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Estar atento a las inflamaciones podría salvarle la vida

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Oculta y peligrosa. La inflamación está detrás de muchas dolencias. Le contamos como frenarla.

Cáncer, cardiopatías, demencia, diabetes… En la literatura sobre envejecimiento y enfermedad, estas son palabras preocupantes. Sin embargo, los investigadores llevan años sospechando que todos los problemas de salud mencionados, y otros, tienen en sus entrañas un detonante común: la inflamación crónica de baja intensidad. Y es posible que por fin haya pruebas al respecto. 

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En 2017, expertos de Boston publicaron los resultados de un estudio clínico con más de 10.000 pacientes (edad media: 61 años) de 39 países para determinar si el uso de un medicamento antiinflamatorio, canakinumab, permitía reducir las tasas de cardiopatía. Según sus hallazgos, el medicamento no solo produjo ese efecto sino que disminuyó la tasa de mortalidad por cáncer de pulmón en más de un 67 por ciento y el número de casos de gota y artritis (relacionados con la inflamación). 

“La inflamación influye en la salud de todas las personas”, señala la doctora Dana DiRenzo, reumatóloga y profesora de Medicina en la facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore. Si la inflamación aumenta, el riesgo de padecer enfermedades también se eleva. Pero entender la inflamación no es fácil, ya que cuando nuestro estado de salud se altera, el cuerpo se inflama naturalmente para combatirlo. La inflamación es, por tanto, buena y mala a la vez.

¿Cuándo supone un problema la inflamación?

Cuando usted se enferma de gripe y la temperatura de su cuerpo aumenta para combatir el virus es un ejemplo de reacción inflamatoria aguda. Lo mismo ocurre con el enrojecimiento y la inflamación tras un esguince de tobillo. Es una respuesta temporal y útil ante una lesión o enfermedad. Aporta las sustancias químicas curativas y los nutrientes que el cuerpo necesita para reparar el daño. Cuando el peligro se va, la inflamación desaparece.

Pero la inflamación crónica de baja intensidad es una alteración lenta y silenciosa, alimentada por la activación innecesaria del sistema inmunitario, que mantiene al cuerpo en un constante estado de alerta a largo plazo, señala el doctor Robert H. Shmerling, médico y profesor del Departamento de Reumatología en el Beth Israel Deaconess Medical Center de Boston. 

Con el tiempo, la inflamación lesiona las células sanas, ya que sufren un desgaste excesivo y liberan sustancias químicas que alertan al sistema inmunitario. Entonces, los glóbulos blancos irrumpen a raudales en la escena con la misión de comerse a las bacterias, virus, células lesionadas y restos de infecciones o lesiones. Si el daño es muy grande, convocan a las células de refuerzo conocidas como neutrófilos, que son las granadas de mano del sistema inmunitario y arrasan con todo a su paso, esté sano o no. Aunque cada neutrófilo tiene un período de vida corto, en casos de inflamación crónica estas células siguen apareciendo mucho después del cese de la amenaza real, lo que lesiona el tejido sano restante. La inflamación puede empezar a atacar el revestimiento de arterias o el intestino, las células del hígado y el cerebro o los tejidos de los músculos y las articulaciones. 

El daño celular atribuible a la inflamación puede desencadenar problemas como diabetes, cáncer, demencia, cardiopatías, artritis y depresión. Y al ser de baja intensidad, “su naturaleza lenta y sigilosa dificulta el diagnóstico», explica Roma Pahwa, investigadora de los Institutos Nacionales de Salud especializada en respuesta inflamatoria. “No se tiene ni idea de lo que está pasando hasta que se manifiestan síntomas de esas alteraciones”.

Causas de la inflamación crónica

Cuando se sufre una infección crónica, como la hepatitis C o la enfermedad de Lyme, el cuerpo produce una respuesta inflamatoria que persiste mucho tiempo. De hecho, por lo general es la inflamación crónica, y no el virus, lo que causa gran parte del daño a largo plazo. 

La genética puede entrar en juego. En algunos casos, la inflamación activa los genes vinculados a estos problemas de salud. La diabetes y el cáncer son dos enfermedades relacionadas genéticamente en las que el detonante podría ser la inflamación. En otros casos, el gen en sí provoca la activación innecesaria del sistema inmunitario, lo que da lugar a la inflamación propia de la artritis reumatoide, la esclerosis o el lupus, entre otros.

El medio ambiente también influye. La contaminación, la calidad del aire y el agua, las alergias ambientales y otros factores pueden desencadenar y alimentar las reacciones inflamatorias. Y también el estilo de vida. La obesidad, el estrés descontrolado, el tabaco, el consumo excesivo de alcohol, la falta de actividad física, los problemas para dormir y los malos hábitos alimenticios son factores relacionados con la inflamación crónica. 

