En medio de una catástrofe, un milagro.
Hace 29 años, Nila Halloran tuvo a su hija, Cindy Baker, en medio de una fuerte tormenta de nieve. Un helico?ptero del eje?rcito logró sortear el temporal y trasladar a la mujer a un hospital justo a tiempo. En son de broma, la abuela de Cindy comento? que si su nieta habi?a causado tantos problemas al nacer, habri?a que tener cuidado si algu?n di?a se embarazaba y teni?a tambie?n una nin?a.
Cindy se crio? en la ciudad de Lake Charles, Louisiana, adonde se convirtio? en una muchacha bonita y muy alegre, y cuando estudiaba en la Universidad de Auburn, Alabama, un amigo le presento? a quien seri?a su futuro esposo: James Banker, un joven alto y moreno que asisti?a a la misma iglesia que ella. Charlaron en el centro de recreo para estudiantes so?lo cinco minutos; luego Cindy fue a su habitacio?n y llamo? por tele?fono a su mama?.
—Acabo de conocer al hombre con quien me voy a casar —le dijo.
Dos años y medio después, se casó con él. La pareja se mudó a Nashville, Tennessee, la ciudad natal de James, donde este consiguió empleo en un despacho de contabilidad. Nashville se halla lejos del mar y de la zona de huracanes, y en Tennessee jamás se había visto una tormenta de nieve como la que cayó cuando Cindy nació. Cindy trabajaba como terapeuta del habla en el Centro Médico de la Universidad Vanderbilt, con el equipo de lesiones y traumatismos cerebrales. Poco después, en un parto sin complicaciones, nació Jacob, su primer bebé. Cindy se embarazó de nuevo en 2009, y cuando estaba en el segundo trimestre se enteró de que iba a tener una niña; los esposos decidieron que se llamaría Clare.
Al acercarse la fecha del parto, recordaron lo que la abuela de Cindy había dicho, y bromeaban sobre el desastre natural que podría ocurrir.
El parto estaba previsto para el viernes 30 de abril de 2010. El fin de semana anterior hubo alertas de tornados. Mi bebé ya va a nacer, pensó Cindy. Pero pasaron los días y no ocurrió nada. El sábado primero de mayo empezó a llover, como nunca…
Al volver a casa despue?s de hacer sus rondas en el hospital aquella tarde, el doctor Michael DeRoche estaba muy inquieto. Todo el di?a habi?a escuchado noticias sobre inundaciones alrededor de Nashville, y en todos los an?os que habi?a vivido en ambas costas del pai?s nunca habi?a visto llover asi?. Su casa estaba en una calle privada comunicada con la calle Temple, una vi?a paralela al arroyo Trace, el cual normalmente era un hilo de agua. Cuando salio? en su auto para echar un vistazo por los alrededores, el arroyo ya era un torrente furioso.
De regreso en casa, DeRoche oyo? en las noticias que habi?a camiones sumergidos en las carreteras, y que la gente habi?a tenido que evacuar sus hogares porque se habi?an desbordado los muchos arroyos y riachuelos de Nashville. Lo peor habi?a ocurrido en el sureste de la ciudad. DeRoche y su familia vivi?an sobre una colina en Bellevue, en el suroeste. No habi?a dejado de llover en todo el di?a, pero luego, alrededor de las 5 de la tarde, el nivel del agua dejo? de subir. El me?dico y sus vecinos pensaron que hasta alli? llegari?a la inundacio?n, y esa noche se acostaron convencidos de que el peligro habi?a pasado.
A las 6:15 de la man?ana del di?a siguiente, un estruendo hizo despertar sobresaltada a la esposa de DeRoche, Paula. Se levanto? de la cama, fue a asomarse al porche trasero y luego corrio? a despertar a su marido.
—Ma?s vale que vengas a ver esto —le dijo con voz alarmada.
Al pie de la colina, la calle Temple estaba totalmente inundada, y en la acera opuesta, dos metros de agua cubri?an el garaje de un vecino. Dos personas de la casa de a lado se descolgaron por una ventana de la planta alta y subieron a una canoa con su perro. Segui?a lloviendo a ca?ntaros. Los DeRoche se sintieron atrapados.
