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Me lo enseñó mi papá

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¿Quién hubiera pensado que los padres están biológicamente equipados para criar a los chicos?

Cuando Torán nació, en el verano de 2006, su padre, James Rutherford, hombre de negocios de 36 años, decidió que ya no quería trabajar todo el día. Dos años antes había vendido su empresa de telecomunicaciones, con base en Calgary, se sentía seguro económicamente y podía costearse el pasar un tiempo con su hijo. “Soy el único cuidador durante dos días —dice él—, y la pasamos genial. Traer de comer a casa es importante, pero hay más que eso en ser papá”.

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Muchos padres en el mundo comienzan a estar de acuerdo con Rutherford. Por ejemplo, en Canadá, el tiempo que pasan los papás con sus hijos se triplicó de los años 70 a los 90, aumentando de 30 a 90 minutos por día. La oficina de estadísticas de ese país informó que de 1976 a 2005, el número de papás que se quedan en casa creció seis veces, de dos a doce por ciento. Con todos estos cambios, los papás de repente son un tema de moda entre los investigadores. Todo, desde sus glándulas sudoríparas hasta sus hábitos de juego, está bajo el microscopio. Al parecer, ser papá implica muchas más cosas de lo que sospechábamos.

El cableado grueso

Ross Parke, profesor canadiense de psicología en la Universidad de California en Riverside, dice que siempre se había pensado que las madres estaban preparadas hormonalmente para criar a los hijos, y que los papás adquirían estas habilidades culturalmente. Sin embargo, dice Parke, “los papás están mejor preparados biológicamente para ser padres de lo que se pensaba antes”. En varios estudios, Katherine Wynne-Edwards, profesora de biología en Queen’s University en Kingston, encontró que bajaban los niveles de la hormona masculina testosterona en un papá durante las semanas próximas al nacimiento de su bebé. También encontró que se incrementaban los niveles de estrógeno y prolactina, normalmente asociados con las mujeres.

La prolactina promueve la producción de leche en la mujer y estimula conductas maternales de crianza, como la construcción de nidos en algunas especies. Alison Fleming, profesora de psicología en la Universidad de Toronto, encontró que los papás con niveles más altos de prolactina están más alertas al llanto de un bebé, y que aquéllos con un nivel más bajo de testosterona sienten más la necesidad de responder al llanto.

La experiencia también tiene un papel importante. Los papás que lo son por segunda vez tienen un nivel más alto de prolactina y un nivel menor de testosterona que quienes son papás por primera vez.

Quizá también ayuden los cambios en la actividad del cerebro. El doctor James Swain, profesor asistente canadiense en el Centro de Estudios del Niño de Yale, analizó los cerebros de 25 parejas durante dos a cuatro semanas y durante tres a cuatro meses después del nacimiento de sus bebés para ver cómo respondían al llanto de sus hijos.

Usando imágenes de resonancia magnética funcional, encontró que la actividad cerebral, tanto en las mamás como en los papás, era desconcertantemente similar a lo que se encontraría en alguien con un trastorno obesivo-compulsivo (TOC). Quizá sea ésta la razón por la que los padres primerizos sienten la necesidad de revisar de manera constante a sus bebés para asegurarse de que están bien. “No decimos que los padres están enfermos mentalmente —explica Swain—, sino que hay una superposición en algunos de los mismos circuitos que permanecen hiperactivos en los pacientes con TOC”.

En la etapa de dos a cuatro semanas, las mamás mostraron más actividad TOC que los papás, pero en la de tres a cuatro meses, las iban alcanzando los papás. Swain también encontró que ambos padres reaccionaban con mayor fuerza al llanto de su propio bebé que a los llantos de otros, y ambos tuvieron razón al menos el 80 por ciento de las veces al identificar cuál llanto era el de su propio bebé.

Las feromonas de papá

Las feromonas son señales químicas que pueden cambiar la conducta, y las emiten todo tipo de criaturas, desde insectos hasta humanos. Pueden estimular o inhibir la conducta.

Robert Matchock, profesor asociado de psicología en la Universidad Estatal de Pensilvania en Altoona, piensa que las feromonas de los papás pueden ayudar a explicar por qué las niñas alcanzan la pubertad cuando lo hacen. En un estudio de casi 2.000 estudiantes universitarias femeninas, descubrió que “las mujeres que crecían sin su papá biológico en casa experimentaban una maduración sexual cuatro meses antes, en promedio, que las mujeres que vivían con su papá biológico”.

