Hasta al más experto chef le sucede que, a veces, el condimentar “a gusto” no queda exactamente con el gusto esperado.
Le puse demasiada sal a la sopa
- Agregá agua. Existe la posibilidad de que no le hayas agregado demasiada sal a la sopa, sino que durante la cocción se haya evaporado gran cantidad de agua y se haya modificado la proporción de sal y líquido. Si este es el caso y el volumen de líquido se ha reducido mucho, simplemente agregá más agua. Vertí el agua de a poco y probá la sopa a medida que lo hace.
- Agregá papas. Si el problema no es en realidad la falta de agua sino el exceso de sal, añadí papas a la sopa junto con un poco más de agua o caldo. Si es lo suficientemente afortunado como para descubrir el exceso de sal a poco de iniciar la cocción, podés agregar directamente a la olla algunas papas crudas en rodajas. Pero si la sopa ya está a punto (o casi lista), tendrás que apagar el fuego y cocinar las papas en una olla separada antes de agregarlas. Si no tenés papas, agregá algún otro tipo de almidón, como fideos o arroz cocido, que absorba el exceso de sal.
- Aumentá la cantidad de cada ingrediente. También podés aumentar el volumen de toda la preparación agregando un poco más de cada ingrediente (excepto sal, por supuesto) de acuerdo con las proporciones originales. Al igual que las papas, los ingredientes pueden agregarse crudos o precocidos, según la etapa en la que descubras el problema.
- Evitá la contaminación de la carne. Las bacterias de la carne se transmiten fácilmente a otras comidas y el hecho de limpiar las superficies de la cocina y los utensilios con agua y jabón no es suficiente para prevenir la contaminación. La solución: disolvé 1?8 de cucharadita de lavandina en una taza de agua fría, colocá la mezcla en una botella con atomizador y rotulala como solución desinfectante. Después de preparar la carne, limpiá todas las superficies (tabla de picar, mesada, utensilios, etc.) con detergente y agua caliente. Luego aplicá la solución desinfectante y secá con papel de cocina.
- Salé demasiado la carne. Añadí un poco de azúcar. Para salvar un trozo de carne del exceso de sal, simplemente espolvoreala con una pizca de azúcar. Agregá azúcar a la carne puede parecer extraño, pero la idea es hacerlo en tan poca cantidad que nadie lo note. El azúcar compensará sutilmente el exceso de sal.
- Puse demasiada sal a las verduras. También podés agregar azúcar a las verduras. En realidad, se recomienda añadir una pizca de azúcar para realzar el sabor natural de las verduras, de modo que agregar un poco para contrarrestar el exceso de sal no es una idea demasiado innovadora. O probá rociarlas con un poco de vinagre o jugo de limón. Es probable que no neutralice la sal tan efectivamente como el azúcar, pero le dará un ligero dejo que hará que los paladares no se concentren en la sal.
- Todos encuentran la comida demasiado picante. Añadí más ingredientes de sabor suave. La causa más frecuente de que una comida resulte picante es el exceso de alguna salsa o de adobo. La manera más rápida de solucionarlo es aumentar la cantidad de los ingredientes que no sean picantes. Si se trata de un plato tradicionalmente picante, como comida mexicana, agregá más porotos, caldo de carne o carne. En el caso de salsas o cualquier otro plato de consistencia líquida que esté demasiado picante, aumentá las proporciones de todos los ingredientes de la receta, excepto de aquél que sea picante.
- Servilo con algún alimento con almidón. Para apagar el fuego por completo, serví el plato picante acompañado de arroz o con tortillas mexicanas y queso crema. Hay un motivo por el que estos ingredientes suelen encontrarse en los mismos platos picantes indios, chinos, tailandeses o mexicanos: pueden aplacar el fuego.
- Retirá los trozos de ají picante. Otra razón por la que un plato puede resultar demasiado picante es que le ha puesto demasiado ají picante picado o en tiras (en el caso de tamales, verduras cocinadas al estilo tailandés o cualquier otra preparación que lleve mucha cantidad de ese ingrediente). Pero aquí hay una solución rápida para este problema: tomá una cuchara o un tenedor y quitá todos los trozos de ají picante. Colocalos en un pequeño recipiente de vidrio y dejalos al alcance de los que adoran el picante.
- Llamen a los bomberos: le di un mordisco al ají picante. No recurras al agua. Muchas personas reaccionan instintivamente ante esta emergencia y eligen el peor método, es decir, ahogarse en agua, cerveza o gaseosa. El ardor que produce el ají picante proviene de una sustancia química denominada capsaicina, que no se disuelve en agua fácilmente. Por lo tanto, inundar la boca con agua sólo hará que el sufrimiento se extienda. Probá con sal, leche o pan. En México, donde conocen los efectos del ají picante sobre las bocas desprevenidas, han utilizado durante siglos tres remedios que calman el ardor que produce el ají picante. La sal es el antídoto más rápido y confiable para aliviar el sufrimiento de quien se haya “incendiado”. La leche, la crema, el yogur o el queso también ayudan gracias a unas proteínas que contienen los productos lácteos, denominadas caseínas. Las caseínas rompen el enlace entre la capsaicina —compuesto químico que ocasiona el ardor— y los receptores del gusto y, de este modo, llevan alivio a la boca. Un trozo de pan blanco, una galletita o una tortilla mexicana también producen alivio ya que absorben la capsaicina que produce la molestia.