Tres valientes desconocidos rescatan a un adolescente de un auto en llamas y un empleado se ofrece para ayudar a personas mayores.
Rodeado por el fuego
Melody Warnick
AARON TOTTEN, de 16 años, estaba llegando a su casa desde la escuela secundaria Central High School de Rapid City, en Dakota del Sur (EE.UU.), cuando se dio cuenta de que le faltaba algo muy importante: su colación diaria. El estudiante hizo un giro en U con su auto Ford Expedition y se dirigió a un comercio para comprar su dosis de comida chatarra. Mientras Aaron manejaba hacia el norte por el carril izquierdo de la calle Elk Vale, un auto Kia Rio viró abruptamente hacia él, golpeándolo por la derecha. Instantáneamente, el muchacho perdió el control y salió disparado a través de la línea media hacia el tráfico en dirección contraria, golpeando de frente a otro vehículo todoterreno, a unos 90 km/hora. El choque dio vuelta al Expedition, que giró hasta llegar a un terraplén, donde finalmente derrapó hasta un letrero de detención del lado del conductor. Los automovilistas horrorizados observaron cómo las llamas envolvían al vehículo y una columna de humo negro brotaba hacia arriba. Jim Goodrich, un mecánico retirado de la Fuerza Aérea de 58 años, presenció el accidente mientras se dirigía a un cumpleaños. Estacionó su auto a un costado de la calle y corrió hacia el terraplén, donde algunos hombres se habían reunido para ayudar.
Toby Vigil, un camionero de 62 años que trabaja para Walmart, y Phillip Huebner, director de programas de la Junta de Regentes de Dakota del Sur, de 55 años, ya estaban intentando apagar el incendio al rociar con extinguidores pequeños los restos del auto, cuando llegó Jim. Apresuró el paso hacia el destrozado vehículo para encontrar al conductor, pero no lo pudo ver. “Escuchaba gemidos”, dijo. Aaron todavía estaba atrapado en su asiento, pero la fuerza del choque lo había atascado hacia atrás. Cuando los hombres lo localizaron, uno de ellos ingresó al auto para cortar el cinturón de seguridad y Jim intentó calmarlo. “¿Cómo te llamas?” Aaron pudo responder pero Jim se dio cuenta de que las lesiones del adolescente eran graves. Parecía que el fuego envolvería al auto en cualquier momento, por lo que Jim y otro hombre comenzaron a sacar a Aaron por una ventanilla. Las llamas comenzaron a trepar hacia la cabina. Phillip no veía señales de ningún vehículo de rescate. “Tenemos que sacarlo”, gritó. Jim rápidamente sugirió que inclinaran el vehículo. Mientras Toby sostenía a Aaron por la cintura, Jim tiraba de los brazos del muchacho. Mientras los hombres empujaban el auto hacia adelante, lograron sacar por muy poco al adolescente, pero a mitad de camino, Aaron quedó atorado. “Esto va a doler muchísimo”, le advirtió Jim. Con un tirón monumental del muchacho, los hombres lograron liberarlo. Lo levantaron y corrieron lejos del auto. Segundos más tarde, las llamas envolvieron la cabina y, con un zumbido, el vehículo entero voló hacia arriba.
Meses más tarde, Aaron no recuerda el accidente. Pasó cinco semanas en el hospital con la pelvis destrozada, fracturas compuestas y hemorragias internas. Sabe que le debe la vida a esos conductores. “Se arriesgaron para salvarme”, comenta. “No sé cómo agradecerles”.
El conserje solidario
DAMON BERES
EN OCTUBRE PASADO, tres semanas después de que Miguel Alvárez comenzara un período como conserje en un centro para personas mayores, su trabajo dio un giro impresionante. En lugar de limpiar pisos, Miguel, de 33 años, recibió la responsabilidad de ser el cuidador principal de 19 residentes mayores que vivían en el centro. El 24 de octubre de 2013, el Departamento Estatal de Servicios Sociales cerró el centro (Valley Springs Manor, ubicado en Castro Valley, California (EE.UU.)), a causa de numerosas infracciones sanitarias y de seguridad. La mayor parte del personal se retiró, excepto Miguel y el cocinero, Maurice Rowland. “Me sentí mal por los ancianos, por eso los ayudé”, comenta Miguel. Sin poder hallar la información de contacto de las familias de los residentes, Miguel y Maurice asistieron ellos mismos a los pacientes necesitados, algunos de los cuales estaban confinados a sus camas o sillas de ruedas. Los dos hombres alimentaron, vistieron y bañaron a los residentes durante dos días, tomando descansos breves solamente para dormir en mecedoras en la sala de televisión. Finalmente, después de que Miguel llamara al 911 varias veces en un período de 40 horas, los trabajadores de emergencia llegaron para evacuar a los ancianos y los llevaron a un hospital del área.
En enero pasado, el Departamento de Servicios Sociales de California admitió que los agentes reguladores no manejaron de manera correcta el cierre de la propiedad y fueron sancionados. “No quisiera ver nunca a mis padres o a mis abuelos viviendo una cosa así”, dice Miguel. “Hice lo mejor que pude”.