Matchock opina que los papás quizás emitan una feromona que retrasa la maduración sexual de sus hijas, algo que se ha visto en otros mamíferos y que posiblemente sea una defensa de la naturaleza para evitar la endogamia. Su trabajo fue publicado el año pasado en el American Journal of Human Biology (Revista Americana de Biología Humana). Más adelante se llevarán a cabo experimentos que investigarán directamente cómo afecta a las niñas el sudor del sobaco de sus padres, que es una fuente abundante de feromonas.

La charla de papá

Nadya Pancsofar, Asistente investigadora graduada, del Instituto Frank Porter Graham para el Desarrollo del Niño en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill (UNC), se interesa por averiguar cómo aprenden los niños el lenguaje.

Cuando buscó investigaciones sobre cómo ayudan los papás, encontró muy poco. Pero descubrió que los papás pueden tener un papel mayor en el desarrollo del lenguaje de sus hijos de lo que se pensaba antes.

Pancsofar y Lynne Vernon-Feagans, profesora de educación en UNC, fueron coautoras de un estudio con 67 niños cuyos dos padres trabajaban. Los niños cuyos papás usaban un vocabulario mayor con ellos a los dos años, lograban calificaciones más altas en una prueba de lenguaje un año después. Sin embargo, el estudio no encontró que el vocabulario de la madre afectara significativamente los resultados de la prueba de lenguaje.

“Estamos seguras de que los papás que usan un vocabulario más diverso tienen un impacto positivo en el desarrollo posterior de sus hijos”, dice Pancsofar. La investigación fue publicada en noviembre pasado en el Journal of Applied Developmental Psychology (Revista de Psicología Aplicada del Desarrollo).

Estilo de papá

Muchos investigadores de “padres” están intrigados por el hecho de que los papás tienen un estilo paternal distinto del de las mamás. Mientras que las mamás prefieren calmar y tranquilizar a sus hijos, a los papás les gusta excitarlos y estimularlos. Jugar de manos y fingir peleas son actividades favoritas a la hora del juego, y a los papás les gusta alentar a sus hijos a que tomen riesgos; que se suban hasta arriba en las barras del parque, por ejemplo. Andrea Doucet, profesora de sociología en la Universidad de Carleton en Ottawa, es autora del libro Do Men Mother? (“¿Son mamás los papás?”), que trata sobre los papás que se quedan en casa, cuidando a los hijos. “Los papás están redefiniendo cómo vemos la paternidad”, dice ella. “Nosotras tendemos a pensar que la crianza consiste en proteger al hijo y mantenernos cerca de él. Pero lo que hacen particularmente bien los papás es promover la independencia de los niños de manera cariñosa”.

Cuando Jason Pavich, papá en Vancouver, cocina bifes, por ejemplo, le deja a su hijo Josh, de 10 años, encender la parrilla, “sólo si lo hace tomando las precauciones adecuadas”. Jason, de 32 años, está divorciado y cuida a su hijo dos semanas por mes.

Papás involucrados

Marie – France Leclerc ha sido maestra de primaria de francés en Lindsay, Ontario, Canadá, durante 18 años. Dice que fue hace ocho años la primera vez que un papá llegó a ayudarla en el aula, pero que los papás ya no son novedad. “Los niños se ponen muy contentos cuando llegan los papás”, dice ella.

En un estudio estadounidense llevado a cabo en 1997 por el Centro Nacional de Estadísticas de la Educación, se analizó a 17.000 estudiantes, desde jardín de infantes hasta quinto año, y se encontró que hay beneficios cuando los papás participan en actividades escolares como ofrecerse de voluntario, o asisten a las reuniones de la escuela, conferencias de padres y maestros y reuniones de curso. Los niños sacan mejores calificaciones, disfrutan más la escuela y participan en más actividades extracurriculares.

Los papás también impulsan el desempeño escolar de sus hijos de otras maneras, como al leerles o ayudarlos con su tarea. John Lentz, un ocupado patólogo de Toronto con trillizos de 11 años, dos varones y una nena, de alguna manera encuentra tiempo para ayudarlos, especialmente con las matemáticas.

