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El futuro del aceite de oliva en Italia

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El futuro del aceite de oliva podría depender de la lucha de un agricultor contra una bacteria en rápida expansión. 

A comienzos de 2016, Giovanni Melcarne, agrónomo y propietario de una granja productora de aceite de oliva extra virgen en Gagliano del Capo caminaba por los campos de la región de Puglia en el sur de Italia. Estaba junto a otro agricultor experto en aceite de oliva quien lo había llamado para mostrarle algo importante. 

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Se acercaron a un árbol de olivo de siglos de antigüedad que crecía junto a un muro de piedra. En los alrededores, los olivos que cubrían aquel suelo arcilloso de color rojo estaban muertos o muriendo, lo que daba al paisaje un aspecto grisáceo antinatural. Melcarne no se sorprendió: al menos dos millones de olivos en Puglia se veían así.

La causa de este flagelo era Xylella fastidiosa, una bacteria que se cree arribó a Europa alrededor de 2010 desde América Latina, posiblemente de Costa Rica, en una planta decorativa. Actualmente, Xylella ha infectado al menos a un tercio de los 60 millones de olivos de Puglia, un territorio donde se produce el 12 por ciento del aceite de oliva del mundo. Las probabilidades de que sobrevivan son nulas: una vez que la planta se infecta está condenada a morir en apenas unos años. En el último tiempo, Xylella se ha extendido rápidamente por esta área, ha atravesado otras regiones italianas y países mediterráneos, y ha afectado la producción de aceitunas y aceite de oliva de Puglia, símbolos emblemáticos del Mediterráneo.

Al acercarse al árbol, el agricultor señaló una rama verde con vida sobre aquel tronco que parecía muerto.

“El hombre me contó que su padre había injertado una variedad de oliva Barese en el árbol”, dice Melcarne. La realización de injertos es una práctica común en el área: se toma una rama pequeña de una variedad diferente y se inserta en el tronco de un árbol viejo, donde crece y produce el tipo de aceitunas del árbol del que proviene. Melcarne sospechó que la rama injertada era resistente a Xylella. Parecía estar manteniendo al árbol con vida.

“Y luego pensé, ¿los injertos podrían ser la salvación de los olivos más antiguos de este lugar?”, comenta Melcarne. En aquel momento, los esfuerzos por contener el ataque de Xylella eran deficientes: la política italiana y los medios estaban dominados por peleas, acusaciones y teorías conspirativas sobre esta plaga a tal punto que imposibilitaban la articulación de una respuesta coordinada. Pero al ver ese mínimo indicio de vida, Melcarne se sintió esperanzado. El agrónomo ya estaba explorando maneras de combatir la enfermedad con un equipo de científicos, y aquella visita le mostró que podía existir una esperanza para impedir el apocalipsis de los olivos.

“Si no intentamos salvar hoy al menos a algunos de los árboles de olivo más antiguos”, se preguntó Melcarne, “la región perderá su identidad”.

Ya sea que se encuentre en Nueva York, Londres, Melbourne o cualquier otra ciudad del mundo, existen grandes probabilidades de que el aceite de oliva extra virgen que utilice para aderezar su ensalada, provenga de Puglia.

En Puglia, los árboles de olivo están presentes en todos los rincones. Han habitado esas tierras desde el 1000 a. C. cuando fueron llevados a la región por los antiguos griegos. Algunos de los árboles que continúan creciendo hoy vieron a los antiguos romanos caminar por aquellos senderos y dieron la bienvenida al emperador Federico II en su camino hacia la Sexta Cruzada en el siglo XIII; muchos otros ya eran antiguos cuando Cristóbal Colón llegó a América. Los árboles han estado siempre allí con sus mágicas formas onduladas y son parte de la cultura local. Cada familia posee un par de olivos que tratan como abuelos inmortales. Los habitantes de Puglia han dado por hecho la presencia de estos árboles durante muchísimo tiempo, pero Xylella hoy sacude esa idílica atemporalidad.

Xylella fastidiosa es trasmitida por un insecto que se alimenta de savia llamado Philaenus spumarius. Cuando el insecto muerde una hoja infectada, regala un viaje gratis a Xylella hacia la siguiente planta sobre la que se pose para alimentarse. A través de la mordida, la bacteria ingresa al xylema, el tejido vascular de la planta donde fluyen agua y nutrientes, y avanza desde las raíces hacia las copas de los árboles. A medida que la bacteria se reproduce, genera un gel que obstruye los canales e impide el paso de agua y nutrientes. Una vez que la planta se infecta, lentamente comienza a morir.

