Historias insólitas detrás de nombres poco comunes.
Los nombres raros nos rodean pero la cotidianidad los hace comunes y corrientes. Me llamó la atención la primera vez que conocí a Decapritano o a Mágrima o a Bordo o a Ángel Tutelar; pero más me sorprendió cuando observé que, acorde con el paso del tiempo, Degollación de Los Santos Inocentes Romero pasó a ser cariñosamente “Degolli” o Juan Ante Portante Latinante se convirtió en “Tío Juanante” para sus sobrinos. De esta manera, todos ellos integran el universo de nombres con los cuales nos habituamos a convivir de la forma más natural posible.
La serie de libros Sin tocayos, que recopilan miles de nombres raros y llamativos, ha generado un entusiasmo inusitado en los lectores que constantemente están colaborando con más y más nombres nuevos, y raros, por supuesto. Estos libros de nombres contienen capítulos específicos, ordenados con criterio de facilitar la lectura, en los que se mencionan nombres como Tarasio Larrosa, Bolarios Quiñónez, Bolfia de Martínez, Eparquio Pinhum o Desposoria de Paredes.
Una de las anécdotas que más me llamó la atención en esta recopilación de nombres fue la historia detrás de Arpiano, en Paraguay.
En las emisoras del interior del país —así como en el interior de la mayoría de los países de Latinoamérica— existen los programas de Mensajes de Felicitación, en los que la audiencia tiene la oportunidad de dedicar una canción o un poema a un amigo, a una novia, o a un familiar que celebra su cumpleaños, aniversario, etc.; algo así como una serenata radial.
Un día, llegó una madre a Radio Guaira de Villarrica, capital del departamento del Guaira, en el centro de la región oriental del Paraguay, para difundir un mensaje dedicado a su hijo que cumplía un año. El nombre del niño era Arpiano.
Extrañada (y sorprendida), la locutora le preguntó a la mujer por el origen del nombre, y ésta, con la naturalidad propia de la gente del interior, le contó lo siguiente: “Hacía exactamente un año y nueve meses —días más, días menos—, concurrí a una fiesta donde actuaba un conjunto musical que contaba entre sus integrantes a un arpista y a un acordeonista, ambos de muy buena presen- cia. Cuando el baile terminó, asedia-da por los dos, y sin saber por cuál de los dos decidirme, opté por aceptar a ambos. Y cuando nació el fruto de aquella fiesta popular, alegre y divertida, sin poder recordar el nombre de dichos caballeros, decidí llamar al niño Arpiano, conjunción de arpa y acordeón a piano.
Le cuento otra historia. Esta vez de Chile. Me comentaron que existe una muchacha de nombre Iloveny. Resulta que su madre iba en un taxi rumbo al hospital a punto de parir, y vio una calcomanía que decía I love NY (Amo a Nueva York, en castellano). Pensó: Qué lindo, así voy a llamar a mi nena que está por nacer.
Por las oficinas del consulado de los Estados Unidos en las Filipinas pasaron muchas familias y muchos “sin tocayos”. Un ex funcionario me comentó sobre algunos: los hermanos Applepie (torta de manzanas) y Cherrypie (torta de cerezas).
Otra familia recibió la directa influencia de los medios masivos. La hija mayor nació en 1966, justo cuando estaba de moda la película Gidget goes to Hollywood (Gidget visita Hollywood). Su nombre: Gidget.
La información está siempre al alcance de la mano en la medida que tengamos el interés exacto de registrarla. Y es aquí que deseo pedirle algo: ¿por qué no me envía por correo electrónico los nombres y las historias que usted conoce?
Así fue la manera en que me enteré de nombres como Antonio Bragueta Suelta, Agustín Cabeza Compostizo, Ana Mier de Cilla, Miguel Marco Gol, Isolina Gato Sardina, y Presentación de Piernas, todos ciudadanos españoles. Precisamente por estas razones jamás digo: hay cosas que no tienen nombre.
Daniel Nasta es publicitario, empresario y director del Grupo Nasta de Paraguay.
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