“Como están en el mismo año y en la misma aula, tienen la misma tarea”, dice él. “Si uno no pierde la calma y trata de ser positivo, parece que de verdad lo aprecian. Me preguntan: ¿podemos repasar la tarea como equipo?”

Sólo con que los papás dediquen tiempo a sus hijos se logran beneficios inmediatos y a largo plazo. Los niños cuyos papás participan en sus vidas son más populares, se llevan mejor con sus compañeros y sienten más empatía por el prójimo, según el resumen de una investigación llevada a cabo en la Universidad de Guelph, que apareció en un boletín informativo sobre la Iniciativa de Participación de los Padres, del Ontario Network en 2002. También informaba que los adolescentes con papás involucrados en su educación tuvieron un 80 por ciento menos de probabilidad de pasar tiempo en la cárcel y un 75 por ciento menos de probabilidad de convertirse en padres no casados. Y las niñas cuyos papás se interesan por lo que hacen son más propensas a continuar sus actividades extracurriculares en deportes, arte, música y lectura, según un estudio estadounidense publicado en 2004.

«Los papás que usan un vocabulario más diverso tienen un impacto positivo en el desarrollo de sus hijos»

Uno de los más grandes y más largos estudios que muestra dichos beneficios viene de Gran Bretaña, donde 17.000 niños y niñas han sido rastreados desde su nacimiento (todos en la misma semana en 1958). En 2004, Ann Buchanan, directora del Centro Oxford para la Investigación de Padres e Hijos, y su colega Eirini Flouri publicaron los resultados de dicho rastreo en British Journal of Educational Psychology (Revista Británica de Psicología Educativa): observaron a los niños cuyos papás ayudaban a cuidarlos a la edad de siete años leyéndoles, llevándolos a pasear e interesándose en su educación. A los chicos les iba mejor en la escuela y más tarde en la vida, eran menos propensos a tener problemas con la policía o a desarrollar enfermedades mentales, y estaban más aptos para formar relaciones estables. “La participación del papá antes de los siete años forma los cimientos para muchos beneficios posteriores”, dice Buchanan.

Muchos papás ya saben esto. “Hacemos cosas que se me ocurre que son buenas para cimentar la familia”, dice John Lentz. “Tenemos noches de cine los sábados. Todos nos ponemos el piyama, hacemos pochoclo y nos sentamos en el sofá. Es una tradición que yo pienso que hace a nuestros hijos sentirse contentos”.

Joe Di Fonzo, otro papá de Toronto, cree que es muy importante compartir actividades como los deportes. Tiene siete hijos, de 9 a 22 años, y todos viven en su casa y son aficionados de los deportes. “Se pone muy intensa la cosa cuando vemos a nuestro equipo favorito de fútbol”, dice él. “A veces vamos a una pista de hielo al aire libre que queda cerca y jugamos todos en el hielo; cosas como ésas son divertidas”.

Hoy en día, si los papás están lejos de casa mucho tiempo, de todos modos pueden pasar un rato con sus hijos, gracias a la tecnología moderna. Gary Boutilier, de Victoria, ha estado 19 años en el ejército canadiense y tiene una hija de 10 y un hijo de 13.

Recientemente, cuando estaba en una gira de seis meses en el golfo Pérsico a bordo del barco de guerra Ottawa, se mantuvo en contacto con correos electrónicos diarios, videoconferencias y un sitio de Internet donde la familia podía archivar fotos.

Obviamente ha desarrollado una relación cercana con sus hijos. Dice su esposa Glennis: “Cuando está en casa, los chicos no se le despegan”.

Kerry Daly, profesor de relaciones familiares en la Universidad de Guelph y director de la Alianza de Investigación sobre los Papás Involucrados, está llevando a cabo un proyecto de investigación de cinco años sobre los papás, cuyos resultados se espera conocer este año. Daly se interesó en los papás a principios de los años 90, y desde entonces ha visto que cada vez es más similar la cantidad de tiempo que pasan los papás y las mamás en el cuidado de sus hijos y en las labores domésticas. “Los papás están haciendo más y las mamás, un poco menos”, dice él.

Doucet piensa que se trata de buenas noticias para todos: “Termina siendo una paternidad compartida. En términos de los chicos, significa que tienen dos padres que pueden hacerse cargo de ellos”.

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