Los síntomas de la enfermedad aparecieron en 2010, pero al principio no se sabía qué era lo que estaba matando a sus árboles. En 2013, los científicos advirtieron que se trataba de Xylella. Era la primera vez que la bacteria se detectaba en Europa y las autoridades tomaron medidas de contención que consistían en la erradicación de los árboles infectados. Actuar con velocidad era esencial: detener la propagación se volvería cada vez más difícil.

Pero muchos habitantes de Puglia no creían que una bacteria pudiera matar a estos árboles eternos. Entonces, en 2015, miles de personas organizaron campañas para impedir que estos íconos fueran eliminados. Los agricultores se encadenaron a los árboles infectados, bloquearon calles y protestaron en los centros de las ciudades. Lograron el apoyo de muchas personalidades influyentes.

Los manifestantes creían que lo que estaba sucediendo era parte de una conspiración. Algunos culpaban a Monsanto y afirmaban que la corporación estadounidense de agroquímicos y biotecnología agrícola quería vender a los agricultores de la región semillas para cultivar olivos inmunes, genéticamente modificados. (La empresa negó las acusaciones). Otros sostenían que la causa del problema eran los emprendedores y la Mafia, quienes buscaban desarrollar construcciones donde se encontraban los olivares. Impulsado por un fuerte movimiento anticiencia, el enfurecimiento de la opinión pública fue tal que en diciembre de 2015 fiscales de la ciudad de Lecce comenzaron a investigar a los científicos que estudiaban la enfermedad y a responsabilizarlos por haberla llevado a Puglia y por su posterior propagación. 

“No espero agradecimiento, pero ser ridiculizado por los medios por haber hecho mi trabajo con pasión es una paradoja”, afirma Donato Boscia, patólogo de plantas y jefe de investigaciones sobre Xylella del Consejo Nacional de Investigación de Italia (CNR).

Si bien las teorías conspirativas florecían constantemente, la enfermedad avanzaba hacia el norte a una velocidad de 20 kilómetros por año. Xylella era una bacteria famosa desde hacía tiempo por atacar viñedos en muchos países del mundo. Pero antes de llegar a Puglia, Xylella no había causado daños significativos en olivares.

“No podíamos esperar a que otra persona abordara el problema”, comenta Pierfederico La Notte, agrónomo e investigador de CNR con Donato Boscia. En 2016, Melcarne llevó a Boscia y a La Notte a la ciudad de Gallipoli para analizar el injerto verde y próspero que su compañero agricultor le había mostrado y que fue confirmado como Leccino, una de las dos únicas variedades de olivo que se sabe son resistentes a la bacteria. (La otra es Favolosa.)

“Aquella planta generó una gran cantidad de brotes”, sostiene La Notte. El uso de injertos, una técnica tan antigua como la agricultura misma, parecía ofrecer resultados prometedores tal como había sucedido un siglo atrás cuando había salvado los viñedos europeos del Phylloxera, un pulgón diminuto que casi destruyó la industria vitivinícola del continente. Si con una variedad resistente de olivos era posible realizar injertos en los troncos de los árboles más antiguos (aquellos que tenían por lo menos mil años), la planta tal vez tendría oportunidad de sobrevivir.

En abril de 2016, mientras los políticos locales dilataban las investigaciones científicas al no proporcionar financiamiento, Melcarne invirtió 130.000 euros, los ahorros de toda su vida, para implantar injertos en 14 hectáreas de sus propios olivares. Su familia había estado en el negocio de los olivos desde 1583, por lo que Melcarne asumió el enorme riesgo financiero no solo para salvar a su empresa, sino también para mantener la tradición de su familia. Tanto él como los investigadores de CNR querían confirmar si las dos variedades conocidas hasta el momento resistentes a la Xylella podían ser injertadas en árboles más antiguos y si otros tipos también mostraban resistencia. La Notte convocó a invernaderos y productores de todos los rincones del mundo; esta comunidad internacional de científicos y agricultores respondió al llamado y envió muestras de sus variedades de olivos a Puglia. En poco tiempo, injertaron 270 tipos diferentes en los campos de Melcarne.

El trabajo del grupo avanzaba a fuerza de prueba y error. Los injertos morían a causa de la enfermedad, se deterioraban ante condiciones climáticas adversas y sufrían actos vandalismo: una mañana Melcarne advirtió que decenas de injertos habían sido arrancados durante la noche.