—Sera? mejor que empecemos a medir la duracio?n y el intervalo de las contracciones —le dijo Cindy a su esposo a las 8 de la man?ana.
James saco? del ropero la maleta que habi?an preparado para ir al hospital y telefoneo? a su hermana, Becky Lewis, que vivi?a cerca, para que fuera a recoger a Jacob. La televisio?n estaba encendida, y los noticieros daban boletines sobre la inundacio?n. De pronto se produjo un apago?n, y el tele?fono se quedo? sin sen?al. La lluvia haci?a retumbar el techo.
James y Cindy se dispusieron a partir. El vecino de la casa de al lado, Yusuf Hasan, se quedo? mira?ndolos como si estuvieran locos.
—¿Y co?mo piensan llegar alli?? —les pregunto?. Calle abajo, el arroyo habi?a alcanzado 10 metros de ancho, y convertido a todo el barrio en una isla. Yusuf se ofreció a llevarlos en su camioneta, pero no llegaron muy lejos antes de que los detuviera un polici?a que les confirmo? que la zona estaba inundada por todos lados. Sin embargo, se comunico? con su superior, un teniente que vivi?a cerca de alli? y cuya esposa era enfermera.
—Mi teniente me pidio? que los lleve a su casa —les dijo el polici?a cuando termino? la llamada.
James y Cindy se dieron cuenta de que era lo mejor que podi?an hacer.
El polici?a se detuvo frente a la casa del teniente John Batty; su esposa, Cassie, los esperaba en la entrada. Cuando Cindy bajo? de la camioneta, Cassie se acerco? a ella y, abraza?ndola con ternura, le dijo:
—Ya, querida, todo va a salir bien. No te preocupes. Las mujeres han dado a luz en sus casas desde hace miles de an?os. Si nuestras abuelas pudieron hacerlo, nosotras tambie?n.
Los Banker no teni?an manera de saberlo, pero el me?dico que necesitaban se encontraba a pocos kilo?metros de distancia, aunque, para su mala suerte, del otro lado del arroyo. El doctor DeRoche, quien miraba colina abajo desde el porche trasero de su casa, vio desaparecer una cerca de madera bajo el agua, y una casa rodante flotando de costado a la deriva. El diluvio era impresionante. DeRoche se sobresalto? al oi?r una llamada en su celular. Era Chris Mills, un amigo suyo con quien jugaba softball y que vivi?a del otro lado del arroyo.
—¿Que? haces? —le pregunto? Mills.
—¡Ja! ¿Que? crees que estamos haciendo? —respondio? el me?dico—. No podemos salir con tanta agua. ¿Co?mo esta?n las cosas alla??
—Por aqui? hay una mujer que esta? dando a luz. No pueden trasladarla al hospital. Anota el nu?mero al que debes llamar.
DeRoche marco? el nu?mero, y cuando Yusuf contesto?, le dijo:
—Soy me?dico gineco-obstetra, y estoy llamando desde la calle Temple. Aqui? tambie?n esta? inundado, pero tratare? de llegar alla?.
DeRoche recordo? que no teni?a el equipo necesario. ¿Y si el bebe? se atoraba mientras naci?a?, se pregunto?. ¿O si se vei?a obligado a practicar una cesa?rea? ¿Que? hari?a sin lidocai?na para anestesiar a la madre, sin aguja e hilo para suturar la incisio?n, ni pinzas para contener la hemorragia? ¿Tendre? que dejar morir al bebe??, penso?.
Su esposa, Paula, se puso en accio?n. Les pidio? a sus tres hijos que recorrieran el barrio. Ellos llamaron a la puerta de dos dentistas, un neumo?- logo y un fisioterapeuta. Les dijeron que su papa? iba a atender un parto, y les preguntaron si teni?an equipo me?dico disponible a mano.
