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Miedo adolescente

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Pechos a los ocho; menstruación a los once. ¿Los chicos alcanzan la pubertad a una edad cada vez menor? ¿Hay que preocuparse?

Violet, la hija de mi amiga Gwen, tenía apenas ocho años cuando sus senos comenzaron a desarrollarse. En ese entonces, ella adoraba los caballos, irse de campamento y jugar con sus amigas, e incluso todavía no mostraba interés en los varones. Aun así, a los nueve años comenzó a notar que le crecía vello debajo de los brazos. A los diez, era alta y esbelta, y ya usaba corpiño. El año que cumplió once, Violet tuvo su primera menstruación.

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Puede parecer muy pronto —y es verdad que Violet estaba un poco adelantada respecto de sus amigas— pero lo cierto es que ella representa la norma de maduración sexual de las jovencitas. La llegada de la pubertad de las mujeres ahora varía entre los ocho y los trece años, y se define típicamente por el comienzo del desarrollo de los senos. “Si llega una chica de nueve años con un principio de desarrollo de pechos, eso es normal —dice la doctora Rose Girgis, endocrinóloga pediátrica del Stollery Children’s Hospital de Edmonton, en Canadá—. Luego de dos años de la aparición de estos primeros signos, los padres pueden esperar que sus hijas tengan su primera menstruación”.

Si bien no hay ninguna investigación específica de Canadá, un estudio de gran escala realizado en los Estados Unidos en 1997 mostró que la edad promedio en que las niñas tienen su primera menstruación ha ido disminuyendo gradualmente con el paso de los siglos, de los 17 a los 12 años en la actualidad. Otra investigación de 2009 llevada a cabo en Dinamarca señala que las niñas europeas también ingresan más temprano en la pubertad. Existen estudios que señalan que la edad de comienzo de la pubertad en los varones también ha disminuido, aunque no tan notoriamente.

Recuerdo observar desde afuera y comparar la experiencia de Violet con la de mi hijo, que entró en la pubertad antes que el resto de sus amigos (la norma para los chicos es entre los 9 y los 14 años). A los doce, Gabriel tenía piernas peludas, vello facial y una voz profunda, como la de un hombre adulto. Ya no tenía la apariencia de un niño, si bien todavía lo era por dentro. El exterior, sin embargo, hacía que los demás creyeran que era mayor.


Los padres, los médicos y los medios de comunicación han propuesto teorías de por qué las niñas en particular maduran a más temprana edad:

  • ¿es culpa de las hormonas en ciertas carnes que comemos?
  • ¿Son los productos que contienen químicos que imitan a las hormonas del cuerpo (por ejemplo, bisfenol A o BPA, cuyo uso en mamaderas está prohibido en algunos países)?
  • ¿Es la creciente tendencia hacia la obesidad infantil? ¿O incluso la temprana sexualización de los niños a través de los medios?

De hecho, cada una de estas teorías es posible, pero no existen datos certeros que prueben que una de ellas es la causa real, afirma el doctor Mark Palmert, jefe de endocrinología de The Hospital for Sick Children de Toronto.

Los niños están expuestos a químicos ambientales que alteran el sistema endócrino y los estrógenos, y se encuentran presentes en todo, desde insecticidas y pesticidas hasta esmalte de uñas, maquillaje, cremas y plásticos. Complejas investigaciones han demostrado que estos químicos envían señales a través de las vías receptoras de estrógeno que pueden disparar el desarrollo precoz de los pechos y la pubertad en las niñas.

“¿Estas exposiciones han afectado el desarrollo de la pubertad de la población en su totalidad? No lo sabemos”, comenta Palmert. “Depende de cuándo, cómo y a qué nivel el chico haya estado expuesto. Vamos a necesitar mucha información epidemiológica confiable para probar causa y consecuencia, y puede resultar difícil porque los efectos pueden depender de la ruta, la dosis y el tiempo de exposición”.

El vínculo de causa y efecto se desdibuja aún más en lo que respecta al impacto de la sexualidad manifiesta que se ve en revistas, películas y la televisión.

Algunos investigadores sostienen que los niños de hoy día están constantemente expuestos a estímulos sexuales y esto podría de alguna manera disparar que sus cuerpos se adapten conforme a ello.

“Si bien existen pruebas de que la mente puede afectar ciertos sistemas del cuerpo, como el inmunológico, no hay conclusiones categóricas de que ese tipo de señales estén cambiando el ritmo en que se da la pubertad en la población”, dice Palmert. “Existe una menor adhesión a esta hipótesis”.


 Uno de los temas que más preocupan a los padres es la creciente tendencia a la obesidad infantil y el rol que desempeña en la pubertad temprana. En promedio, las chicas que tienen sobrepeso se desarrollan antes. Las hormonas liberadas por las células grasas agregadas pueden influir en la maduración de las niñas. “Nuevamente, puede ser un factor, pero no sabemos en qué medida está relacionado con el sobrepeso, o si se trata de una causa definitiva de desarrollo temprano en la población general”, explica Palmert.

La buena noticia

Los padres pueden relajarse: la razón más aceptada del comienzo temprano de la adultez es una mejor nutrición y salud. “Tienes que pesar unos 42 kilos para poder menstruar, y en siglos anteriores este peso se alcanzaba más tarde, alrededor de los 16 años”, afirma la doctora Franziska Baltzer, jefa de división de medicina adolescente del Montreal Children’s Hospital. “Hoy comemos mejor y somos más sanos”.

Algunos estudios relacionaron el desarrollo acelerado en las niñas con el riesgo creciente de conductas autodestructivas, como el abuso de drogas y alcohol, la experimentación sexual temprana, la enfermedad coronaria y el cáncer de mama. Lo cierto es que el desarrollo precoz en las niñas rara vez es motivo de preocupación médica.

Cuando Violet comenzó a desarrollarse, Gwen no estaba preocupada. “Ella seguía negándose a usar vestidos y jugaba con sus muñecas… ¡gracias a Dios!”, dice Gwen, quien recuerda haber alcanzado la pubertad a la misma edad que su hija. “Yo me sentí como ella: tímida y resistente al cambio. La gente empieza a mirarte de otra forma y a ella no le gustaba eso”.

El hecho es que las nenas tienden a seguir los pasos de sus madres en lo que respecta a la pubertad, y los varones los de sus padres. “La herencia genética influye en lo que respecta a cuándo un niño entra en la pubertad”, dice la doctora Rose Girgis.


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