Los rumores sobre los experimentos del grupo corrieron por todos lados. Vanzio Turcato, un italiano del norte que había decidido construir su casa en Puglia, en un terreno que albergaba unos cuantos árboles de olivo, adoptó de manera temprana los injertos de Melcarne. Ni él ni su esposa podían concebir la idea de ver morir a sus 54 árboles y entonces, en 2017, Melcarne implantó en ellos injertos de Favolosa. Pero solo funcionaron dos de 250. Fueron necesarios dos años más de ensayos para comprender que la técnica de injerto de corona, que consiste en cortar por completo la rama vieja e insertar los injertos en la extremidad cortada, era el método a seguir. Finalmente habían logrado perfeccionar un protocolo para realizar los injertos.

“Estaría feliz si lográramos salvar al menos al 50 por ciento de los árboles”, comenta Turcato. Pero mientras que algunos aún están peleando la batalla, muchos se ven robustos, lo que contrasta con los campos de sus vecinos repletos de árboles grises y sin vida.

A unos 150 kilómetros de los campos de Turcato, Armando Balestrazzi, propietario de Masseria Il Frantoio, un hotel boutique y granja de producción de aceite de oliva estaba al tanto del problema que pronto impactaría en su zona. Y, de acuerdo con La Notte y Melcarne, la probabilidad de que un olivo sobreviva si los injertos se realizan antes de que el árbol se infecte es bastante más elevada. Cuanto más haya avanzado la infección, menos probable es que los injertos funcionen.

“Cuando escuché sobre los injertos decidí hacer pruebas”, comenta Balestrazzi. Su área era parte de la zona neutral de la enfermedad y Balestrazzi contaba en su propiedad con 300 árboles Leccino resistentes a esta bacteria. Entonces, en 2019, utilizó ramas pequeñas de estas plantas y las injertó en 50 de sus 2.600 olivos, todos ellos de al menos mil años. “No podía quedarme de brazos cruzados. Tenía que intentar salvarlos. Y después de más de dos años, ya sé que esto funciona”. Balestrazzi afirma que el 70 por ciento de sus injertos han sobrevivido y que aquellos 50 árboles están floreciendo. Aún le quedan 2.550 árboles más para trabajar.

Sin embargo, el uso injertos no puede salvar a todos los árboles de Puglia. Si bien es difícil saberlo con certeza, podría tomar décadas además de mucho dinero. Según Melcarne, lo que se necesita para salvar los olivares de Puglia es un plan coordinado a largo plazo que detenga la propagación de la enfermedad hacia el norte y que, al mismo tiempo, contemple inversiones para encontrar variedades resistentes y realizar los injertos en los olivos más antiguos.

Luego de tres largos años, el gobierno de la región reconoció el valor del trabajo de Melcarne y La Notte y cofinanció un proyecto de dos millones de euros para apoyar su investigación.

Además de liderar la cruzada de los injertos, Melcarne se encuentra actualmente tratando de reproducir los árboles de olivo silvestres de Puglia que aún están vivos en lugares donde la bacteria Xylella ha matado a otros. La calidad de los olivos locales es lo que distingue al aceite de oliva extra virgen de la región de cualquier otro, y los agricultores se muestran algo reticentes a plantar variedades resistentes como Favolosa que no pertenece al área y que poseen un sabor diferente.

Si bien se ha encontrado una técnica de injertos para salvar a los árboles más valiosos de la región, es esta búsqueda de variedades locales y resistentes lo que podría proteger tanto al amado aceite de oliva de Puglia como a la industria y cultura alimenticia que este producto sostiene.

Gracias a los miles de consejos y recomendaciones que recibe en redes sociales, Melcarne ha analizado aproximadamente 30.000 árboles silvestres y recorrido unos 600.000 kilómetros a bordo de su auto en el proceso. Sueña con encontrar la variedad local de olivo que les permita replantar las grandes extensiones destruidas por la bacteria. Ha seleccionado 30 de ellas para reproducción y afirma que cuenta con buenos candidatos para el desafío.

“Creo que encontramos una”, dice orgulloso Melcarne. El futuro de los árboles de olivo en esta parte del mundo realmente podría estar en sus manos.

PUBLICADO ORIGINALMENTE POR GASTRO OBSCURA, EXTRAÍDO DE AtlAsobscurA.com, COPRIGHT © 2021 POR AGOSTINO PETRONI.

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