Además, según envejecemos nuestro nivel de exposición a toxinas ambientales, factores estresantes, alcohol, alimentos de mala calidad y enfermedades crónicas se van acumulando. El envejecimiento también complica algunas tareas en el cuerpo, como el sistema inmunitario, la absorción de los nutrientes de los alimentos y la eliminación de los kilos extra.

Factores agravantes 

Barriga. El vientre prominente delata la presencia de un exceso de grasa visceral, que se acumula cerca del intestino y otros órganos internos. Todos los días, la grasa abdominal produce y libera compuestos inflamatorios con nombres como interleucina 6 y factor de necrosis tumoral ?. La inflamación es una respuesta al daño celular. Los adipocitos se hinchan por el exceso de triglicéridos (sustancia que a veces se transforma en combustible) en su interior; en ese estado, dichas células son muy frágiles y pueden romperse con facilidad. El sistema inmunitario lanza entonces una respuesta inflamatoria y envía glóbulos blancos a limpiar los derrames de combustible.

Estrés crónico. Cuando el estrés lo sobrepasa, el cuerpo entra en un estado de tensión. Esto eleva la concentración de hormonas como el cortisol y la adrenalina, que a su vez detonan una reacción inflamatoria. Si padece alteraciones cutáneas de origen autoinmunitario, como la psoriasis, tal vez ya haya sufrido el recrudecimiento de los síntomas en épocas de estrés. Se ha comprobado que el mindfulness, la oración y la meditación reducen las concentraciones de marcadores de inflamación y pueden ayudar con trastornos inflamatorios crónicos.

Falta de actividad física. De acuerdo con distintos estudios, no es necesario volverse maratonista para reducir la inflamación. De hecho, según una investigación de la Universidad de California en San Diego, basta con 20 minutos de ejercicio moderado para inhibir la respuesta inflamatoria. Una de las razones, señala Thomas Buford, profesor titular en la División de Gerontología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Alabama, en Birmingham, es que el ejercicio produce efectos positivos en el intestino. 

“La diferencia entre alguien que se siente bien y alguien que se siente de maravilla es el ejercicio”, afirma DiRenzo. Aunque tenga limitaciones físicas, como problemas de rodillas, por ejemplo, el ejercicio lo ayudará a mejorar. Al principio, DiRenzo recomienda elegir una actividad que pueda hacer cinco minutos al día. A la semana siguiente, practique siete minutos. Puede ser algo tan sencillo como caminar a paso ligero. «Avance paso a paso y comenzará a sentirse mejor”.

Falta de sueño. Si tiene que elegir un solo aspecto a mejorar, concéntrese en la calidad y en la duración de su sueño. Además de reducir los niveles de inflamación, dormir lo ayudará a tener un mejor resultado en el resto de actividades. “He notado que cuando la gente se da un tiempo para descansar y reducir el estrés, resulta más fácil elegir alimentos de forma sensata y hacer ejercicio al día siguiente”, señala la doctora Elizabeth Boham, directora médica de UltraWellness Center.

La importancia de la comida

Los alimentos con poca fibra y muchos azúcares o grasas perjudiciales encabezan la lista de “promotores de la inflamación”, ya que nutren a las bacterias “nocivas” del aparato digestivo. El intestino aloja naturalmente bacterias buenas y malas en equilibrio, pero cuando la población de bacterias perjudiciales aumenta demasiado, el revestimiento del aparato digestivo puede lesionarse. 

“La barrera intestinal que separa los microorganismos del resto del cuerpo se vuelve permeable y permite que las partículas escapen y accedan a la circulación”, precisa Buford. Esta alteración se conoce como hiperpermeabilidad intestinal. El sistema inmunitario asume que estas partículas son invasores externos y ataca. Sin embargo, como el intestino sigue permitiendo el paso de estos cuerpos extraños, el sistema inmunitario no interrumpe los ataques y aparece la inflamación crónica. 

Los alimentos ricos en fibra, como cereales integrales, frutas y verduras, ayudan a recuperar el equilibrio de la microflora intestinal. Proporcionan nutrientes para los microbios buenos del intestino durante la digestión, lo que permite corregir la disbiosis. “Existen muchos indicios de que una dieta rica en fibra influye de modo positivo en el equilibro de la microflora y tiene el potencial de reducir la inflamación”, señala Buford. Evite también las grasas poco saludables porque, afirma el experto, “hasta una sola comida abundante en grasas puede alterar el microambiente”.

