Un estudio demostró que compartir las comidas de manera frecuente disminuye el riesgo de que los adolescentes padezcan trastornos de alimentación.
Investigadores de la Universidad de Minnesota, en los Estados Unidos, finalizaron la segunda etapa del Proyecto EAT, que llevó cinco años de entrevistas a más de 2.000 chicos en 21 escuelas, en el que se concluyó que el papel de los padres es clave para la prevención de comportamientos peligrosos de los adolescentes para controlar su peso, como vomitar o usar laxantes y diuréticos.
El estudio también descubrió que aquellas chicas que compartían la mesa con sus familias como mínimo unas cinco veces por semana presentaron menos comportamientos anormales para controlar su peso, independientemente de cuál fuera su índice de masa corporal, su condición social y la unidad de la familia.
En cuanto a los chicos, el estudio no encontró relación entre las comidas familiares y los comportamientos en el control del peso.
“Quizá las chicas tienden a involucrarse más en la preparación de las comidas y son más sensibles a la influencia de las relaciones familiares que los chicos”, conjeturó el estudio.
La primera etapa del Proyecto EAT descubrió que aquellos adolescentes que compartían más comidas con sus familias solían tener hábitos más salubables y eran menos propensos a caer víctimas de las drogas.