Paula fue a casa de su vecina de al lado, Amy Hubbuch, enfermera neonatal e instructora de partos, quien busco? entre sus materiales de trabajo y encontro? guantes y batas. Luego le pregunto? a Paula:
—¿Crees que a Michael le gustari?a que fuera a ayudar?
—Estoy segura de que si?.
Ambos sabi?an lo suficiente sobre los partos para comprender todo lo que podi?a salir mal. Tendri?an que arregla?rselas so?lo con el poco equipo con el que contaban. Metieron todo en una mochila y emprendieron la marcha.
Sin corriente ele?ctrica a causa de la tormenta, la habitacio?n estaba casi a oscuras, y el aire dentro era sofocante. James cronometro? las contracciones de su esposa: el intervalo entre ellas era cada vez menor.
Mientras tanto, en la planta baja se habi?a reunido un pequen?o grupo de voluntarios que respondieron al aviso que Yusuf habi?a enviado desde su celular: dos pediatras, una enfermera y Joe Greco, un cirujano pla?stico residente que habi?a atendido el parto de su propia esposa recientemente, pero en un hospital y con ayuda de un compan?ero gineco-obstetra. Greco examino? a Cindy y observo? que presentaba una dilatacio?n de unos cuatro centi?metros. Cuando Yusuf anuncio? que un me?dico gineco- obstetra estaba tratando de llegar a la casa, Greco solto? un suspiro de alivio. Sin embargo,
¿podri?a DeRoche llegar a tiempo?
DeRoche y Amy, empapados y cubiertos de lodo, intentaron pedir ayuda a los automovilistas. Cuando finalmente llegaron a la casa de los Batty, el equipo me?dico reunido en la habitacio?n contaba ya con otro pediatra y dos enfermeras parteras; todos se sintieron aliviados al ver entrar a una enfermera ma?s y a un gineco-obstetra con experiencia en partos de alto riesgo.
DeRoche preparo? los utensilios y acomodo? a Cindy a lo ancho de la cama. Yusuf extendio? un mantel sobre la alfombra para protegerla. Tras abrir un paquete de gasa esterilizada, Amy apoyo? sobre su hombro la pierna derecha de Cindy, y un pediatra le sostuvo la otra pierna con una linterna en la mano. James se sento? detra?s de su esposa para que apoyara la espalda. Jayne Tuerff, prima de James, quien habi?a llegado a la casa haci?a unos minutos, se arrodillo? detra?s de e?l para darle mayor apoyo. Una de las enfermeras se subio? a la cama, lista para recibir a la bebe? de manos de DeRoche. Otro voluntario sosteni?a un pequen?o ventilador conectado a una bateri?a de respaldo de computadora.
Con la lluvia golpeando las ventanas, algunas velas y linternas encendidas, varias personas alrededor de la cama, otras movie?ndose nerviosas en la planta baja y un grupo de vecinos reunidos afuera, Clare Madelyn Banker llego? al mundo, con un peso de cuatro kilos y llorando a todo pulmo?n: ese sonido maravilloso que permite saber a me?dicos, enfermeras y a los ansiosos padres que el recie?n nacido esta? respirando.
—¡Lo lograste! —le dijo Cassie a Cindy—. ¡Tu bebe? es hermosa!
En el transcurso de los di?as siguientes, cientos de habitantes de Nashville se unieron a las brigadas que ayudaban a las familias a recuperarse de la devastadora inundacio?n; sacaron el lodo de las casas y derribaron las paredes que se habi?an dan?ado. El doctor DeRoche escucho? a la gente comentar sobre la bebe? que habi?a venido al mundo durante el desastre, el cual causo? la muerte de 10 personas y afecto? la vida de muchas otras. En medio de la tragedia, el nacimiento de Clare fue una noticia feliz y alentadora.
James y Candy dijeron en son de broma que iban a cambiarle el nombre a su pequen?a y la llamari?an Noe?. A cada integrante del improvisado equipo de voluntarios le enviaron una tarjeta para expresar su profundo agradecimiento, junto con un pequen?o regalo: un paraguas.