Aunque las carnes rojas y procesadas pueden producir inflamación, no es necesario desterrarlas de la dieta, explica Boham. En el caso de las personas mayores el consumo de proteína ayuda a prevenir la disminución de la masa muscular. “Sugiero mantener un equilibrio entre la proteína de origen vegetal —frutos secos, semillas, legumbres, granos— y la proteína de origen animal”, añade. Y también recomienda consumir pescados y carne orgánica de ganado alimentado con pasto. Estos productos tienen un menor factor de inflamación debido a que se alimentan de plantas y animales ricos en fitonutrientes. Intente consumir un alimento de cada color del arcoiris todos los días.

Diagnóstico y tratamiento para la inflamación crónica

El problema es que todos tenemos cierto grado de inflamación en el cuerpo y este fluctúa constantemente; por lo tanto, la misma prueba realizada a las 8 o a las 20 horas dará resultados diferentes. Además, un simple resfrío común puede disparar las concentraciones sanguíneas de las sustancias químicas encargadas de combatir enfermedades, explica DiRenzo. Por eso no se suelen hacer pruebas para la inflamación. “Se hacen cuando hay ciertos síntomas, como inflamación articular”.

Pongamos, por ejemplo, que tiene una cardiopatía. En ese caso, el médico pedirá la prueba de la proteína C reactiva, un marcador de inflamación relacionado con problemas cardiacos. “En lugar de perseguir un concepto tan étereo como la inflamación crónica, hay que intentar identificar síntomas específicos que permitan diagnosticar un problema inflamatorio”, asegura DiRenzo.

Se siguen realizando estudios con antiinflamatorios (salvo el ibuprofeno, que produce efectos secundarios), pero ninguno se ha aprobado para combatir la inflamación crónica de baja intensidad. 

Llega un momento en el que todos tenemos cierto grado de inflamación. La clave es no dejar que esa chispa se convierta en un incendio. Si fuma, bebe, tiene kilos de más, no hace ejercicio, come mal o vive estresado, tiene un alto riesgo de inflamación crónica intensa. Si es delgado, saludable, lleva un estilo de vida equilibrado, se vacuna y se lava las manos con frecuencia (las infecciones provocan reacciones inflamatorias, señala Shmerling), su riesgo es menor. 

El estilo de vida es el factor que puede modificar y que está bajo tu control. ¿Y no es más fácil atacar a un solo enemigo —la inflamación— que a una docena?   

Alimentos buenos y malos para la inflamación

1. Inflama: Pan blanco

Una dieta baja en fibra puede dejar su sistema digestivo a merced de bacterias nocivas y propiciar la aparición de hiperpermeabilidad intestinal, alteración en la que el sistema digestivo es incapaz de eliminar toxinas y acceden al cuerpo.

Mejora: Pan integral

Durante la digestión de la fibra (presente en cereales integrales, por ejemplo), el cuerpo produce butirato, un ácido graso bueno con propiedades antiinflamatorias. Al parecer, el butirato atraviesa la barrera hematoencefálica, lo que tal vez ayude a prevenir el deterioro neurológico. 

2. Inflama: Dulces procesados

La mayoría de los alimentos procesados, en especial los postres, contienen poca fibra, mucho azúcar y muchas sustancias químicas. Todo en conjunto resulta perjudicial para el intestino. 

Mejora: Fruta con yogur

Algunas frutas, verduras y legumbres contienen polifenoles, compuestos antioxidantes de origen vegetal que reducen el daño celular atribuible a la inflamación. Son polifenoles el resveratrol (vino, uvas) y las catequinas (té, manzanas, bayas). El yogur con cultivos vivos contiene bacterias buenas, los probióticos, que permiten mantener la microflora intestinal nociva a raya. 

3. Inflama: Alimentos fritos

Los productos resultantes de la glucación avanzada (AGE, por sus siglas en inglés) son compuestos inflamatorios originados cuando la carne y los cereales se cocinan a muy altas temperaturas, como sucede con los donuts, las papas o el pollo frito. 

Mejora: Grasas saludables

Los ácidos grasos monoinsaturados (aceite de oliva, aguacate, frutos secos) reducen el riesgo de cardiopatías y los poliinsaturados (pescado, lino) aportan una mezcla de ácidos grasos omega-6 y omega-3 buenos. 

4. Inflama: Aliños industriales

Suelen contener muchas grasas, sal y azúcar. Prepare su el aliño con compuestos antiinflamatorios, como el aceite de oliva, limón o vinagre y especias.

Mejora: Ensaladas coloridas

Las vitaminas y los minerales de frutas y verduras ayudan a prevenir la inflamación con antioxidantes como las vitaminas A, C y E, así como licopeno y selenio.

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