después de la primera cita, me pongo furiosa y no quiero hablar más con él. Si al final me llama, la charla acaba en discusión. Mis amigas dicen que soy muy impaciente y perfeccionista, pero creo que merezco un hombre perfecto y que vale la pena esperar a conocerlo, ¿o no?
No, nadie es perfecto, así que esperará eternamente. Aunque lo que dice suena a excusa: en el fondo, teme intimar con un hombre porque cree que usted no vale la pena, y se sabotea imponiéndose una regla rígida que le da una buena coartada. ¿Por qué se niega a tener una segunda cita? Marianne LaFrance, profesora de psicología de la Universidad Yale, sospecha que tiene “un enorme problema de autoestima. Teme ser una mala persona”, y piensa que si un hombre se le acerca demasiado se dará cuenta.
Convénzase de que no es una mala persona, dice Joseph Himmelsbach, profesor de psicología de la Universidad Estatal de Nueva York. Hay muchos hombres valiosos y dignos de usted, pero ninguno es perfecto. “Así que dele una oportunidad”, concluye.
¿Cuándo buscar ayuda?
Una de cada cuatro personas padece depresión, ansiedad u otro trastorno psicológico, y seis de cada 100, una perturbación mental grave, como esquizofrenia o trastorno bipolar. Pese a ello, estas enfermedades no son fáciles de diagnosticar y con frecuencia son pasadas por alto, dice el doctor Gene Beresin, de la Universidad Harvard.
«Si nos duele una rodilla, consultamos al médico, pero muchas personas no buscan ayuda cuando tienen problemas mentales, emocionales o de conducta. Lo cierto es que el cerebro también puede necesitar tratamiento.»
Un problema frecuente es no saber a quién acudir. Lo más aconsejable es hablar con un familiar, un amigo o un colega comprensivo. O consulte a su médico para que le recomiende un buen terapeuta.