Demostró dominio de la mecánica y grandes dotes de observación.
Leonardo Da Vinci, un «iletrado»
Leonardo mojó la pluma en el tintero y comenzó a dibujar con mano ligera. Su portentosa máquina voladora (un helicóptero de madera) fue cobrando forma rápidamente. Una vez que la hubo concluido, pasó la página e inició un boceto de una catapulta gigantesca. Ludovico Sforza, Duque de Milán, a cuyo servicio trabajaba Leonardo en 1486, quedaría satisfecho de los nuevos ingenios de guerra ideados por el sabio italiano.
Los numerosos protectores que tuvo Leonardo a lo largo de su vida -varias familias nobles del Norte de Italia, el Papa León X y el rey Francisco I, entre otros-, lo contrataban tanto por su capacidad de invención como por sus notables habilidades artísticas. Corrían tiempos turbulentos, los estados italianos estaban casi continuamente en guerra y los gobernantes deseaban que Leonardo diseñara armas poderosísimas que les concedieran la victoria sobre sus enemigos.
Leonardo fue un inventor muy prolífico, aunque pocos de sus inventos llegaron a realizarse en la práctica. En todos sus dibujos, aún en los más esquemáticos, demuestra su dominio de la mecánica y sus agudas dotes de observación. Leonardo dominaba muchas ramas del conocimiento pero, como no sabía latín, era, en sus propias palabras, «un iletrado».
Una máquina de guerra
Leonardo proyectó un vehículo blindado, protegido por una coraza de láminas metálicas superpuestas y armado con una batería de armas de fuego. Las ruedas se movían mediante manivelas. Varios de los patronos de Leonardo le encargaron máquinas de guerra para lanzar piedras o flechas. También Leonardo inventó las cadenas de transmisión 300 años antes de que llegaran a utilizarse.